Edmundo Enrique Vásquez Paz

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Por supuesto que, para cualquier persona que pretende exponer de alguna forma sus posiciones y sus creencias ante el gran público, existen muy diferentes maneras de presentarlas. Pienso, sobre todo, en los medios escritos. Básicamente, podría decirse que estas categorías son tres; cada una de ellas, con diferente propósito.

Están aquellos, cuyo fin principal es el comunicar al público sus particulares ideas y maneras de pensar y de sentir (ideólogos, filósofos y artistas, entre ellos). Están los que pretenden convencer a otros (predicadores, proselitistas, mercadólogos, por ejemplo); y aquellos que, lo que aspiran, es a educar o abrir los ojos de los demás al mundo de las preguntas y a la búsqueda de respuestas (pensadores, analistas críticos)

Estos últimos son los que, a mi criterio, caen en la categoría de los auténticos “formadores de opinión”. Personajes raros, que confían en el criterio personal y particular de todos y cada uno de “los otros” y en su validez; y solamente pretenden alimentar la capacidad de que lleguen a articularlo. 

En tiempos electorales, son muchos los ejemplos que se pueden coleccionar de lo que aparece en la prensa escrita y pertenecen a una u otra de las categorías anteriormente mencionadas. 

En esta ocasión, deseo comentar uno de los tantos casos. Uno, del tipo de la prédica. En este caso, prédica política. Lo he seleccionado, no solamente por lo repetitivo que es (¿será consigna?) sino que, además, por dos circunstancias adicionales: a) por la ilógica del razonamiento general implicado y b) por la falta de sensibilidad, por parte de los que la pregonan, sobre el aspecto cualitativo y de contenido de la opción circunstancial (este momento y este país) que “los otros” persiguen. Una opción razonable hacia lo positivo, según mi personal criterio, y a la cual merece otorgársele el “beneficio de la duda”. También, a mi personal criterio.  Me explico:

El enunciado que vengo escuchando cual si fuera una consigna es, en síntesis: “las propuestas del partido X son muy razonables, pero no hay que creerlas porque todos los políticos son mentirosos y traidores.

No entiendo la idea … apenas intuyo que se trata de un enunciado que, si se incluye como premisa (“todos los políticos son mentirosos y traidores”) en una construcción lógica, difícilmente pueda prometer una conclusión aceptable. ¿Implicará esta forma de ver las cosas, el que no se debe poder confiar, nunca, en algún político que pretenda -y, mucho menos, prometa- mejorar alguna cosa? ¿Cualquier cosa?

Alguna de las personas que han externado la consigna aludida, incluso, se extendió en explicar ese fenómeno como el de los “lobos vestidos con piel de oveja”, de los cuales nos debemos cuidar … 

Pienso, con convicción y en el marco de la actual coyuntura, que no existe ningún argumento válido para aceptar que se provoque a desaprovechar la oportunidad general de poder apostar por un cambio que es necesario (salir de este pantano y de este berenjenal en el que nos encontramos) sin esgrimir razones de fondo. Y, mucho menos, cuando esto se persigue desalentando a los que pretenden apoyar la innovación y el cambio, mediante la aplicación de una lógica tan primitiva; y cuando, además, esa lógica implica animar a que no se aprecie ni se confíe en un político que merecería todo el beneficio de la duda.

La persona que, en la actual coyuntura nacional, ha asumido el liderazgo de esa opción que se ha vuelto de carácter nacional, merece ya de por sí un reconocimiento cuando se ve que solo se le sabe atacar con supuestos sacados de la manga y difundiendo extraños y ajenos temores, destinados a alejarle simpatizantes desinformados, ignorantes y débiles de carácter. Se trata de un líder sobrio, apartado de lo tradicional (no es un “político de barricada”, como a los que estamos acostumbrados -muchos de ellos, auténticos payasos-); con una imagen que inspira credibilidad y confianza en él (se nota auténtica). Es sereno (culto, con claridad de pensamiento y de palabra) y con una estatura ética e intelectual que notan con facilidad los que saben de esos manjares. Me alegro por Guatemala.

Ex cursus: En una ocasión, uno de los anteriores embajadores de Taiwán en Guatemala, explicando la estructura y la lógica del sistema educativo de su país, concluía de manera lacónica: En Taiwán, son los mejores estudiantes los que llegan a conformar el aparato de gobierno. Nos resulta costoso formarlos, sí, pero lo hacemos de esa manera porque deseamos ser gobernados por los mejores.

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