Fernando Mollinedo

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Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

En la última cadena nacional de información, el señor Alejandro Giammattei en su papel de presidente de turno de la República de Guatemala, manifestó el próximo retorno a clases presenciales para la escolaridad oficial; con esta acción se está dando marcha atrás a la política de protección al sector infantil y juvenil contra el Covid-19 que, en un inicio fue la prioridad sanitaria.

Las marcas negativas dolorosas e imborrables más la multiplicación de dramas que ha dejado en la memoria colectiva durante más de un año y medio la pandemia, no desaparecen con la forma lenta en que se avanza en lo correspondiente a la aplicación de las vacunas, lo que ha perfilado una gran crisis en materia de salud emocional y mental y la famosa semaforización que en muchos casos parece no tener lógica.

Llegamos a la mitad de 2021 y el número de contagios y fallecidos aumentó considerablemente en relación a meses anteriores; los llamados de la Organización Mundial de la Salud, gobiernos locales y municipales para a resguardarse del coronavirus han sido como llamados para asistir a misa; la negligencia está presente (más de 100 capturas el pasado sábado por la noche) con los funestos resultados como producto de actitudes y conductas desafiantes de hombres y mujeres que se consideran inmunes al virus.

Los irresponsables promotores de empresas comerciales transnacionales de los cada vez más frecuentes eventos masivos no repararon en el riesgo de contagios pues consideran que la pandemia ha concluido y que el efecto de las irrisorias vacunas inoculadas permiten ese desenfreno en pos del supuesto derecho a la libertad de acción; pues sin lugar a dudas, su interés económico no tiene reservas y no les importa la vida de la población joven que es a quienes van dirigidos estos espectáculos y no están inoculados.

Desempleo, cierre de negocios, incremento de delitos y zozobra permanente ante los riesgos de contagio, provocan el desplome de las finanzas personales; la pandemia estableció abruptamente cambios radicales en la vida de la población, así mismo dio la oportunidad a sectores del gobierno para realizar sus objetivos de bienestar nacional; sin embargo, los tres organismos del Estado se han esmerado en mostrarse como guardianes de los intereses de sus amos: la oligarquía.

En términos generales y específicos, la salud pública DEBE SER PRIORIDAD GUBERNAMENTAL y atendérsele en sus ingentes necesidades materiales y humanas; contrario a ello, los gobernantes (huéspedes del poder por 4 años) han endeudado de forma superlativa al país, caracterizado por la polarización, el encono y la confrontación ideológica de la cual la mayoría de políticos, supuestos liberales y conservadores, desconocen su desarrollo histórico y repiten como loros amaestrados consignas estúpidas que retratan su escasa calidad, ignorancia y crueldad.

La empatía, otredad y generosidad no se han extinguido pese a lo que está pasando la humanidad, prueba de ello es la donación de vacunas que ha recibido Guatemala país conocido como paupérrimo, pobre y desfalcado con una población indolente ante su ignominiosa realidad.

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