Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Por Luis Alberto Padilla

De acuerdo con el distinguido profesor de la Universidad de Chicago John Mearsheimer, de tendencia más bien conservadora – no “liberal” como suele decirse en Estados Unidos cuando se refieren a los demócratas – de esos que en el ámbito académico se les llama “realistas” (partidarios de la realpolitik si lo vemos desde una perspectiva  geopolítica) el conflicto de Ucrania es responsabilidad de Occidente, no de Rusia. Esto significa que el “malo” de la película en la crisis que,  de nuevo,  se está viviendo en esa región del mundo –  debido a una supuesta amenaza de invasión rusa a Ucrania –    vendría a ser Washington y no Moscú, algo que viene a ser  sorprendente si quien lo dice es un famoso académico conservador norteamericano.

Ya en un artículo publicado en la revista Espacios Políticos de la URL en 2014 hicimos ver nuestra coincidencia con el profesor Mearsheimer. Sin embargo, agregábamos que, desde nuestro punto de vista, la concepción militarista que subyace en la política de expansión de la OTAN y de búsqueda de la hegemonía mundial para EE.UU iba más allá de la ideología de los “neocons”   del partido republicano al estar influida por la decimonónica concepción geopolítica de Halford Mackinder, para quien el control del “corazón del mundo”  que se encuentra en Eurasia – el actual Kasajistán –  permitiría la hegemonía mundial, como pensaron también Haushofer y Hitler durante la segunda guerra mundial, por ello el ataque a la URSS a pesar del pacto de no agresión Von Ribbentrop-Molotov. No obstante su anacronismo, dicha ideología sigue permeando el pensamiento del  establishment militar-industrial norteamericano –  cuya principal expresión es el Pentágono –  esto explica la razón por la cual,   si Ucrania no se encuentra dentro de la esfera de los intereses estratégicos de Estados Unidos (los cuáles, según Mearsheimer, aparte del hemisferio occidental,  se ubican en el Asia nor-oriental – China y el Japón, la península de Corea – en el Golfo Pérsico y en Europa occidental, pero no en Ucrania),  el Pentágono se ha empeñado en esa política de expansión de la OTAN a la cual Putin ahora le ha puesto un alto, categóricamente,  indicando que se trata de una “línea roja” que Moscú no permitirá que se pase.  Y la respuesta de Biden no ha sido la de  “poner todas las opciones sobre la mesa” – que implicaría tácitamente la amenaza militar – sino solamente las consabidas “sanciones económicas” la cuales,  tratándose de intereses de seguridad geoestratégica, son absolutamente desdeñables para Putin.

Por supuesto, la movilización rusa en la frontera ucraniana si constituye una amenaza, pero también lo ha sido, contra Rusia,  las recientes maniobras militares de la OTAN tanto en el Mar Negro como en el Báltico,  al igual que la decisión de Kiev de incluir dentro de su normativa constitucional la reclamación de Crimea,  cuestión inaceptable para Moscú. Entonces la amenaza del Kremlin esta dirigida a la defensa de sus  intereses estratégicos, de esto no cabe la menor duda. De manera que aquí si se aplica algo que tanto el profesor  Mearsheimer en el 2014 como el mismo Putin,  recientemente –  en respuesta a preguntas planteadas por una corresponsal occidental –  han dicho:  ¿ como reaccionaría Estados Unidos si Rusia involucrara a Canadá y a México en una alianza militar contra ellos?  ¿Qué haría el Pentágono si Moscú desplegara misiles balísticos de corto y mediano alcance en estos países? ¿Qué hizo el presidente Kennedy cuando Kruschev instaló misiles en Cuba en 1962? ¿Cómo reaccionaría la Casa Blanca frente al despliegue de tropas rusas en Cuba o en Venezuela? No hace falta ser clarividente para conocer la respuesta.

En consecuencia, como dice Mearsheimer, la crisis actual en Ucrania es pura responsabilidad de Occidente, porque la Unión Europea,  como tal,  no es directamente responsable. Lo es de manera indirecta cuando recordamos que fue el famoso “Acuerdo de Asociación” – negociado cuando todavía Yanukovich era presidente de Ucrania – el que desató las movilizaciones de la plaza Maidan, el golpe contra este último y la instalación de gobiernos pro-occidentales en Kiev. Pero posteriormente, tanto el alto al fuego de Minsk como las tratativas del cuarteto de Normandía  (Francia, Alemania, Ucrania y Rusia) dieron lugar a una situación que,  aunque no exenta de enfrentamientos (van unas 14,000 bajas en los choques  entre los separatistas del Donbass y las tropas ucranianas) por lo menos ha permitido mantener el statu-quo.

Por otra parte  – y  en esto no estoy de acuerdo con los planteamientos de Mearsheimer –  es interesante constatar que cuando el profesor de Chicago recomienda a Washington dejar de empujar a Rusia a una alianza militar con China,  en lugar de formular una estrategia de mediano plazo para atraerla a fin de enfrentar conjuntamente a Beijing cuando estallen las tensiones geopolíticas por Taiwan,  por las islas Senkaku (con Japón) o por las islas Paracel y Spratly en el mar meridional de la China (con Vietnam, Malasia, Brunei  y Filipinas) es indudable que, desde la perspectiva realista del equilibrio de poder, sus planteamientos son del todo coherentes, aunque no lo sean desde mi propia perspectiva, que es la del derecho internacional.

También ha sido coherente Putin cuando ha enviado tropas del pacto de defensa colectiva de las antiguas repúblicas soviéticas a “estabilizar” la situación en Kasajistán, el “corazón de la isla mundial” como le llamaba Mackinder. En materia de geopolítica de las grandes potencias el derecho internacional está siempre supeditado al equilibrio de poder. Por eso deseamos reiterar – ese fue nuestro planteamiento en el  2014 y lo sigue siendo –  que la mejor fórmula para solucionar la crisis geopolítica ucraniana es – y en esto debería jugar un rol preponderante  el binomio franco-alemán que dirige la UE –  presionar a Ucrania  a declararse como un Estado neutral. Mearsheimer está de acuerdo con esto y dado que Putin está exigiendo un tratado bilateral Washington-Moscú en el que la Casa Blanca se compromete a no buscar la adhesión de Ucrania a la OTAN, algo a lo cual Biden se opone, es evidente que la mejor forma de salvar la cara para ambos contendientes sería tener a una Ucrania neutra. Esto es equiparable a la solución  que se encontró, en plena guerra fría, para Finlandia y Austria. La Unión Soviética respetó escrupulosamente la neutralidad e independencia de ambos países. Esta la única manera de evitar que la actual  “crisis fría” se convierta en caliente  destruyendo a Ucrania.

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