“Los hombres son impotentes para asegurar el futuro; sólo las instituciones fijan el destino de las naciones.”
Napoleón Bonaparte
El deber ser de las instituciones es el servicio a la colectividad, en forma objetiva e imparcial, las personas son pasajeras por su misma finitud, las instituciones tienen que prevalecer, en el momento actual la duda que surge es ¿Prevalecerán? Y de ser así ¿Cómo lo harán? Un ejemplo del socavamiento de las instituciones más que evidente, lo constituyen las resoluciones judiciales, en las que el ser y el deber se encuentran en cada resolución más alejados, con las consecuencias que este divorcio trae a la sociedad en general.
Desde el momento en que, los responsables de las instituciones, las utilizan para proteger intereses particulares, recibiendo ordenes ajenas a las mismas, desnaturalizan el sentido objetivo de su misma existencia, ante los ojos de la sociedad a la que se deben, en el siglo en el que vivimos, hemos de aceptar, que el fin no siempre justifica los medios, porque depende su legitimidad de los métodos utilizados, los que en infinidad de ocasiones contrarían cualquier escala de valores.
El problema para la sociedad, es más grave que robarse los denarios de la Hacienda Pública, las repercusiones de actos anómalos, dañan irremediablemente las entidades, porque la sociedad en general pierde el total respeto no a las personas, ellas ya no lo tienen, se traslada, y eso es lo más grave que puede suceder, a quienes deberían ser garantes de idoneidad, en una auténtica democracia una resolución judicial es ley entre las partes, pero cuando esa resolución es cuestionable porque denota cuando menos desconocimiento de quien la emite y firma, o lo que es peor se presume prevaricación detrás de su emisión, esa resolución es un simple papel, más aún una caricatura de sí misma.
Estas situaciones provocan un mal sin precedentes, porque el límite que separa lo mundano de lo sagrado se destruye y todo se contamina de tal forma que el menosprecio a las personas se traslada a lo que ellas representan, es una degradación de lo público que ninguna sociedad se debería permitir, en la que los herederos de los sacerdotes que le dieron a Judas las treinta monedas, compran las voluntades que se dejan comprar, porque no cabe duda que delante de todo corrupto se encuentra un corruptor, el problema es que, increíblemente el corrupto alimenta al corruptor, y no viceversa como se podría creer, el inconveniente para ellos, es que no estamos solos, pertenecemos a un mundo cada vez más universal, y todo se sabe, se juzga y condena, no precisamente por la divinidad.
La institución que más en cuestión se encuentra en este momento, aunque no por ello es la única que lo está, es el Ministerio Público y quien la dirige, aunque es evidente que a ella le ordenan que debe destruir el sistema electoral, no porque este no sea legitimo sino porque no le parece a sus amos el resultado, centrando su ataque directamente en contra la elección del ejecutivo, porque ni a los diputados ni a los alcaldes se les hostiga, de ahí surge la pregunta ¿Cómo pudieron los fiscales de todos los partidos ser cómplices del supuesto fraude si utilizamos cinco boletas? Un agravante más ¿Cómo se fraguo el fraude para que ganara el voto nulo? Recordemos que ni Sandra ni Bernardo fueron la primera opción, lo fue el voto nulo señores.
Todos, aun los que por temor a lo desconocido, intereses o ideología incomprensible en este momento, se pronuncien a favor de lo que está sucediendo, sabemos que la fiscal está creando casos penales donde no existen, para que se repita el proceso electoral, cuando legal y legítimamente esto es imposible, los que defendemos el proceso, estamos claros de la problemática, sin embargo a los que se encuentran en contra, vale la pena preguntarles, ¿Se justifica la destrucción de todo un sistema porque no asuman las personas que no me gustan? Me parece que no nos podemos permitir que, en nombre de la ideología, que debería estar superada, se destruya la democracia y se favorezca la corrupción.
Las instituciones deben prevalecer sobre las personas, aunque actualmente las personas que las dirigen las degraden, este momento debe ser superado.