Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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Mientras caminamos hacia las urnas este 20 de agosto, debemos pensar en cómo vamos a transformar este país nuestro lleno de retos para que deje de ser solamente un paisaje hermoso y se transforme en un territorio que le da espacios de libertad e innovación a nuestros hijos e hijas, amigos y amigas, connacionales todos, todos lo de aquí o de allá que quieran vivir en Guatemala. Para eso hay que hacer explícitas algunas creencias falsas que nos han bloqueado el desarrollo:

  1. El trabajo es un castigo
  2. Las leyes se hacen para no cumplirlas
  3. Los empresarios son ladrones 
  4. Debo trabajar sólo y no decir mis secretos
  5. Esto nunca va a cambiar 
  6. Hay culturas superiores

Herederos de una cultura judeo-cristiana hemos aprendido a ver el trabajo como castigo y hemos asociado el trabajo con la esclavitud: «trabajo como negro», aún se dice. Los guatemaltecos son realmente trabajadores, pero existe un grupo de paisanos que se han dedicado a no trabajar y sí a usurpar instituciones, cooptándolas para sus intereses egoístas. Esa usurpación es el producto de una creencia falsa de que es mejor tener el dinero fácil que conseguirlo por medio del trabajo honesto. Todos sabemos que el objetivo del trabajo es mucho más que el dinero, es servir a otros, es crecer emocionalmente, nosotros. Ya el viejo Freud decía que la Salud Mental era la capacidad de amar (A) y trabajar (T); esta es una conjunción, esto es; una proposición lógica que sólo será verdadera cuando la proposición A es verdadera (V) y la proposición T también es verdadera (V): A^T es verdadera, sólo y sólo si amamos y trabajamos al mismo tiempo.

En una sociedad proactiva e innovadora, el trabajo está mediado por tecnologías capaces de hacer más productivos los sistemas económicos, fuertemente conectados a los subsistemas culturales de la innovación en un andamiaje político de certeza jurídica. Para eso se requieren universidades y tanques de «pensamiento», principalmente institutos tecnológicos superiores, no tecnocráticos: capaces de innovar y crear nuevas formas de trabajo. Eso solamente se da en un ambiente de libertad y estabilidad legal que permita certeza para los innovadores y empresarios. Aquí nuestra Guatemala tiene buenos ejemplos de innovación. 

Pero ese ambiente de innovación no será posible sino rompemos falsas dicotomías como la de trabajador/empresario. No es cierto que los empresarios en general sean ladrones. Hay un pequeño grupo de empresarios de la Elite Depredadora que soportan al Pacto de Corruptos. Pero la mayoría de empresarios guatemaltecos luchan cada día en ambientes inciertos, presionados por instituciones cooptadas. No hay sociedades modernas sin empresarios, esto es; empresarios de producción de bienes y servicios, algunos materiales y otros culturales, pero empresarios que requieren un ambiente de libertad para la innovación, certeza jurídica para la contratación en condiciones justas para los trabajadores y aseguramiento que sus impuestos no se irán a los bolsillos de politiqueros como abundan en este paisaje nuestro. 

Debemos entender de una vez por todas que el aprendizaje no es algo que pasa en la mente platónica de un ser aislado. Debemos aprender a trabajar en comunidad, desde el prekínder hasta los postdoctorados, en todos lados, afuera y adentro de las escuelas. En general, los aprendizajes son sociales y la capacidad de trabajar e innovar se aprenden en sociedades abiertas. Para ello tenemos que tener una visión positiva del futuro, no queremos más de lo mismo, rateros, corruptos, usurpadores del Estado, no. Debemos pensar en la nueva primavera guatemalteca con una visión optimista del futuro, dispuestos a defender hasta con las uñas y los dientes nuestra nueva oportunidad de renacer. Si es posible el cambio, el cambio con respeto a todas las culturas que nos forman, a todas las identidades que nos constituyen y de donde emerge esta identidad guatemalteca, de no robar, de no manipular, de no mentir para podernos transformar. 

No hay fórmula mágica para el cambio. No lo hará el partido político X y menos el otro partido del extraterrestre, Y. Aquí debemos trabajar todos, pero un partido político sin corruptos y con gente competente, profundamente humanista, tiene más opción para facilitar el cambio que el otro. Ya no hay marcha atrás, nuestro país, nuestro paisaje, nuestros ríos, nuestros lagos, nuestros volcanes, nuestras culturas, todos; nuestros niños y niñas, todas, nos lo exigen.

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