Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

Con entusiasmo nos hemos enterado del surgimiento de la Convergencia Nacional de Resistencia, CNR, encabezada por el Cardenal Álvaro Ramazzini y en la cual participan diversos ciudadanos y ciudadanas guatemaltecas y algunas organizaciones sociales. El propósito es “… desalojar del Poder Político a las redes criminales de corrupción e impunidad, que mantienen capturado al Estado y para promover la construcción de un país democrático y desarrollado integralmente”. Con valentía han dicho que “el régimen democrático que se pretendía construir ha fracasado en contenidos fundamentales y ello ha facilitado que vivamos en una situación social muy próxima a una dictadura de hecho”.

Con suma claridad, la declaración con la cual surgen afirma que “…la independencia de Poderes no existe. Los tres Poderes del Estado se aliaron, actúan en forma conjunta y de acuerdo a lineamientos sugeridos por la élite económica y la cúpula autoritaria en el poder.

La CNR llamó “…a la conciencia de los guatemaltecos y guatemaltecas para que nos unamos, organicemos, participemos y resistamos sin utilizar la violencia en el ingente esfuerzo de cambiar este dramático y desafiante panorama.
Llamamos a la unidad y organización, a la participación y resistencia no violenta…. trabajemos por una Guatemala diferente, luchando contra la corrupción, la impunidad y el fraude electoral del 2023, que ya tienen en preparación–”.

Esta Convergencia ha tenido la sabiduría de no olvidar que la cooptación del Estado que refieren y la corrupción y la impunidad que la sustenta no es lo único que debe ser transformado en Guatemala, aunque sin duda es un obligado inicio. También refieren en su Declaración la necesidad de resolver problemas estructurales relacionados con la pobreza y la exclusión.

Pero dicho lo anterior y reconociendo el mérito que esta iniciativa tiene, no podemos dejar de observar la limitada amplitud que aún se expresa, misma que puede ser ampliada dada la disposición que manifestaron de construir un consenso nacional, sin exclusiones, para alcanzar los propósitos que persiguen.

Tampoco podemos ignorar que todo lo que esta Convergencia por la Resistencia pretende pasa por el acceso al poder político del Estado, como un elemento fundamental, aunque obviamente insuficiente. Y la oportunidad que para ello se plantea es el próximo proceso electoral que está a la vuelta de la esquina.

Por lo anteriormente dicho, son dos los retos principales que surgen: 1) Ampliar la convergencia alcanzando pluralidad ideológica y política en su integración. En esta ampliación de la convergencia social deberían participar empresarios honestos, distanciados de las élites que actúan en complicidad perversa con las redes político criminales que han cooptado el Estado. También deberían participar sectores conservadores, pero honestos; y 2) Lograr la articulación con los actores políticos que participarán en las próximas elecciones. Sin esta articulación la Convergencia por la Resistencia fracasará en sus loables propósitos.
Y con relación a los actores políticos del “progresismo” (que es mucho más que la izquierda) ellos tienen un reto histórico en esta coyuntura: lograr su unidad. Sin ella será imposible articularse exitosamente con esta contraparte social que se organiza para resistir.

La resistencia debe ser plural, masiva. Sin embargo, resistir no basta. Debe estar articulada con la conquista del poder político como un paso necesario.

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