Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Esta semana que concluye ha dejado una serie de noticias importantes, que, al analizarlas, más allá del evento electoral, nos permiten vislumbrar una importante fisura o quiebre en el Bloque Histórico guatemalteco.

Iniciaré haciendo acopio de la elaboración teórica diseñada por el intelectual marxista Antonio Gramsci, quien describe al bloque histórico como la conjunción de la estructura (económica) y la superestructura (la política, la educación, la ideología, la cultura). En ese sentido, Gramsci pone de manifiesto la relación existente entre la estructura y la superestructura en una formación económico-social, donde a ciertas condiciones materiales de vida le corresponden determinadas formas organizativas e ideológicas, y donde se realiza la hegemonía de la clase dominante a nivel estructural sobre toda la sociedad.

Por su parte, en la superestructura de dicho bloque histórico se expresa la coerción o la violencia que ejerce y el consenso que obtiene la clase dominante, y es allí donde los intelectuales cumplen un rol fundamental como articuladores, unificadores del bloque. Pero también, Gramsci describía que, es en la superestructura donde se expresan las contradicciones de la estructura, las cuales forman también parte del bloque histórico y que a este no sólo lo integra una ideología dominante, sino que es un sistema totalitario de ideologías.

Entendiendo esto, lo que observamos en el actual proceso electoral es probablemente un quiebre importante en la hegemonía que ejerce la clase dominante en el bloque histórico guatemalteco. A este quiebre, tal y como lo estamos viendo, Gramsci le denominaba una crisis orgánica, dado que se constituye en un sacudimiento del referido bloque y que, por lo tanto, incluye una pérdida de hegemonía como de la posibilidad de los dominantes de hacer avanzar la economía, afectando a la estructura y a la hegemonía creada. El dominio que en el quehacer político partidario está teniendo un grupo de poderes económicos no tradicionales, alejados del acartonado y anacrónico comportamiento de la oligarquía tradicional, son tan sólo una expresión de dicha crisis o quiebre en el bloque dominante hasta las elecciones pasadas.

Con un modelo económico fracasado, empobrecedor de la gran mayoría de la población, con un grupo de poderes económicos emergentes, vinculados a estructuras criminales, como el narcotráfico o la trata de personas tomando el control de las instituciones públicas, históricamente dominadas por la oligarquía tradicional, dan muestra de que hay fisuras en el bloque histórico y que es posible ampliar y terminar de quebrar esta hegemonía instalada por una mafia corporativa que está dominando el escenario político, económico, social y cultural en el país.

Es por ello que, aunque pareciera trillado o inalcanzable, es imprescindible seguir insistiendo en operativizar alianzas que incluyan a todos aquellos actores que tienen similar situación frente a este régimen autoritario y opresor que se instala en el país. Esta alianza de todos los oprimidos debe de construir una nueva hegemonía, que rompa por completo el viejo bloque histórico y tome por asalto y funde el nuevo Estado.

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