David Barrientos

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Guatemalteco con educación para el análisis de coyuntura, administración, dirección, alta gestión y coordinación de proyectos de seguridad, defensa, logística y manejo de crisis, con experiencias en el liderazgo de grandes unidades militares e interinstitucionales, actualmente consultor independiente y doctorando en ciencias sociales.

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David Barrientos

En una sociedad libre todos tenemos derecho a manifestar; expresar puntos de vista y tratar de convencer, adherir o simplemente por simpatía participar, con o sin argumentos. La Constitución Política de la República regula el derecho de reunión y manifestación pública y se refiere a una actividad pacífica sin alterar el orden público. Sin embargo; los últimos bloqueos más parecen responder a una trasnochada lucha ideológica y/o una conspiración para alcanzar el poder político. Cuando se limita la libertad de locomoción de las personas, en sus actividades para la subsistencia impacta en otros seres humanos, como un hecho que conocí en el presente mes; cuando el oxígeno que era trasladado a un centro asistencial no pudo llegar a su destino, seguramente alguien lo necesitaba para sobrevivir, esto entre una serie de casos que muestran que nos hemos insensibilizado, de tal manera que defendemos o señalamos a quienes bloquean los ejes carreteros en función de la identificación a veces romántica que tengamos.

Los bloqueos observados en los últimos años y peor aún la semana recién pasada, pone de manifiesto además del irrespeto a la ley por grupos con intereses electorales, económicos o conspirativos, que no se justifica tal transgresión por varios aspectos, convirtiendo de víctimas a victimarios a los mismos bloqueadores: El primero de ellos es que limitan un derecho humano, hoy tan necesario relacionado con la crisis sanitaria mundial; además, entorpecen el trabajo de muchísimos guatemaltecos para llevar el sustento diario a sus hogares, agravando la crisis económica ya sentida por todos. Esas transgresiones no deben ser toleradas, vengan del polo que vengan, pues muestran insensibilidad y torpeza, al no tener otra forma creativa de mostrar inconformidades y frustraciones o peor aún hacer politiquería delictiva. Lo que nos muestran estas actividades premeditadas es el nivel de maquiavelismo de quienes las dirigen; que nos espera a los guatemaltecos de concretar sus intenciones de manipular a la opinión pública o a sus seguidores y logren llegar al poder político, que niveles de transgresión podemos esperar. Las manifestaciones y los bloqueos no son lo mismo, son diametralmente opuestas, con manifestaciones se legitima el derecho de petición, pero con bloqueos se deslegitimiza la petición porque están transgrediendo los derechos de otros.

En Guatemala, en lo que tengo conciencia solo ha habido dos manifestaciones masivas: las del 2015 en contra del gobierno de ese entonces y la marcha por la vida en el mismo año, de ahí no ha habido otro movimiento inclusivo donde quienes participaban se veían identificados con una causa, los demás movimientos solo son parte de una prolongada y anacrónica lucha por el poder político utilizando la excusa de la desaparecida ideología romántica, de la cual se aprovechan unos pocos pero utilizan a muchos ingenuos de diferentes sectores y extractos de la sociedad. Hay mucha diferencia entre una manifestación tan grande como las del 2015 en Guatemala, que además de ser inclusivas fueron de tal magnitud que era imposible moverse libremente, pero no hubo ningún sector que lo señalara como un problema, la sociedad estaba dispuesta a aceptar tal paralización. Es esto así ahora?

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