El patrimonio cultural inmaterial, o "patrimonio vivo", es una herencia "de nuestros antepasados y transmitida a nuestros descendientes", señala la Unesco. Esta comprende tradiciones orales, rituales, prácticas sociales. Foto La Hora

Después de dos años con limitaciones forzadas por la pandemia del Covid 19, hoy empieza una Semana Santa en la que se retoman actividades dentro de la nueva normalidad y desde el fin de semana se reporta intenso tráfico hacia los lugares de recreo que son preferidos por la población para esta festividad que se convierte en la más esperada por los habitantes, independientemente de su credo religioso, pues constituye el feriado más prolongado de nuestro calendario laboral.

Hace un año se liberaron muchas actividades, especialmente el acceso a las playas, y aunque se hizo previsión de aumento de contagios, lo cual se cumplió, la gente aprovechó el momento. Este año, desde cuando todavía estaba en su pico la variante Delta, las diferentes hermandades y congregaciones que organizan procesiones anunciaron que la Semana Santa sería nuevamente normal y que los cortejos saldrían como históricamente se había hecho. Ya hemos visto cómo en las procesiones que se han dado hasta el momento la aglomeración no sólo de cargadores que no pueden guardar distancia sino de público es enorme y ojalá que no se traduzca en un gran número de nuevos casos, sobre todo tomando en cuenta las deficiencias de nuestro Sistema de Salud que se manifiestan en situaciones como la de un Hospital General pobremente pero fatuamente administrado.

Es época de festejos y convivencia, pero creemos que estamos viviendo condiciones muy especiales en la vida nacional que nos deben permitir que en estos momentos de relajamiento se pueda reflexionar sobre el rumbo que llevamos como país y las graves consecuencias que tiene la indiferencia ciudadana frente a la burda captura de todas las instituciones públicas, destruyendo por completo el Estado de Derecho y colocándonos de manera abierta y burda en un modelo dictatorial en el que mandan aquellos que se pusieron de acuerdo para protegerse mutuamente con el manto de la impunidad absoluta.

Disfrutemos y descansemos durante los días de la Semana Mayor, pero no perdamos de vista lo que está ocurriendo en Guatemala, país que entró en una severa picada para caer bajo el control de poderes fácticos que han sabido sacarle provecho a todo, gozando de riquezas producto de privilegios que ellos mismos se otorgan y que resguardan celosamente.

La Cuaresma y la Pascua son tiempos de cambio, de arrepentimiento y compromiso para asumir nuevas actitudes. No podemos olvidar la responsabilidad que como ciudadanos tenemos ante este descalabro bien identificado y calificado en el extranjero, pero que aquí vemos así como oiremos llover dentro de un mes al inicio de nuestro invierno.

Redacción La Hora

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