Grecia Aguilera

Periodista, escritora, filósofa y musicóloga. Excelsa poeta laureada. Orden Ixmukané, Orden de la Estrella de Italia, Homenaje del Programa Cívico Permanente de Banco Industrial, Embajadora y Mensajera de la Paz.

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Todo un acontecimiento fue, el tan esperado eclipse solar anular con “anillo de fuego”, que sucedió el pasado sábado 14 de octubre, y que mantuvo en expectativa a la mayoría del continente americano, de norte a sur.

Este fenómeno astronómico acontece, cuando la luna se atraviesa entre la Tierra y el Sol, cubriendo parcialmente a nuestra estrella regente; es decir que “ocurre cuando el diámetro aparente de la Luna, es más pequeño que el del Sol, ocultando la mayor parte de este y causando que el Sol parezca un anillo.”

El eclipse del 14 de octubre “recorrió la mayor parte de América y los mejores lugares para verlo fueron Estados Unidos, la Península de Yucatán en México, la mayor parte de América Central, Colombia y Brasil”.

En Guatemala inició a las 9:55:12, su apogeo fue a las 11:36:10 y finalizó a las 13:21:30 horas, los tiempos son muy precisos con un mínimo de error.

Fenómenos naturales como este son imposibles observarlos a simple vista, pues causa daños oculares que pueden ser permanentes o hasta ceguera, por ello se utiliza la tecnología, telescopios o lentes protectores especiales para su observación indirecta, que puede ser en tiempo real y con vistas únicas que no dañan los ojos.

La palabra eclipse proviene tanto del griego “ékleipsis” cuyo significado es desaparición, como del latín “eclipsis” que quiere decir oscuridad. De los eclipses de sol, el más impactante es el total, dentro de sus maravillosos efectos está el “anillo de diamantes” y “las perlas de Baily” que también surgen en los eclipses anulares; dichas perlas llevan el apellido del astrónomo británico Francis Baily, quien en 1836 se dio a la tarea de investigar este efecto y explicarlo como: “Una serie de puntos luminosos, con apariencia de diamantes visibles alrededor del perímetro de la silueta de la luna, durante algunos eclipses de sol”.

Ahora el admirable efecto llamado “anillo de diamante”, brota cuando queda solamente una perla con brillo extremo, dando la apariencia de un aro con su diamante incrustado en torno al borde lunar.

Recuerdo con entusiasmo, el eclipse total de sol del 15 de julio de 1991, que fue visible en Guatemala, mi señor padre el insigne filósofo León Aguilera, manifestó sobre este evento sideral: “Poder observar este eclipse total de sol fue un privilegio, advertir sus efectos durante su tránsito, su dinamismo y acción agudizó nuestros sentidos, sobre todo en su apogeo, en el que reinó la noche, se experimentó en tiempo inusual y brevemente el paso de la oscuridad, se observó cambios de comportamiento en la flora y la fauna silvestre. Las aves se dirigían a los árboles, a sus nidos; los animales diurnos a dormir y los nocturnos comenzaban a emerger.

Algunas florecillas se tornaban cabizbajas, cerrándose como adormecidas por la ennegrecida y temporal noche repentina; percibí en ese instante el alma de Dios en movimiento, como paseándose en un nuevo Edén, en un nuevo Paraíso, en un nuevo comienzo para los seres humanos”. El eclipse total inició a las 13:35 y terminó a las 16:06, definitivamente un sorprendente fenómeno cósmico.

Desde tiempos muy antiguos estas eventualidades astrales han causado grandes misterios en diferentes culturas, se han creado mitos, historias y leyendas, calificándolos en algunos casos como augurios y en otros como avisos o profecías.

Escritores y poetas han dedicado sus inspiraciones a los eclipses, como el famoso cuento de Augusto Monterroso titulado precisamente: “El Eclipse”, que relata de manera concisa, el destino de fray Bartolomé Arrazola, sacerdote español. En una de sus estrofas acota: “Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar…

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles”.

La reconocida empresaria, escritora y poetisa Aura Marina Castañeda Sagastume le escribió al eclipse total de sol del 15 de julio de 1991, un bellísimo poema titulado “Eclipse”, que figura en la página 71 de su magnífico libro “Hojarasca”, los versos van describiendo espléndidamente el sentir de la autora en el momento en que va sucediendo el fenómeno natural, congregando en sus estrofas el tríptico sagrado de los poetas, conformado por: Dios, la patria y el amor:

“Noche fugaz de singular belleza,
regalo celestial para la tierra, beso húmedo de paz al
suelo enviado
en apocalipsis de grandeza.

Te envió el Creador para viajar sublime,
sobre esta patria de dolor cansada
y en tu viaje espacial ¡cuánto redimes!
en tanto corazón acongojado.

Se me antoja romántica viajera…
que al fin lograste realizar tu anhelo
pues persigues constante allá en el cielo
al astro rey que a ti jamás te espera.

Y en tu encuentro nupcial luna traviesa
la ojera de tu sombra bajó al mundo…
y todo fue oración sobre las penas…
y el hombre embelesó en placer profundo…

Mi verso no podía alcanzar tu sombra
pero donde al jardín cubrió el suelo con mis hijos
caímos de rodillas
y alabamos a Dios ¡Cuánto me asombras!”

Es realmente una experiencia extraordinaria tener la oportunidad de observar estos fenómenos naturales, los sentimientos y emoción que causan. Fue asombroso el eclipse solar anular con “anillo de fuego”, del pasado martes 14 de octubre.

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