Edith González

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Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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La época más bonita del año dicen muchas personas. Es momento de  fiesta de convivios, de reuniones familiares, de hacerse un poco el loco en la oficina, de descansos más prolongados.  Pero también es la época del descuido, de los gastos  sin medida, de los tragos sin control,  de trasnochar  de más, de romper la dieta, e incluso del descuido de niños y de personas mayores.

Es una época de cierre y reflexión dicen otros, los que piensan en su futuro y el de sus familias, los que piensan en ser mejores personas y formulan propósitos que quizás  se queden allí  porque sólo lograron dar el primer paso, pero pensaron en un  cambio.

Para algunos es una buena época, para otros no lo será tanto como para esos ancianos  que viven en las instituciones, o esas personas que viven en la calle y están aún peor o esos miles de niños que en ningún otro momento de la historia desde la Segunda Guerra Mundial,  han tenido más necesidad de ayuda y supone un desafío sin precedentes.

El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF  considera que  en todo el mundo, los niños y las niñas se enfrentan a crisis catastróficas como nunca antes había ocurrido: desde olas de calor abrasadoras hasta una crisis mundial de hambre, pasando por cifras récord de desplazamiento y conflictos mortales.

Y las  necesidades  aumentan a medida que el cambio climático afecta a la frecuencia, la intensidad y la duración de las situaciones de emergencia humanitaria, intensificando las desigualdades en todo el mundo, generando nuevas oleadas de conflictos, desplazamientos   y enfermedades. Y junto a ello la delincuencia se activa.  Junto a la crisis climática están los conflictos familiares, la  falta de empleo, los vicios de los padres,  los bajos salarios y la subida de precios de la canasta básica.

Hoy, los niños y niñas con desnutrición aguda severa tienen hasta 11 veces más riesgo de morir por enfermedades que los bien alimentados. Según UNICEF de acuerdo con el informe oficial de la   Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Presidencia de la república de Guatemala, SESAN en 2022, los departamentos que reportaron más casos de desnutrición aguda este año son Guatemala (que incluye la capital del país), con 1,751 menores desnutridos, seguido de Escuintla (sur), con 1,597 menores en dicha situación y Alta Verapaz, que suma 1,045.

UNICEF dice:  en Guatemala el 49,8% de los niños sufre desnutrición crónica, esto es, 1 de cada 2. Es el primer lugar en América Latina y el sexto en el mundo en cuanto a desnutrición infantil y si no se rompe el círculo, se transmite de generación en generación. Una madre desnutrida va a dar a luz a un niño desnutrido, y si el niño no tiene una adecuada alimentación en los primeros dos años de vida, va a tener muchas dificultades incluyendo su preparación y las oportunidades de trabajo.

Esta época es ideal para pensar en dar amor, y ayudar a las familias de escasos recursos, apadrinar a un niño de manera  oficial o de manera personal.  Brindar un pan, un juguete, un suéter e incluso una sonrisa a un niño o a un anciano.

Y por supuesto reconfortar los niños  y familias que con esta pandemia o por distintas razones perdieron a sus padres, a sus hijos, sus abuelos.

Y que Dios los bendiga.

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