Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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“The powers that be” es una expresión en idioma inglés que es utilizada para referirse a una persona o grupo de personas que tiene o tienen autoridad o poder sobre un asunto en particular, en español se les llama comúnmente poderes fácticos. 

En esta coyuntura que vivimos actualmente en Guatemala, tanto el Ministerio Público y quienes llegan a dar órdenes allí, como diputados, cortes, además de personas particulares, algunos medios y formadores de opinión, están siendo instrumentalizados por estos grupos de personas, “the powers that be”, para impedir la transición de mando que, de acuerdo con los resultados electorales ya oficializados por el Tribunal Supremo Electoral, debería darse el 14 de enero próximo.

El objetivo ulterior a este sinfín de demandas, solicitudes de retiros de antejuicios y demás argucias leguleyas, ratificadas por jueces y cortes debidamente apalabrados, es evitar a toda costa que el binomio electo, Bernardo Arévalo y Karin Herrera, asuma sus cargos.  

Detrás de todas estas movidas es obvio que hay fuertes incentivos económicos que “the powers that be” les dan a quienes de una u otra forma están involucrados.  Estos poderes fácticos tienen muchísimo que perder si se da la transición de mando.  Muchos de ellos son dizque empresarios que, en muy poco tiempo, de cuatro a ocho años, han amasado enormes fortunas a expensas de saquear el Erario.  Son dizque empresarios que, en un mercado competitivo, sin prebendas y sin licitaciones amañadas, serían incapaces de generar una fracción de lo que hoy en día logran.  En este grupo incluyo a alcaldes, diputados y funcionarios públicos, actuales y anteriores, además de sus socios y testaferros.

La influencia que ejerce este grupo denominado “the powers that be” sobre otros diputados, jueces y magistrados debe ser enorme.  Basta ver la denuncia pública que el diputado Enrique Montano hiciera sobre las amenazas que él y su familia recibieron, para entender y dimensionar el poder que tiene este grupo y hasta dónde están dispuestos a llegar.  

¿Qué podemos hacer nosotros, los ciudadanos de a pie, ante semejante poder?  Tenemos muchas armas, aunque no seamos conscientes de ello. Podemos repudiar en público a los particulares y a los funcionarios públicos que están prestándose para este juego.  Entiéndase por favor, mi estimado lector, que bajo ninguna circunstancia me refiero a actos violentos, por mucha indignación que nos causen estas personas. Nuestro repudio debe ir enfocado a expresarles en público que son corruptos, a negarnos a venderles algo o a prestarles un servicio, si sabemos que son personas corruptas o que se prestan para ello.  En alejarnos de ellos, si vienen en nuestra dirección.  

Tenemos el poder de hacerlos sentir de a centavo por prestarse a acabar con nuestra democracia.

 

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