Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Leí parte de la transcripción de una entrevista realizada hace poco a Noam Chomsky, el respetado lingüista y estudioso estadounidense considerado uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo. Aunque ciertamente la balanza de la entrevista, según pude apreciar, se inclinada más bien al tema de la educación, no dejó de llamar mi atención la inclusión en la temática de lo que para muchos hoy constituye una preocupación de cara al futuro: la utilización de Inteligencia Artificial o IA en procesos de enseñanza-aprendizaje, particularmente aquellas aplicaciones o algoritmos mediante los cuales se puede incluso llegar a “crear obras” cuya autoría es cuestionada debido a lo incierto de la forma de su propia elaboración. De acuerdo con el pensamiento de Chomsky “la educación debería centrarse en cultivar los intereses y preocupaciones de los estudiantes en lugar de ser un proceso de evaluación sin más”, un fenómeno que en distintas partes de América Latina pareciera ir in crescendo como producto de esa dinámica que valora más la calificación que el verdadero aprendizaje, lo cual, por supuesto, no deja de ser preocupante si se toma en consideración esa necesidad de desarrollo intelectual como herramienta para el crecimiento de un país, cualquiera que este sea. “El aburrimiento es una señal de que el sistema educativo está fallando”, afirma Chomsky, y pareciera retratar con esas palabras el día a día de miles (si no millones) de estudiantes en la actualidad. Más allá de la pandemia que aún sobrevuela el mundo y el abrupto viaje a la virtualidad que, si bien representó una necesidad inevitable, también significó en muchos casos un estancamiento o incluso un retroceso en materia de educación, por cuanto que nadie estaba preparado para ello aun cuando esa sea una ventaja de la que podrá disponerse en el futuro de una manera mejor pensada, quizá mejor distribuida, y tal vez mejor utilizada, quién sabe. La tecnología siempre ha representado una ventaja para quien puede disponer de ella y sabe utilizarla, sin duda, desde la invención de la rueda en los albores de la humanidad, hasta las computadoras de última generación de la actualidad, todo ha surgido como respuesta a una necesidad. Una necesidad que era menester satisfacer dando con el martillo en el clavo. No obstante, quizá valga la pena cuestionarnos si “saber” y tan sólo “seguir un patrón de comportamiento” utilizando tal tecnología puede verdaderamente llevarnos al sitio esperado.

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