Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

En recientes declaraciones AMLO, Presidente de México, reprochó con dureza a las clases media y media alta “aspiracionistas”, a quienes criticó por su visión de “triunfar a toda costa, salir adelante, muy egoísta…”. También les dijo que iban a la iglesia a confesarse y comulgar “para poner el marcador en cero”.

A mi criterio, es una acertada caracterización de dichas clases sociales. Allí el que “no triunfa” es un mediocre. El que se conforma con lo que tiene es un fracasado. Los privilegios que un modelo económico concentrador y excluyente les permite los consideran como merecidos, precisamente por su excesiva autoestima individualista. Y cuando practican su fe cristiana, lo hacen obviando la justicia social, la igualdad de todos los seres humanos y el mandato de amar al prójimo como a sí mismos, propios de ese ideario religioso.

Traigo a colación estas declaraciones del Presidente mexicano a propósito de lo que ocurre en América Latina con los proyectos políticos de izquierda, que nuevamente están cobrando auge, ante el fracaso del modelo neoliberal. En Argentina el peronismo volvió al poder, en Chile el pueblo encontró una salida institucional y democrática para acabar con el legado neoliberal del pinochetismo, en Bolivia la izquierda derrotó el intento de la derecha racista de revertir el camino avanzado, en Perú el apretado triunfo del izquierdista Pedro Castillo tiene en pánico a las derechas continentales. En Colombia, Gustavo Petro se perfila con grandes posibilidades de triunfar en el ya próximo proceso electoral, ante la respuesta represiva que ha dado el uribismo (Duque es una marioneta) a la indignación ciudadana por las desesperantes condiciones socioeconómicas que afronta la mayoría de la población. Y a lo anterior hay que agregar los intentos de izquierda que derivaron en autoritarismo en los casos de Venezuela y Nicaragua.

En todos ellos el tema de las clases medias ha estado presente. Aunque el conservadurismo que sustenta el aspiracionismo clasemediero siempre va a jugar en contra de los procesos de transformación social, es importante ampliar la visión que las fuerzas políticas de izquierda tengan al respecto. Sin duda, lo esencial para sustentar socialmente un proyecto de transformación social es el apoyo de los sectores populares. Pero las clases medias también pueden jugar un rol coincidente con ese propósito transformador. Ellas no son homogéneas. En primer lugar, el neoliberalismo produjo una grieta amplia y profunda de desigualdad social que les impactó drásticamente. Esta realidad puede provocar una visión crítica al status quo y un respaldo para su transformación. También hay un sector importante de las clases medias que son ideológicamente progresistas. Lo que quiero decir es que las izquierdas en América Latina deberían incorporar a sus estrategias de lucha a las clases medias, enfrentando la visión aspiracionista, pero sin descalificarlas de manera generalizada. Eso es empujarlas a la oposición.

La Ciudad de México había sido un relevante baluarte de la izquierda en ese país y ahora se debilitó sustancialmente. Habría que analizar si en esto ha influido cierta incapacidad de sumar a las clases medias, al menos a segmentos significativos, a los proyectos transformadores. Aunque también es cierto que las derechas, saltando de alegría sobre los cadáveres, aprovecharon el trágico accidente del Metro ocurrido días antes para debilitar a Morena (el partido de AMLO).
Pero lo fundamental de esta reflexión es contribuir a repensar cómo abrirle camino a los proyectos de transformación y terminar con el ciclo neoliberal en América Latina. Para ello, los procesos serán prolongados. Hay que construir el sustento social lo más amplio y plural posible, a este camino que trasciende un período gubernamental, en cualquier país.

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