Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

¿Cómo funciona nuestro país? Las conductas públicas de los gobernantes no tienen límites conocidos para ellos; creen ser omnipotentes y que eso les da el derecho a comportarse de forma prepotente y abusiva con la población que los eligió, llegando al extremo de utilizar la venganza disfrazada de disimulo.

Usualmente los gobernantes pasan el tiempo entre encuestas, consultas, informes y conferencias con el simple objetivo de confundir, distraer y sermonear a la población con un palabrerío ineficiente, mientras los verdaderos problemas sociales como la crisis hospitalaria, compra de vacunas, plan de vacunación, desnutrición infantil, hambruna en el Corredor Seco, delincuencia común, organizada e institucionalizada avanzan sin valladar alguno.

La Historia de Guatemala nos permite conocer que el poder de los gobernantes ha sido utilizado por quienes lo han ejercido, para exterminar rivales políticos o para hacerse multimillonarios, ya que cuando lo tienen y han tenido, creen ser los seres superiores destinados por su dios y para ello acudo al recuerdo en retrospectiva de los señores Jimmy Morales, Álvaro Arzú, Álvaro Colom, Alfonso Portillo, Efraín Ríos Montt, Jorge Serrano, Romeo Lucas, Vinicio Cerezo Arévalo, Miguel Ydígoras Fuentes, Jorge Ubico, Manuel Estrada Cabrera, José Rufino Barrios y otros.

En Guatemala, el peor matrimonio que se ha dado es la unión perversa entre la demagogia y la incompetencia. A todas luces sale a relucir el cobre de los funcionarios (hombres y mujeres) que, sin el menor recato, hasta hoy se han aprovechado del puesto para desfalcar las finanzas del Estado, no sólo en materia económica, también en bienes muebles e inmuebles y creyéndose los dueños de la “finca” vendieron a precios ridículos las instituciones y empresas nacionales ¿recibieron su respectivo soborno?

La validación de los caprichos presidenciales y de sus amos financistas fue y es un torrente de miasma que a través de los años nos tiene en estas condiciones de pobreza y pobreza extrema; no sólo en aspecto económico, también en cultura general, salud y desarrollo integral. Como resultado de ello, vemos la actual expoliación del erario nacional de la forma más permisiva, descarada y vil como la de los gobernantes antecesores.

Los funcionarios miran con indolencia las noticias relacionadas con la delincuencia en sus dos primeras variantes: común y organizada, la institucionalizada no la ven porque son parte de ella y que se diga que el ejército genera una sensación de seguridad es una conclusión burda pues estamos ante un escenario de militarización que, como sombra, va cubriendo el país.

En materia educativa es necesario: 1) vacunar a la población escolar como prioridad social, 2) recrear las escuelas normales como instituciones magisteriales educativas específicas, 3) crear institutos de educación técnica en cada uno de los departamentos o en su caso regionalizados para atender las necesidades de la industria, y 4) seleccionar personal capaz para la administración del Mineduc. Esto es obligación del Estado, la población paga impuestos y por eso no está pidiendo limosna.

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