Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Vivimos en un mundo lleno de contradicciones y somos tan pobres con nuestro razonamiento, que apenas si cuestionamos. Me refiero a dos eventos que en estos momentos van de la mano: La guerra Rusia-Ucrania y la Pandemia COVID-19. La guerra cuesta más de UD$200 millones por día y con el tiempo que lleva, esa inversión es mucho más que lo que todos los gobiernos del mundo han donado hasta ahora para la lucha contra una pandemia tan devastadora como COVID-19. En lo nacional, tanto la guerra como la pandemia han repercutido en el bienestar de la mayoría. La inversión gubernamental en la pandemia, si se lograra medir, es casi seguro que sería inferior a lo que gastan funcionarios públicos en ir y venir del tingo al tango, sin que se vea provecho alguno en ello y que son mal llamados Viáticos o gastos de representación. Y ni ante la guerra ni ante la pandemia, se nota ningún movimiento mundial serio de oposición a esas malas inversiones. Eso sí, todos se llenan la boca que se lucha por la paz y la prosperidad de todos.

Todos los expertos en cuestiones de guerra, unánimemente han señalado que a la fecha, no ha habido confrontación bélica alguna que haya resultado en un beneficio real a la humanidad, fuera de permitir probar y perfeccionar armas y aumentar inequidades en toda la tierra. Por otro lado, los expertos en COVID-19 han señalado que el virus se ha arraigado tanto en todas partes del mundo, que si se quisiera en estos momentos erradicarlo, eso nos va a llevar muchos años o décadas y altas inversiones. Y los economistas del mundo ¡bien gracias! su silencio tanto en lo de la guerra como en lo de la vacunación es obvio.

Entonces y como resultado, ni políticos, ni economistas ni sociólogos, están completamente claros sobre qué estrategia emplear para combatir esos dos flagelos, pues los objetivos e intereses son tantos, que no saben por dónde empezar. Y en medio de tal barullo, solo una cosa es cierta, todas las acciones en ambos problemas, están promoviendo campañas que de hecho han empezado a destruir las economías especialmente las más pequeñas, como las rurales y las de obreros. Algunos creen que un impacto devastador en los pobres de todas las zonas del globo terráqueo, ya ha empezado. Por lo tanto, el virus no es el culpable, tampoco las armas; son los dirigentes mundiales que se enfocan a otros intereses ajenos a la salvaguardia del mejoramiento y el bienestar social y que usan esos acontecimientos como estrategia a su favor. Esa es la verdadera situación de esos dos problemas. Hay demasiado que no sabemos en este momento sobre el impacto de esos flagelos. Sin embargo y por ejemplo, en el COVID-19, es tan poca la inversión mundial para lograr una vacuna más eficiente, pues eso en parte es debido a que tiene otro interés: el comercial sobre el social, griten lo que griten al respecto la industria farmacéutica. No digamos acuerdos de paz para terminar con una guerra, que lo único que alimenta es la avaricia y la lucha por el poder.

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