El problema de fondo no está en los traficantes de personas sino en las condiciones de nuestra sociedad que obligan a la migración. Foto. Ilustrativa/Archivo La Hora.

Una iniciativa de Giammattei para lavar cara en el tema de la migración fue aprobada a toda velocidad por un Congreso que se lleva años para discutir leyes importantes, como la relacionada con la vacunación, y todo porque donde manda capitán no manda marinero y en medio de ese mar de arreglos y compra venta de votos, la voz presidencial resulta más que convincente. Y que bueno que eleven las penas para sancionar a los coyotes que lucran con la necesidad de los migrantes, pero está por verse si en este sistema judicial lleno de recovecos se logran aplicar esas sanciones severas a gente que dispone de mucho dinero para comprar voluntades.

Pero el problema de fondo no está en los traficantes de personas sino en las condiciones de nuestra sociedad que obligan a la migración. Con o sin coyotes, el guatemalteco seguirá migrando simple y sencillamente porque su país no les ofrece oportunidades. Repetimos que nos parece bueno elevar las penas a los que hacen millones con la terrible necesidad de nuestra gente, pero suponer que eso va a resolver el problema demuestra simple y sencillamente el pobre criterio de Giammattei y su equipo, que creen que todo se arregla con acciones represivas, pasando por alto todo lo que tenga que ver con la prevención.

Y prevenir, en el caso de la migración irregular, es desarrollar políticas que generen oportunidades y que permitan el desarrollo y la mejora de la calidad de vida como producto del trabajo. El migrante está demostrando, con sangre, sudor y lágrimas, que es trabajador, que es fajador y que cuando tiene la oportunidad puede no sólo mantener a sus familias mejorándoles la calidad de vida, sino que también es capaz de mantener la economía nacional porque sus remesas pesan más de lo que genera el aparato productivo, especialmente ese que se nutre de privilegios comprados a punta de financiamientos electorales.

Pero ello, mejorar las condiciones de vida de la gente no es posible mientras tengamos autoridades y Organismos sometidos y controlados por las redes de la corrupción porque todo esfuerzo del sector público gira alrededor de los negocios y trinquetes. Por supuesto que el coyotaje es un crimen que debe ser severamente castigado porque explota las necesidades del pueblo, pero qué decir de la corrupción que agrava esas necesidades y hunde a más gente en la desesperación que les obliga a pensar en irse del país como único medio para asegurar la subsistencia de sus familias. Así como el corrupto compra la justicia (obteniendo hasta arresto domiciliario luego de haber estado prófugo), tristemente lo hará el coyote.

Redacción La Hora

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