Danilo Santos

dalekos.santos@gmail.com

Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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Quien “ejerce” liderazgo, lo asume bajo el supuesto que tiene como meta iniciar y mantener altas expectativas y competencias para resolver problemas y lograr objetivos. ¿Qué tipo de liderazgo tenemos en Guatemala, especialmente en la clase política, la que es electa en las urnas y la designada en funciones públicas?

Será acaso que la sociedad guatemalteca elige dentro de las características del liderazgo político la inteligencia, agudeza, responsabilidad, iniciativa, persistencia, orientación al logro, espíritu cooperativo, tolerancia e influencia, rasgos sugeridos por Stogdill en diferentes estudios en 1948 y 1974.  Posteriormente Kirkpatrik y Locke, en 1991, nos sugieren mando, motivación, integridad, capacidad cognitiva y conocimiento de la tarea. O a contrapelo de lo anterior, el habitus que nos han creado durante 202 años es tal, que la interconexión entre la estructuración social y la acción individual (Bourdieu) nos obliga inconscientemente a que resignamos el liderazgo a personajes que destacan por su comportamiento brutal y falta de civilidad. Para despejar la duda, basta con desandar los niveles de pobreza durante los últimos 38 años, no solo no han bajado del 50%, sino que han subido a más del 60%, con el agravante que ahora somos más población. Es decir, la clase política no ha podido resolver ese problema en casi cuatro décadas. A lo anterior podríamos sumar datos de cobertura en salud, educación, infraestructura social y productiva, y un largo etcétera.

Escribo todo esto para llamar la atención sobre que gobernar es anticiparse, resolver problemas, diseñar y ejecutar planes de un mejor futuro. El gobierno del presidente Arévalo se enfrentará en el Congreso de la República a toscos defensores de conservadurismos anacrónicos, al lastre político del país; por lo tanto, bien haría en concentrarse en que su aparato en el Ejecutivo, reúna algunos de los rasgos antes mencionados, y se dedique a ejecutar con toda la potencia que sean capaces, acciones que nos encaminen al bien común, el progreso y el desarrollo. Y por supuesto, no caer en dos cosas; las provocaciones de la vieja política derrotada y, el poder de liderazgos caducos en los departamentos, el crimen organizado y el narcotráfico en los territorios de la Guatemala profunda.

Intentarán desde el Legislativo, mantenerlo a raya, de tal forma que no pueda gobernar, ejecutar: anticiparse, resolver problemas. Una de sus mejores herramientas será la comunicación de lo que vaya haciendo, a pesar del boicot consabido que enfrentará. Si sabe comunicar, él y su gabinete, el trabajo y la lucha que libren, la población renovará el voto de confianza que se le ha conferido y pasará a defenestrar del poder departamental a diputadas y diputados carentes de un liderazgo al servicio de sus votantes y la ciudadanía. (No se olviden de Ronaldo Robles).

Falta camino por recorrer hasta el 14 de enero, y a partir de esa fecha, inicia otra lucha, una por ir transformando la cultura política del país, y que quienes a punta de plata o plomo lo han conducido, se extingan en el imaginario social y dejen de modelar la cultura y reproducir esquemas atroces de exclusión, abuso, violencia, pobreza y subdesarrollo.

Guatemala se verá nuevamente en el espejo de la historia dentro de cuatro años, de una sociedad incluyente y civilizada depende, que lo que veamos empiece a ser distinto.

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