Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

post author

Alfonso Mata

Nadie le contó y explicó a la Vicepresidenta de Estados Unidos o lo hicieron mal:

Que gran parte de la fuerza de trabajo nacional se encuentra en el sector informal y en el subempleo y que el mal llamado «´mojado» que llega a su tierra, por allá gana en un día, lo que acá le lleva treinta.

Que vivimos con una baja tasa productiva y alto desempleo; carga que recae sobre el que produce. Y por consiguiente, somos un país lleno de gente vagando y mendigando y algunos pocos, si tienen suerte, encuentran ayuda. Entonces no se necesita de estudios, para deducir que mucha de la ayuda proviene de las remesas que envía el despectivamente llamado migrante, para nosotros héroe.

Que en tema de seguridad social, constitucionalmente un derecho, sólo el 19% de la población es cubierto y que dentro de ello hay autodepredación entre afiliados, pues el estado, el máximo empleador nacional no sólo no aporta lo que le corresponde por ley a la seguridad social, sino que sus empleados disfrutan de todas las prestaciones del seguro social, Y en esa misma línea, muchas empresas privadas no aportan lo que les corresponde, por la forma en que contratan a sus empleados. Y ¿quiénes cubren costos de la seguridad social en la población no asegurada? En gran parte proviene de las remesas de los migrantes que cubren alimentación, educación, vestido y salud de buena parte de la población y «jubilación» indirecta de familiares cercanos.

Que el pueblo calla ¡cierto! su silencio lo promueve el dinero que le envían sus familiares del Norte y que ha convertido a agroindustriales y la banca, en predadores de las remesas, sin preocuparse porque el más pobre logre un nivel decente.

Nadie le contó de la falta de solidaridad nacional, dejada de lado por los escándalos públicos y privados, a raíz de la injusticia social y jurídica y de la violencia que ello desata.

Tampoco le contaron que cambiar lo anterior no es posible deshaciendo solo las redes de delincuencia. Se necesita mejor distribución de poder y finanzas, para suprimir el distingo entre gobernantes y gobernados y castas, para que no se puedan perpetuar más.

Que la inversión y creación de fuerza de trabajo es pobre, fruto en parte que en nuestro inversionista domina mas la codicia y el acaparamiento, que una participación en el desarrollo (los bancos expoliando al sector público y privado a través de comisiones) y no vale que ellos digan que la descalabrada economía nacional es por corrupción y falta de justicia, cuando la una y la otra sabemos que son fruto de una mancuerna Estado y buena parte de la iniciativa privada.

En los consensos recientes, no escuché nada de claridad respecto a lo anterior. Un mundo político-social como el nuestro, es algo complejo que necesita de dirección colegiada de innovación, de delegación de responsabilidades y eso no viaja de arriba para abajo sino es horizontal, entre contactos de grupos abiertos y diálogos basados en igualdad de poder. Por eso no creo en sus soluciones Señora Vicepresidenta, es mucho de lo mismo y poco de lo necesario.

Artículo anterior¡Basta ya de criminalizar!
Artículo siguienteReconocimientos a personas ejemplares