Factor Méndez

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Defensor Derechos Humanos. Catedrático. Periodista/Escritor. Estudió Derecho, Derechos Humanos y Trabajo Social en Guatemala, Honduras y Costa Rica. Catedrático San Carlos y Rafael Landívar. Fundador Centro de Investigación, Estudios y Promoción de Derechos Humanos CIEPRODH. Autor de ensayos y artículos sobre temas sociales, políticos, memoria histórica y Derechos Humanos.

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Factor Méndez Doninelli.

Cuando faltan pocas horas para que suene la última campanada que indica el fin del 2021, se anuncia el nacimiento de un nuevo ciclo anual y se da la bienvenida al año nuevo 2022. Como lo señala la tradición entre la especie humana, se reparten por doquier abundantes deseos de felicidad, amor, prosperidad y solidaridad. Para pocos sus sueños serán realizados, pero para las grandes mayorías son inalcanzables.

En Guatemala, el 29 de diciembre se conmemoró el aniversario veinticinco de la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera, mismo que forma parte de un conjunto de acuerdos que pusieron fin al Conflicto Armado Interno que durante 36 años (1960-1996) polarizó y castigó a la población guatemalteca. Se creyó que dichos acuerdos podían ser la hoja de ruta para tender una agenda de país que permitiera el desarrollo y consolidación de mejores condiciones económicas, sociales, políticas y culturales para los habitantes y la Nación. Pero al hacer un balance de estos veinticinco años, la paz no llega, al contrario se ha retrocedido, no hay progreso.

Con solo revisar los indicadores sociales, culturales, políticos y económicos podemos comprender con facilidad la situación de subdesarrollo del país y de sus habitantes. La pobreza aumentó, hoy hay más pobres que hace 25 años, la clase media se redujo. La desnutrición crónica infantil tampoco disminuyó, en 2021 el número de casos se triplicó con relación a años anteriores y las muertes de niños menores de cinco años por desnutrición aguda se duplicaron este año. El desempleo y los bajos salarios son otras variables negativas. La pandemia de la Covid 19 como ocurrió en otros países, vino a aumentar las penas y necesidades de la gente.

En materia de acceso a la salud, Guatemala ocupa el último lugar en América Latina con respecto a la vacunación de su gente. Dos años después de haberse declarado la pandemia, aún el país no tiene el equipo de laboratorio necesario para verificar el tipo de variantes que existen en Guatemala, para saberlo tiene que enviar las pruebas a laboratorios de Costa Rica y Panamá debido a que el Ministerio de Salud carece de un secuenciador genómico. Hasta hoy, se desconoce si ya está en el país la variante ómicron y cuántas personas pueden estar contagiadas, lo real es que hay un aumento de contagios.

Las condiciones negativas económicas y sociales de la población obligan a emigrar en busca de oportunidades para alcanzar una vida digna. Guatemala es un país que expulsa a su gente. En 2021 más de diecisiete mil hombres, mujeres, jóvenes, adolescentes, niñas y niños fueron retornados desde México y Estados Unidos. La persistencia de la desigualdad, racismo, discriminación, inequidad y otras violencias estructurales como el hambre, la desnutrición, la violencia contra la mujer, la represión contra comunidades indígenas, provocan la emigración masiva de personas que en 2022 no se detendrá.

En contraste, en términos macro económicos los gobernantes se regocijan anunciando que 2021 fue el mejor año para la recuperación económica, pero esa riqueza no se refleja en el bienestar común.

Finalizo este breve balance reiterando reconocimiento a todo el personal de salud sin excepciones, tanto del sector público como privado, por ser los únicos y verdaderos héroes y heroínas que en estos dos años de pandemia hacen lo mejor que pueden en medio de limitaciones, falta de equipo, insumos, medicinas y vacunas. En esas condiciones, es dudoso desear feliz año nuevo.

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