Douglas Gonzalez

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Politólogo, egresado de la USAC y la UCJC. Librepensador. Experiencia en políticas públicas, procesos de diálogo y comunicación política. Una mejor Guatemala es posible y necesaria.

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El 25 de junio del 2023, la gente salió a votar en contra del sistema dominante. ¿No me creen? Pues, el candidato ganador de esa elección fue el voto nulo.

Cerca de un millón de personas votaron nulo en esa elección (17.3%) y si a esos votos le sumamos las papeletas en blanco la cifra ronda 1.3 millones de votantes (24%). Es decir, uno de cada cuatro electores no vio en ninguna de las opciones alguna que le atrajera o, al menos, que tuviera posibilidades de triunfo.

En la segunda vuelta, un Bernardo Arévalo que había obtenido 11.7%, enfrentaba a Sandra Torres con 15.8%. Y ahí sí, el voto de descontento con el sistema se volcó a favor del candidato del Movimiento Semilla. Y, luego de 6 meses de asedio a su candidatura e intentos de golpe de Estado, el apoyo popular hacia Arévalo se fue incrementando.

Pero, no nos equivoquemos, ese apoyo popular a Arévalo no proviene de cuadros y estructuras orgánicas del partido a lo largo y ancho del país. La base de apoyo de Arévalo tiene sus raíces en la indignación y frustración que los últimos dos años de Jimmy Morales y los 4 de Giammattei le han producido en la gente.

Es decir, es una clientela volátil, difícil de complacer y que tiene mucha prisa. Así que, tanto al presidente Arévalo, como a su bancada en el Congreso les corresponde ponerse rápidamente a la altura de las expectativas de los votantes que otorgaron un mandato de cambio a quienes vieron más cercanos a esa aspiración.

Ahora más que nunca, la gestión del Gobierno y el desempeño de los diputados de Semilla deben sostener las razones que tuvo el electorado que votó con indignación, frustración y con la última gota de esperanza que les quedaba. El discurso en contra del antiguo régimen no debe claudicar; sino, por el contrario, debe sostenerse tanto por razones de relato político, como por razones fácticas y de sobrevivencia. El Pacto, que casi los tumba mediante ardides golpistas sigue graníticamente unido, a la espera que el tiempo pase y que Semilla se mimetice entre la selva de un Congreso atomizado y que, al presidente Arévalo, termine por metabolizarlo el sistema.

El pueblo expresó en las urnas su descontento e indignación y la tarea de un estadista es convertir esos vectores en energía social que produzcan cambios que devuelvan la esperanza que en Guatemala una vida mejor es posible.

Ese es el reto, conducir el cambio desde el descontento hacia la esperanza.

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