Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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El vacío existencial de la educación en Guatemala es la educación técnica. Ciertamente tenemos problemas graves, infraestructura escolar abandonada, niños y niñas con desnutrición, falta de aprendizaje, principalmente de matemática y lenguaje y a pesar de la gravedad de estos problemas me atrevo a opinar que es la ausencia de una visión integradora de educación técnica nuestro problema principal. Aquí promuevo una educación técnica, no tecnocrática, que permita a las personas tener vidas económicamente productivas, políticamente participativas y culturalmente significativas. El entendimiento práctico de la ciencia, la tecnología, la matemática y la ingeniería son fundamentales y este precisamente debería ser el objetivo de una educación técnica integral, no tecnocrática, enfocada en la formación integral de los y las ciudadanas.

El problema no es la ausencia de la educación técnica. Guatemala tiene cientos de programas de educación técnica en secundaria y algunos programas de educación técnica en la educación superior y otros en sistemas no escolarizados. Sin embargo, el problema es la calidad y la direccionalidad. Los programas de educación técnica no tienen una dirección. No hay política de educación técnica que pueda integrar a nivel nacional los tantos programas de educación técnica. En principio, la educación técnica debería tener un lugar en la primaria, una continuación sistémica en secundaria y finalmente debería existir una sólida y pertinente oferta de educación técnica en la educación terciaria, esto es, en la educación superior guatemalteca.

En la secundaria guatemalteca se ofrecen más de 200 especialidades. Esta oferta de más de doscientos títulos de secundaria en educación técnica vino a competir, y literalmente a desplazar, al Bachillerato en Ciencias y Letras, que era la opción tradicional de los que querían ingresar a la universidad. Los que no querían ingresar a la universidad, o no podían, optaban por ir a Magisterio o a Perito Contador. Durante las últimas tres décadas se ha dado una intensa diversificación en la oferta de educación técnica secundaria formal, como lo reflejan los títulos más variados, tales como técnico en «aviación», técnico en «ciencias de la salud», técnico en «ingeniería» y así decenas de nombres impresionantes. Lo triste es que los técnicos en aviación no han visto un avión en su vida. Los técnicos en ciencias de la salud, que supuestamente irían a medicina, son una mala caricatura de un técnico real en salud, reflejando la oferta prematura de especialización del sistema, que solamente es para atraer a un público ávido de opciones y que son sorprendidos en su buena fe.

Hay poca oferta de programas de alta calidad en educación técnica en el país, programas que realmente entregan lo que ofrecen, pero aun estos pocos carecen fundamentalmente de dirección.  Esto es, los egresados de estos institutos tecnológicos de alta calidad, no saben hacia dónde dirigirse al final de sus estudios secundarios. Las universidades guatemaltecas no se han quedado atrás y ofrecen programas técnicos a diestra y siniestra, sin dirección ni sentido. La Universidad Galileo ha sido la campeona en esto. Sin embargo, ninguna de las ofertas de educación superior va a lugar alguno. La Universidad Nacional, la de San Carlos, no se ha quedado atrás. Mucho de la oferta, ya sea de carreras cortas como profesorados, o aun las licenciaturas, son de naturaleza «técnica». Nadie puede negar que un ingeniero en Guatemala sea un técnico. Alguien puede dudar que un abogado sea un técnico, pero la revisión de su práctica y del currículo que lo formó hace concluir que es un técnico, muchas veces tecnócrata, no jurista. Muchos programas universitarios guatemaltecos, ya sean licenciaturas o no, son una oferta de tipo técnica. Pero ninguno de ellos se ha creado obedeciendo un norte, una direccionalidad, un hacia a donde, es decir, no obedecen política que los direccione.

Este navegar sin brújula no escapa de otras trayectorias hechas por navegantes de la educación técnica guatemalteca, entre ellas destaca la trayectoria del Intecap, el Instituto Técnico de Capacitación y Productividad. El Intecap se considera a sí mismo como el líder de la formación profesional de los trabajadores. Y en efecto, tiene una buena reputación, exceptuando el reciente nombramiento del exdiputado Chinchilla para ocupar el importante puesto de gerente del Intecap, demostrando una malísima decisión del presidente Arévalo. La débil estructura de la educación técnica, la ausencia de una visión de educación técnica nacional, la ausencia de políticas que direccionen esta importante formación desde la preprimaria hasta la universidad, privilegiando programas cortos de educación superior son parte de los grandes problemas que ya tenemos y si a eso le agregamos el manipuleo político (políticas) de que al frente de instituciones estén politiqueros, corruptos, mafiosos, poca esperanza tenemos.

En un país con 230 programas de educación técnica en secundaria, programas que en el fondo no están resolviendo problemas, sino generando problemas, debemos hacer un replanteamiento de la formación en educación técnica desde una perspectiva integral. El Intecap es ejemplo en la parte de formación para el trabajo, la parte laboral, el Instituto Tecnológico Universitario Guatemala SUR, ITUGS, es ejemplo en la formación integral universitaria, así como los programas técnicos de la Universidad del Valle en el sur. Estas experiencias, así como el trabajo realizado con apoyo de AID en su proyecto La Educación Técnica Universitaria y su Relación al Mercado Laboral, realizado por FHI 360, es una herramienta indispensable en el replanteamiento que está pendiente de la educación técnica.

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