Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Juan José Narciso Chúa

Hoy asistimos a un retroceso más en nuestra vilipendiada justicia, hoy vemos con dolor y coraje cómo aquellos jueces que se plantaron para hacer bien su trabajo, ellos quienes antepusieron la justicia y el derecho a cualquier prebenda, comisión ilícita, privilegio o puesto de alto nivel y bien pagado, para realizar al final su trabajo de arbitrar la justicia, elaborando resoluciones, justificando con la seriedad debida, sentencias que podrían molestar a muchos, pero su sustentación jurídica resulta indiscutible.

El juez Miguel Ángel Gálvez, ha presentado su renuncia a la Corte Suprema de Justicia, luego de luchar contra molinos de viento como un Quijote, luego de enfrentar afrentas de organizaciones anticomunistas, rebasadas por la historia, después de recibir amenazas veladas o explícitas, tanto dentro del recinto de la corte como de afuera de la misma, pero su pelea fue frontal, fue valiente, fue clara. Enarbolando el derecho como espada y aplicando la justica como símbolo del Estado de Derecho, hoy se hace a un lado, para evitar seguir siendo sujeto de todos los improperios posibles.

El mismo ha señalado con valentía, pero con precisión meridiana, palabras más o menos “hoy entendí que la cuestión de la justicia responde a una cuestión del poder”, entonces los poderosos en esta coyuntura terrible que hoy vivimos, han establecido las reglas del juego, acá se denuncia a los jueces decentes –Miguel Ángel Gálvez, Jassmin Barrios, por ejemplo-, a los fiscales valientes –como Juan Francisco Sandoval y Ericka Aifán, a los magistrados que cuestionan –como mi amiga la Mema–, a fiscales que hoy sufren de la miseria y la infamia –como las abogadas Laparra y Santizo–, como al ex Procurador de los Derechos Humanos –Jordán Rodas– y otro montón que están sufriendo exilio, infamia, muerte civil o persecución criminal.

La justicia además de permanecer enjaulada, hoy prácticamente se ha quedado huérfana de sus mejores hijos, de sus más dignos representante, de sus más caros jueces y fiscales, esos togados de la dignidad, esos abogados valientes, esos profesionales del derecho capaces y profesionales, esos que hoy son una muestra de que existen personas y profesionales que buscan ese legítimo Estado de Derecho, no los que han retorcido la justicia y se venden por centavos, puestos y privilegios. Esos sí merecen la vergüenza y el escarnio.

Ante un Estado cooptado, únicamente queda el poder del pueblo para rechazar, para luchar, para pelear cada palmo de lo poco bueno que resta en esta democracia encerrada, pero la lucha hay que darla. Las elecciones generales constituyen ese espacio en donde hay que bregar con fuerza en contra de todo el vendaval que se viene en contra de todos los que queremos un país y una sociedad distinta.

Estoy consciente que no son la salida y que se prefiguran mecanismos para propiciar un fraude electoral que va a empezar quitando candidatos con resoluciones absurdas y amañadas, que poco a poco se pretenderá dejar a dos o tres candidatos afines, aunque sean distintos son parte de esta orquestada campaña del mal que el Pacto de Corruptos ha delineado y no pretende soltar.

La arrogancia los va a perder, las maniobras los van a quebrar, están exultantes y eso los va a separar y la cobardía de las élites y el CACIF aceptando todo por satisfacer sus intereses, les va a estallar en la cara tarde o temprano.

Nuestra sociedad necesita despertar, pero también necesita conocer qué se está tejiendo, quiénes son los titiriteros que mueven piezas, aceptan la corrupción y la impunidad y ríen socarronamente, pero en el fondo saben del mal que están construyendo y que puede revertirse prontamente.

Traigo a colación la vieja consigna que Oliverio Castañeda de León nos legó y hoy hago eco de ella: “El pueblo unido jamás será vencido”.

*Lamento mucho el fallecimiento de Sergio Beltetón, un abogado de esos que hoy harán falta, para luchar por causas justas. Sergio era uno de estos abogados como Rony Galeano y Carlos Bezares, como Alex Balsells, como María Eugenia Morales y otro montón, que luchan todo el tiempo sin descansar, son, como diría Berthol Brecht, los imprescindibles.

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