Marco Tulio Trejo Paiz

Entre los guatemaltecos y a escala internacional es sabido que nuestro país istmeño, ubicado en el mero corazón del istmo centroamericano, es no sólo de la “eterna primavera”, sino también de los fenómenos telúricos de diferentes grados, capaz de asestarnos golpes soportables e insoportables, sumamente destructores, como para causar muchas muertes los segundos mencionados.

El gran temblor de la medianoche del jueves 7 de septiembre de 2017 –mes de otro aniversario de la relativa independencia patria– fue espantoso y no dejó de quitarnos el sueño y, a muchos niños, hombres y mujeres, de salir despavoridos a los patios y calles esperando el remezón de la o de las réplicas…

Muchos no sentimos esos otros temblores susceptibles de ocasionar la destrucción de bienes inmobiliarios y toda una mortandad de seres humanos.

Valga decir que el terremoto del 4 de febrero de 1976 ocasionó muy lamentable destrucción y muerte.

Había infinidad de viviendas que eran de adobe; mas, ahora, han sido construidas, casi por lo general, de block.

De manera que cambió la situación de la erección de unidades inmobiliarias procurando la seguridad de las personas respecto a la vida.

México sufrió en el área sudeste de su territorio ruinosas consecuencias y varias decenas de personas fallecidas.

Aquí, en la Guatemala de la Asunción, debemos mantenernos preparados en todo lo que es posible, como recomiendan los expertos, durante los tremendos latigazos de la naturaleza, para evitar, hasta donde es factible, los graves azotes sísmicos como el del jueves 7 del corriente mes.

Diremos, ya para poner el punto final, que imploramos ante Dios, Todopoderoso, que nos brinde sus sacras bendiciones para que no nos atormenten las indeseables sacudidas de nuestro suelo como viene sucediendo eventualmente desde la antigüedad.

Juan Pueblo está entristecido y empobrecido y con el pelo parado por los terroríficos golpes de un cruel destino. ¡Pobre Juancho Pancho!

Durmamos con un ojo cerrado y el otro abierto. Tengamos a la mano un reflector, un escupefuego y otras cosas útiles para no estar desprevenidos.

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