Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

Yo supongo que ningún guatemalteco en su sano juicio tiene un buen concepto de la fiscal general, Consuelo Porras.  Su inoperancia en la lucha contra la impunidad y su agilidad en ponerse a la orden del Pacto de Corruptos la sitúan como una burócrata nociva a los intereses del país.  La última decisión de terminar con la FECI, sin embargo, la ha dibujado de cuerpo entero, no solo la retrata como servil sino como la típica política empeñada en preservar su puesto.

Y, claro, eso produce desconsuelo.  El intento de reelegirse (porque seguramente lo habrá negociado con el ladronzuelo mayor), ya no solo haciendo inoperante el Ministerio Público (por más que se llene la boca por la creación de fiscalías), sino actuando para proteger a los corruptos que son abundantes en las estructuras del Estado, ha puesto en evidencia que su paso por la institución ha sido nefasto.

Ya se veía venir, no debería causarnos sorpresa. No actuó de manera diferente cuando dirigía el país el pasado innombrable, Jimmy Morales.  De hecho, desde ese período empezó con su silencio, la estrategia del disimulo y la política del “laissez faire et laissez passer”.  Por ello, el funcionamiento del Ministerio Público es de bostezo cuando se trata de la persecución penal contra el exceso latrocinio desde todos los flancos de las instituciones.

Porque nunca como hoy tiene sentido el titular de una nota de prensa del diario español, El País: “Guatemala, un país que naufraga en un mar de corrupción”.  La delincuencia de los políticos llega lejos, todos la ven, los guatemaltecos la sentimos… todos, menos la complaciente Consuelo que ahora amenaza con patrañas defensivas al estilo de los pícaros.

No es otra cosa esa de señalar al exfiscal de la FECI, Juan Francisco Sandoval, por haber cometido “irrespeto que como mujer, funcionaria y profesional del Derecho ha sido víctima desde el inicio de su gestión…”.  ¿No le recuerda esa treta a la de Sandra Torres cuando se sintió “víctima de femicidio” y denunció a un grupo de seis editores de “elPeriódico”?  El vicio, la maledicencia y la perversidad es evidente.

La declaración del exfiscal que aclara la impostura es más que oportuna:
“Me llamó la atención que en una de las reuniones previas, ella hizo mucha alusión a la ley contra el femicidio y hoy, en el comunicado, habla algo de ‘vejámenes’ pero no sé si se refería a que yo le había provocado vejámenes. Tengo buena memoria y no recuerdo en ningún momento haber provocado algún vejamen a ella”.

Es patético el momento que atravesamos, una circunstancia que condiciona al país al ponerla a merced de las mafias.  La desilusión, sin embargo, debe transformarse en actos de protesta que hagan temblar (y cambiar) a sus protagonistas.  Hoy más que nunca es necesario ponernos en guardia y defender nuestros derechos.  Aplazarlo es permitir la delincuencia y darle la razón a la impresentable fiscal general.

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