Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

Para que el presente artículo tenga ilación, es necesario conocer la diferencia entre las palabras COSTO y COSTE puesto que, aunque parecieran similares tienen un significado diferente: COSTO es la cantidad que se da o se paga por algo; mientras que COSTE quiere decir el gasto realizado para la obtención a adquisición de una cosa o de un servicio, es decir, la cantidad que se pagó y que pudiera aumentar por diferentes razones.

En el ambiente económico nacional se entienden como similares o sinónimos las palabras antes definidas; pero en el contexto sociopolítico, se entenderá como “lo que se tuvo que pagar” y lo “que se pagó” para seguir viviendo.  Me refiero a que la población guatemalteca se ha manifestado abiertamente en acusar y vilipendiar a Rusia en la guerra que sostiene contra Ucrania, y, al ver el movimiento de desplazados civiles huyendo hacia países pues irremediablemente llama a la lástima y conmiseración.

La guerra interna librada en Guatemala que duró más de 36 años sigue vigente, ahora ya no con armas letales, ahora con el ahorcamiento económico que ejercen los industriales, comerciantes, banca, finqueros, importadores y distribuidores de combustibles, empresas que venden a precio elevado la energía que obtienen gratis de los ríos nacionales, y, por si fuera poco, también el descarado desfalco al erario nacional por parte de la burguesía de servidumbre de la oligarquía nacional y empresas transnacionales.

Durante la guerra interna de Guatemala ¿quién se condolió de los miles de miles de desplazados que tuvieron que dejar sus casas, ir al exilio voluntario, cuando pudieron, atravesando montañas, ríos y con el sufrimiento de dejar a sus familiares masacrados con bombas incendiarias de napalm, decapitados, “fusilados” de forma sumaria por militares ignorantes pero obedientes y no beligerantes.

Las noticias televisivas de esa época, aunque con precariedad, mostraron el éxodo de millares de mujeres huyendo de los horrores e injusticias de la guerra con niños en la espalda y unos pocos “tanates” donde guardaron sus herencias milenarias; ¿quién se condolió de ellas, así como se conduelen de quienes huyen de la guerra en Ucrania?

Aquí también, iban huyendo niños, ancianos, mujeres por parir y otras con recién nacidos, pero como la sociedad maneja una doble moral, hoy sí se conduelen de la población ucraniana, pero poco les importó el éxodo de las miles de personas que buscaron refugio en el país vecino: México.  ¿Quién se condolió por la persecución de periodistas, el exilio, asesinato y desaparición forzada de miles de estudiantes, obreros, sindicalistas, catedráticos universitarios, religiosos y campesinos?

¡Qué no se nos olvide nuestra Historia manchada con sangre inocente de la población desarmada contra quien apuntaron sus armas los sirvientes uniformados del sistema!  Y sigue la matanza selectiva con métodos y formas contra las cuales no se puede luchar abiertamente, es decir, que el sistema limita a la población a subsistir, ni siquiera a vivir con el mínimo de dignidad.  La ironía de hoy: ¡QUÉ DIOS BENDIGA A GUATEMALA! ¿Cuál Guatemala?  ¿La de los ricos, explotadores y ladrones?

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