Consorcio Interoceanico de Guatemala

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En cumplimiento de la Ley de Emisión del Pensamiento y tras haber acreditado la calidad del Consorcio Interoceánico de Guatemala, Sociedad Anónima, se publica el texto escrito por Lionel Toriello, en nombre de la entidad arriba mencionada en respuesta a esta columna.

“Los envidiosos agoreros de nuestra supuesta impotencia

“A todo buen jinete, siempre hay chucho que le ladre”. – Antonio Nájera Cabrera, mi abuelo materno (1896-1963), parafraseando una mítica y atinada, aunque apócrifa, expresión quijotesca.

Un anodino columnista de “La Hora” salió hace unos días aseverando que “el fallido proyecto” del Corredor Interoceánico de Guatemala (CIG) es “una fantasía”, “una elaborada estafa”; e insinuando que “personas que aportaron sus terrenos” no los pudieron “recuperar”.  Tras plasmar “discretamente” en el acápite de su nota sus supuestamente impresionantes credenciales académicas y “amplia” experiencia en logística, termina recomendando a sus lectores “no dejarse sorprender”, “involucrándose” o “invirtiendo” en el CIG.  Fundamenta su crítica en opiniones dizque “técnicas”, como que los nuevos puertos no podrían tener “el calado suficiente”, que no habría infraestructura complementaria adecuada, que “los tiempos” para descarga, aunados al “problema del transporte terrestre” (¿?) y los dizque descomunales costos, lo hacen “un proyecto inviable”.  No repara el articulista de marras en el hecho de que en México, donde no hay tantos “cangrejos” como aquí cuando se trata de los intereses nacionales, estén por inaugurar un proyecto similar en Tehuantepec, sin enterarse -claro- de que “no es viable”.  O que un grupo industrial surcoreano, entre el que se incluyen algunas de las empresas constructoras de infraestructura más grandes del mundo (que algo sabrán de construir “puertos viables”, tras construir algunos de los más grandes del sureste asiático) hayan formalizado en noviembre pasado, aquí, un Convenio para su desarrollo (¿o piensa “el experto” que no habrán hecho su “due dilligence” estos “incautos” empresarios asiáticos?).  No se da por enterado el plumífero barato que el gigantesco grupo Lakshmi Capital, de la pujante República de la India, ha firmado públicamente, en la Embajada de ese país en esta capital, una Carta de Intención para invertir hasta diez mil millones de dólares en el Proyecto, más de la mitad de lo necesario para la primera etapa, contemplada para el trasiego de entre ocho y diez millones de contenedores anuales.  O que el gobierno del vecino El Salvador, no queriendo perderse la posibilidad de una eficaz y eficiente salida al Caribe para su producción, esté empeñado en “conectar” sus proyectos ferroviarios al futuro “puente terrestre, entre mares” de los guatemaltecos…

Tras casi un cuarto de siglo de sabotajes, ninguneos y crímenes, no sorprende que surja otro detractor, otro solapado enemigo o una pluma mercenaria más.  Decía el padre de nuestro actual Presidente, el doctor Juan José Arévalo Bermejo, que en Guatemala abundan “los cangrejos”, esos animales rastreros que sólo saben “caminar para atrás”.  Los chapines sabemos, además, que eso ya es parte del paisaje, que aquí vivimos en la cultura de la “olla de cangrejos”; caracterizada por esos grupos de crustáceos que cuando se están cociendo en la olla, si ven a un compañero llegando al borde, a punto de salir, en vez de ayudarlo, lo jalan de las patas, porque “si yo no me salvo, que no se salve nadie más”.  La verdad es que este proyecto no se materializó antes porque los que se sienten dueños del país y sus mafiosos a sueldo han pretendido, infructuosamente, hacerse de él.  Tres sucesivas administraciones de gobiernos facinerosos,  el de Pérez Molina, el de “Jimmy” Morales, y el del impresentable “doctor Timo Chenko”, trataron, sin éxito, a través de sus infaltables cómplices privados, de adueñarse del Corredor. Porque es el proyecto más importante de la Historia de Guatemala. La mayor inversión privada hecha en nuestro territorio. Porque al llevarse a cabo, transformará la matriz productiva del país, no sólo convirtiéndonos de una pequeña economía productora de postres en un significativo enlace de la cadena logística global, sino constituyendo una fuente de empleo y de poder económico, independiente de los de siempre, que rivalizará con esos poderes tradicionales y hasta con los “emergentes”.  Y eso les hace “roncha” a los que “no se pudieron comer, ellos solos, el pastel”.  Ven impotentes el inexorable avance de esta portentosa iniciativa y entonces, no teniendo mejor opción,  “hablan mal” de lo que vendrá.  Pero es inútil.  La rueda de la Historia, no se detiene; “quien ríe de último, ríe mejor”…

Se estima que la construcción de los dos nuevos puertos de gran calado, uno en el Pacífico y otro en el Caribe, conectados por tres infraestructuras principales -conexión ferroviaria, supercarretera y poliductos- en una franja interoceánica de 372 km de largo y 140 mts de ancho, aunados a seis centros logísticos adicionales a los puertos (para de-consolidación y re-consolidación de mercancías y ensamble fabril), tomará unos cuatro años para su operación preliminar inicial y siete años para su operación plena; y requerirá de una inversión del orden de los quince mil millones de dólares.  También se espera que esta nueva actividad genere proyectos paralelos y sucedáneos, derramando prosperidad en la región y transformándonos en un significativo eslabón del comercio marítimo mundial.  Por su impacto como novedoso modelo de desarrollo, de capitalismo inclusivo,  en el que las comunidades y pequeños propietarios de la zona de influencia del CIG tendrán acceso a la propiedad, a la participación en los foros decisorios y a los beneficios directos e indirectos de esta histórica iniciativa, el proceso de negociación con las firmas internacionales ha tenido el apreciado acompañamiento de la Unidad de Apoyo a Proyectos de la Organización de las Naciones Unidas, conocida como UNOPS. Sólo se necesitaba que Guatemala dejara de estar gobernada por otro gobierno ladrón.  Hoy se abre un nuevo horizonte para nuestra Patria. Digan lo que digan los infaltables agoreros de nuestra supuesta impotencia, del falso dicho de que ”en Guatemala, nada bueno se puede”.  Sí, ciudadano, sí podemos.  Sí tendremos un futuro promisorio y una sociedad que se moderniza.  Aunque aquí los periódicos no hayan reportado nada cuando se firmó el histórico compromiso de los diez mil millones de dólares en la Embajada de la India, mientras que en aquel lejano país, salió “en primeras páginas”.  Aunque siga aquí vigente aquello de que “nadie es profeta en su tierra”, pronto habrá más noticias.  Como país, ya nos estamos sacudiendo los alacranes que teníamos en la camisa y arrancando las garrapatas que nos desangraban a través de horadar nuestra piel. Y este gran proyecto sigue adelante. Después de concretarlo, Guatemala será otra…”.

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