Fernando Mollinedo

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Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

Prácticamente está finalizado el ciclo escolar en Guatemala; hoy es el último día de actividades en las escuelas oficiales en relación a la recepción de trabajos de investigación realizados por los alumnos, y la entrega de certificados y diplomas en los actos de clausura serán durante esta semana.

Entonces, es propicio evaluar los resultados de la acción educativa durante este año; alumnos, maestros, directores de escuelas primarias, institutos básicos y diversificados, “supervisores” administrativos porque pedagógicos no hay, y a los directores departamentales, TODOS DEBEN SER EVALUADOS. Lamentablemente, la Ley de Educación Nacional no la cumple el mismísimo gobierno. Artículo 70 de la Ley de Educación Nacional.

A los alumnos los evalúan los maestros y profesores; a los directores de escuelas e institutos ¿quién los evalúa? Simplemente NO HAY EVALUACIÓN PARA ELLOS y, por lo tanto, seguirán sintiéndose el non plus ultra, es decir, los que creen saber todo protegidos por las autoridades y dirigiendo los centros escolares de acuerdo a su lógica común, porque desconocen la legislación educativa.

Los supuestos supervisores educativos desempeñan un trabajo administrativo, ya que NINGUNO se acerca a los maestros y profesores para indicar o sugerir procesos pedagógicos; sólo ejercen funciones inquisitivas parecidas a las policiales porque también no conocen la legislación y no están actualizados en temas pedagógicos, ya que la mayoría son maestros de educación primaria y catedráticos de educación media sin experiencia administrativa reubicados por diferentes problemas.

Los Directores Departamentales de Educación son una especie de pequeños reyes y reinas en su jurisdicción: inaccesibles, siempre están ocupados y muy rara vez atienden al público que necesita hablar en forma personal y directa con quien pueda tomar decisiones y no con el chorro de “asesores” que se comen los mandados y son ellos quienes sí les cae bien los interesados “dan cita” para hablar con sus jefes inmediatos.

¿Por qué no se evalúa a los maestros y al personal administrativo del Ministerio de Educación? es importante tener un “control de calidad” para conocer el grado cultural de las personas que enseñan a los estudiantes, para poder inducirlos, sí fuera el caso, a recibir una verdadera profesionalización, actualización y capacitación. Pero, ahí viene el problema; en Guatemala ¿quién o quiénes pueden dar ese tipo de verdadera capacitación?

La aborrecible politización de la educación pública en Guatemala hace que en un país de casi 18 millones de habitantes sean los estudiantes quienes pierden, es decir, PIERDEN TODO SU FUTURO AL ESTAR SUJETOS A UN SISTEMA EDUCATIVO OBSOLETO DE MAGISTER DIXIE DONDE LOS MAESTROS NO ENSEÑAN A PENSAR, PUES LAS ÓRDENES DE LOS AMOS DEL PAÍS SON, EN TODO CASO, ENSEÑARLES A OBEDECER.

Por eso, el abandono de los estudios entre las edades de trece a dieciocho años en el nivel secundaria en el año dos mil veinte fue del ochenta por ciento al no lograr las competencias para la vida y productividad; en palabras más sencillas: perdieron el grado a pesar de que el Mineduc flexibilizó los criterios de evaluación para favorecer la promoción estudiantil y no se volvieron a inscribir.

El estudio “Escasez de Talento 2022” a cargo de la empresa Manpower Group, Prensa Libre 3 de noviembre 2022, refiere que en Guatemala este año la falta de personas calificadas para ocupar puestos de trabajo llegó al 77 por ciento. Culpa o responsabilidad completa de sus maestros y catedráticos.

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