Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Hace algunos días se anunciaba en los medios de comunicación, la campaña “guatemaltecos por la nutrición”, como contribución al combate de la desnutrición crónica y aguda en el país. Eso es aplaudible, pero zapatero a tu zapato. Mientras tanto, el gobierno realiza las peores intrigas para hacer los peores dispendios y planificar desfalcos, dentro de un nuevo presupuesto nacional, que incluso beneficie a las élites; mejor dicho, a los escogidos dentro de estas, pues muchos son los llamados –más estando a las puertas de un año electoral– pero pocos serán los escogidos.

Durante décadas: exactamente desde los sesenta, han surgido iniciativas tras iniciativas privadas y públicas, solas y en colaboración, para el combate de este flagelo y todas ellas revestidas de gran publicidad. Que han tenido sus logros ¡claro!, pero creo que lo que han enseñado con claridad, es que no es un camino para resolver el problema nacional de causas y consecuencias de esta epidemia. La forma real de atacar el problema, es el cumplimiento de la ley y el derecho establecido en la Constitución. La evolución histórica de la problemática nutricional en nuestro medio, permite formular una hipótesis sobre su origen: inequidades, injusticias, que conllevan a marginar a algunos, la posibilidad de un estilo y modo de vida, que les permita el acceso universal a una buena nutrición, que al no cumplirse, genera toda una problematización de la vida familiar y comunitaria. Estamos ante un causal, que es un problema de ética, política y social, cuya única solución exige un gobernar dentro de democracia, derechos y justicia. Es el establecimiento de una ética pública y privada puesta al servicio de TODOS los seres humanos de un hogar, una comunidad y de todos los grupos humanos, lo que se necesita para enfrentar el problema, pues si solamente los que pueden tener acceso a la alimentación por sus conocimientos, su posición económica, geográfica, política, social, religiosa, racial o ideológica, reciben el beneficio alimentario, la situación permanece.

Ni población, ni entidades de la misma, con gran sentido del deber, debemos cerrar los ojos ante una situación de gobernarnos, que durante décadas, solo ha montado intervenciones parciales, olvidándose de integrar en planes nacionales, las buenas prácticas sugeridas por entidades de peso como INCAP, FAO, PMA, y convirtiendo la práctica pública, en dádivas y logro de otros intereses, en lugar de administrar justicia. No es falta de conocimientos científicos o técnicos u organizativos, los que impiden que todos los habitantes del país reciban los mismos beneficios de buena alimentación; es la forma de gobernarnos que crea factores de dependencia económica, de ignorancia y las grandes diferencias en la productividad y rendimiento económico de los distintos grupos humanos dentro de la sociedad, condicionando eso, las diferencias en los estados alimentarios, en los distintos grupos de población.

Se torna así evidente, que en buena parte nuestra lucha contra la mala nutrición resulta defectuosa e infructuosa, porque nuestro mundo político y social no tiene un objetivo común en eso. Porque predomina el egocentrismo, el grupocentrismo y el nacionalcentrismo, al hacer algo de interés nacional. Y por eso, a la par de esta iniciativa tan loable contra la mala nutrición, hay otra muy anterior, aunque insuficiente también, que nace de la población: la migración. ¡No debemos engañarnos! la vorágine de la situación alimentaria y nutricional no es más grave, gracias a las remesas que envían esos hombres y mujeres migrantes. La población natural y pobre de estas tierras, conoce perfectamente y le ha funcionado por siglos, que irse a dónde hay ley, trabajo y dinero, resuelve sus principales problemas como el comer, aunque eso signifique otros problemas. Solución natural y atinada que llena ya un patrón cultural.

Finalmente, una apreciación: Tanto la acción loable de parte de la iniciativa privada, como la de los migrantes, son medidas que llevan a solución parcial de la problemática, restándole responsabilidad al cumplimiento de mandatos constitucionales al respecto, que tienen los gobiernos con sus gobernados. Creo que una solución verdadera a este problema y a otros de similar calibre, sería que pueblo e iniciativas privadas se unieran, para obligarles a los gobernantes y funcionarios que hagan para lo que se les eligió. No quiero pecar de injusto, pero tampoco llenarme de máxima credulidad respecto a los alcances del programa lanzado, pero es evidente que su objetivo no va al corazón del problema, sino a evitar que el vaso se llene y derrame. Pero eso sin cambiar la conducta antisocial del político y de los funcionarios, la mediocridad de su hacer y actuar, sin propiciar y participar en ese cambio, solo tendrá limitado impacto. Mientras no encontremos la forma de subsanar los defectos malsanos de una política y forma de gobernarnos, que afecta instituciones y grupos humanos, los malos gobiernos seguirán siendo factores de causa y no solución de pobreza e inequidad, como lo es la desnutrición. Mientras no podamos unificar como nación un territorio fragmentado geográfica, étnica socioeconómica e ideológicamente como nación, cargado de intereses, para unos beneficiosos, aunque reprochables en su forma de conseguir y para otros faltantes y limitantes, es imposible y absurdo que pretendamos terminar con las deficiencias alimentarias.

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