La elaboración y prueba de las vacunas, contrario a lo que se piensa y dice en medios sociales y redes, no fue producto de una medida desesperada ni de prueba a ver cómo va. Las vacunas fueron producto de una ciencia altamente desarrollada, analizada e implementada, gracias a los esfuerzos de colaboración realizada entre centros científicos, gobiernos e industria, que incluso llega hasta la distribución; pero esto últimos es otro asunto y tiene otros problemas. Pero si deja en claro que es un cuello de botella en términos de equidad y justicia.
Un dato positivo y favorable con la vacunación actual, observado ante el aparecimiento de Omicron, es que se dio, afortunadamente cuando la mayoría de la población más frágil y susceptible, los mayores de 65 años, en buena proporción ya están vacunados y protegidos y por lo tanto, la posibilidad de complicaciones graves y la letalidad en ellos ha sido menor que en el pasado reciente.
Otro dato positivo es que el manejo terapéutico y clínico de casos de hospitalización ha mejorado gracias a la experiencia adquirida por los médicos y la evidencia científica de los estudios clínicos multicéntricos. Algo nuevo, es que el tema de rastreo y contaminación, y el riesgo clínico, ha pasado a la población más joven que tiene menos susceptibilidad de daño por el virus y por otro lado, el mantenimiento de medidas básicas se ha centralizado en las zonas de mayor riesgo, aunque esto no bien establecido en todos los países.
Algo negativo y contradictorio es que con cada ola, la imaginación y creatividad en cambios y cuidados mejoran, pero el ritmo del trabajo del sistema de salud no va a su paso; en gran parte, debido a falta de fondos, organización y lo limitado de personal y de capacitación al respecto. De esa cuenta, un porcentaje que desconocemos de pacientes que tienen complicaciones y daño orgánico post-COVID, no ha sido identificado y seguido como se debiera hacer y muchos de ellos están cursando con una capacidad funcional mala. De tal surte que estamos enfrentándonos con toda una serie de fenómenos epidemiológicos de casuística relacionada directa o indirectamente con la pandemia y de distinta índole, mucha de ella antes no existente, que se ha denominado epidemiología pos-covid, que se tendrá que atender.
A nivel nacional, tocante a la salud mental no se sabe mucho, pues se documenta deficientemente e incompleta. En el tema, estudios de otras latitudes, muestran que su incidencia ha incrementado, aunque desconocemos en qué magnitud ni que significado social tiene su progreso. Su vigilancia epidemiológica es un tema pendiente.
Un aspecto importante en que ha fallado la acción sanitaria, es en la visibilidad en redes sociales y científicas, de la evidencia cambiante y precisa sobre la pandemia y su evolución e impactos y en su debilidad para contrarrestar mensajes contraproducentes y mentirosos, que al final ha sumido a varios sectores de la población en confusión, al no disponer de referentes basados en juicios en evidencia científica y verdades. Por ejemplo hubiera sido muy útil facilitar a pacientes, portales institucionales para que los pacientes contaran en tiempo real su enfermedad y su evolución de aras urbanas y rurales y de distintos puntos del territorio nacional. Abrir ventanas en internet a los hospitales, contando lo que pasa y hacen con los pacientes. Darles voz a Los profesionales y a los dramas que suceden en los servicios, en los domicilios y a las personas. Eso habría despertado conciencia ante la realidad y una participación más positiva de la población e instituciones.
Otro elemento que ha ganado confusión infernal, son las pruebas, los tamizajes institucionales y privados y eso hay que verlo desde dos perspectivas: como pruebas para detectar y verificar casos, forma de confirmar diagnóstico y el otro elemento es como prueba para limitar y controlar brotes de contagio. Hay pruebas de pruebas y que decir de la los contagios confirmados con situación funcional post COVID con síntomas persistentes angustiados y limitados en su hacer y desempeño diario. Daño por afectación orgánica o nuevo contagio. En este campo las pruebas han sido poco empleadas.
Rastreo y testeo son dos cosas diferentes que persiguen objetivos diferentes. El rastreo como instrumento de control de transmisión nunca funcionó y el testeo inicialmente fue muy limitado. El primero fue un imposible de implementar por poca colaboración, pero fundamentalmente por falta de recursos para determinar y seguir a quién lo contagio, a quien ha contagiado y controlar con acciones debidas los eslabones de la cadena de contagio y por consiguiente, de transmisión, y por consiguiente nuestra acción de control actual de la pandemia esta dependiendo de un plan de vacunación que aun está lejos de llagar a un esperado útil y eficiente para eso.
En el testeo diagnóstico también la imagen que este nos proporciona de lo que está ocurriendo es pobre, por las limitaciones que el sistema tiene para implementarlo de la forma adecuada y suficiente y ahora que ya se precipitó la incidencia, en eso ayuda poco y de tal manera que en nuestra historia, la contaminación realmente se rompió desde las primeras olas. La búsqueda de diagnóstico certero, se hace ahora más por miedo que por otra cosa
Lo cierto es que el trabajo de cribado, en este momento se centra en detectar casos nuevos y por la falta de recursos poco se hace para estudiar la epidemiología de brotes, es decir, de cómo y cuándo se contagió para tomar medidas pertinentes de contención y al contrario no se apaga el incendio pues se atiende el humo. Tampoco se da atención a los casos con efectos derivado de la COVID-19 y de la persistencia de pacientes crónicos no sabemos nada ni de lo que sucede con otras morbilidades por pérdida de oportunidad de detección, tratamiento, y por consiguiente, de su agudización. Estamos hablando de pérdida de la salud, como factor colateral a la pandemia, y de su falta de vigilancia y de atención en poblaciones y sus grupos.
Luego de dos años entonces, seguimos viviendo un momento que podríamos calificar aun de agudo y persistente. No tenemos a un control de la pandemia y nuestro porcentaje de vacunación es aún muy bajo y hay mucho paciente descompensado.
Entonces, aun tenemos que echar mano de manera onerosa económicamente y acceso limitado de servicios de atención médica, en resolución de casos. Los avances sobre la fisiopatología de la enfermedad que produce el SARSCoV-2 ha avanzado no mejorando por ello los costos. Los titubeos clínicos de un inicio, se fueron solventando conforme se fue conociendo mejor la forma en que se producían los daños bioquímicos celulares y orgánicos y a la par, la capacidad terapéutica fue mejorando y un análisis más cejudo basado en una metodología de evidencia científica rigurosa de lo que funciona y lo que no funciona, fue afinando los protocolos clínicos y terapéuticos manejados por los médicos en las unidades de tratamiento.
Contagios, Infección, enfermedad, letalidad y muerte, son etapas que se siguen produciendo y la mejor forma de evitar y reducir la incidencia de todo ello, para muchos es la vacuna pero para lograr una vacuna compleja que atienda con eficiencia todas la situaciones arriba mencionadas, se necesita trabajar varios aspectos que van desde vía de administración hasta la capacidad de la vacuna para que lo haga. Las actuales se limitan específicamente a evitar complicaciones pero se ignora su tiempo efectivo de propiciar inmunidad y es evidente que esta generación utilizada en la actualidad, será seguida pronto de una segunda que baje trasmisión y contagio y muchos de los esfuerzos actuales de investigación de vacunas, están dirigidos a lograr eso a través de una vacuna oral o de aplicación en mucosa nasofaringea, lugar en donde replican más los virus y por donde penetran y eso también implica el uso de más proteínas de combate puestas en la vacuna.
Hay entonces un concepto que guía la elaboración de las futuras vacunas: evitar que se contraiga el SARSCoV2, a la par de no enfermar gravemente o morir debido a la enfermedad y se ha estado partiendo que para ello, el diseño de lograrlo, es crear una vacuna que trabaje a nivel de las mucosas y por lo tanto en la mucosa de la nasofaringe que es donde penetran, replican, rompen células y salen al exterior los virus. Esa nueva vacuna seguramente incluirá varias proteínas a fin de que amplifique considerablemente el ataque inmunológico de la persona a los puntos de ataque del virus que haya muchos sitios donde se le puede golpear y no solo uno.