Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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Cuando hablo de Golpe de Estado hay que reconocer que nuestra democracia ha evolucionado un tanto. Ya no esperamos a que Ríos Montt de un cuartelazo militar como cuando derrocó a otro dictador: Lucas García, más bien con la retórica educada que da la pretensión de vivir en democracia, los nuevos politiqueros civiles han aprendido a imponer sus presidentes, diputados, alcaldes y cortes utilizando el miedo, la construcción de un imaginario falso, el uso y abuso de las redes sociales, la tergiversación de la Ley, el manipuleo de las comisiones de postulación sin importar destruir todo cuanto tienen que matar de una y otra institución. Así las cosas, Giammattei es la punta de lanza de un vector cuya dirección apunta a lo que le indique el Pacto de Corruptos, esto es, mantener el estado de cosas que permita el saqueo de lo público. 

Pero Giammattei no es todo, él cree que es todo, pero no. Jimmy Morales tampoco lo fue todo. Estos sólo son peones de poderes más fuertes que ya hemos entendido desde antes de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, CICIG. Con la Comisión aprendimos que estas estructuras están insertas en las instituciones públicas y forman un entramado de actores coludidos con empresas privadas, muchos de ellos sobreviven gobiernos. Cuando Morales escogió a Porras como fiscal general lo hizo comprando impunidad. Sólo una mente perversa puede escoger a otras más perversas. Así, esta clica se ha alineado con los poderes que han cooptado Guatemala, poderes económicos mayoritariamente, grandes capitales que se han hecho ricos con la corrupción, esto es, con el negocio de: la construcción, los fármacos, la migración, la trata de personas, el azúcar, el alcohol y el alcoholismo, las aduanas, los puertos, las minas, el petróleo, el deporte, las frecuencias de televisión y radio, las universidades, los hospitales, las autopistas, los seguros inexistentes de alumnos y cuanto puedan abarcar. Esto son los que no quieren que llegue Arévalo a la presidencia y han construido este plan de emergencia llamado Golpe de Estado en Cámara Lenta (término de Aquiles Faillace), que nace, crece y se desarrolla en la mente manipuladora de Miguel Martínez, un ingeniero que no es ingeniero sino un ente, producto de la corrupción imperante en la Universidad de San Carlos. 

Las instituciones están cooptadas porque la democracia instaurada en el gobierno de Cerezo fue de mentiras. En el fondo, recién estamos aprendiendo a vivir en democracia. Hemos sido gobernados por manipuladores compulsivos, psicópatas integrados cuya característica principal es que son incapaces de sentir remordimiento alguno, no tienen moral. Peor aún, mienten a diestra y siniestra, sin movérseles un músculo de la cara. Así Giammatei dice «entregaré la presidencia a Arévalo…», miente. Estos mentirosos compulsivos cuya vida emocional privada refleja el relajo público que han creado no tienen limite en sus ambiciones y esto le queda ad hoc a los jefes del Pacto de Corruptos mencionados arriba con el agregado del narco, un poder oculto cada vez más visible en el lavado de activos que tergiversa la economía local y la destruye, pan para hoy y hambre para mañana. 

Con la elección popular de Arévalo a la presidencia se abre otra oportunidad para Guatemala, pero será oportunidad en tanto los guatemaltecos reconozcan que el cambio no es el producto de un presidente, sino la convicción de un pueblo de que las cosas tienen que ser diferentes. Si no, entonces, vendrá Arévalo, cambiará ministros, tendrá un bello plan de transformación y todo quedará igual: desnutrición, pobreza, desigualdad, corrupción, violencia con sus indicadores perversos que nos caracterizan.

El cambio debe ser de todos, de todas, de todos los pueblos, de todo el territorio, este no es un milagro, este cambio solo puede ser el producto consciente de cambiar la dirección y sentido del vector del poder público hacia una Guatemala más justa, más próspera, más humana, donde migrar no sea obligatorio, donde decir la verdad no sea castigado con el exilio ni con la cárcel, donde la desnutrición sea erradicada, donde las minas sean nuestras, donde el petróleo no haga más millonarios a los millonarios, donde la universidad pública no esté cooptada y podamos limpiarla del usurpador pseudo rector Walter Mazariegos, donde la educación pública sea limpiada y podamos erradicarla de la enfermedad sindical llamada Joviel Acevedo, ahora miembro honorario de la Junta Directiva del INTECAP (Instituto Técnico de Capacitación y Productividad), previamente dirigido por el actual vicepresidente corrupto Guillermo Castillo, quien no hizo nada de nada, menos por la ciencia y la tecnología de este país, como es su obligación (Artículo 80 de la Constitución). 

Merecemos una nueva Guatemala. Merecemos una nueva oportunidad. Esto solo será el resultado de la recuperación emocional, individual y colectiva, de los traumas que dejó la guerra, de las heridas del genocidio para que esas cicatrices nos recuerden, que no queremos más dictadores, no queremos más de lo mismo. Por eso el Pacto de Corruptos debe entender de una vez por todas que les llegó su sábado y que su muerte política está anunciada desde aquel glorioso 20 de agosto del 2023, cuando decidimos no caer en lo mismo, cueste lo que cueste, defenderemos este cambio. 

Es ahora o no será nunca Guatemala. 

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