La razón de su muerte siempre fue bíblica, porque cuando la Iglesia puso la Biblia en sus manos, estos hombres de fe, empezaron a leer toda su vida y la historia de su comunidad a la luz de la palabra de Dios; entendieron qué significaba la dignidad de la persona humana, entendieron qué significaba el derecho y la justicia. Foto La Hora: Cortesía.

Por Hermano Santiago Otero

Se refiere a la solemne celebración en la que se reconoce oficialmente la santidad de los mártires en su Iglesia local, en este caso en la Diócesis de Quiché y la Iglesia de Guatemala. Esta celebración se hacía en Roma, hasta que el Papa Benedicto XVI cambió la disposición para que sea realizada en la Iglesia local. Recordemos que ya antes, el Papa Juan Pablo II canonizó al Santo Hermano Pedro de San José Betancur en Guatemala, el 30 de julio de 2002, que él mismo lo había beatificado en Roma en junio de 1980.

El encargado de la Celebración de los Mártires de Quiché corresponde a Mons. Rosolino Bianchetti Boffelli, actual Obispo de la Diócesis. Conlleva un gran trabajo para organizar todas las comisiones encargadas de los muchos detalles de la misma. Las circunstancias actuales con la pandemia del Covid-19, complican todavía más las cosas, porque debe ser una celebración restringida en el número de personas que deben acudir a la celebración. Nunca antes se había llevado a cabo una celebración similar en Guatemala o América Latina, de una beatificación tan numerosa.

El Papa Francisco debe nombrar el delegado pontificio que preside la celebración, este nombramiento recayó en el Cardenal Álvaro Ramazzini Imeri.

Se prepara un MISAL propio para esta celebración, con él contarán los celebrantes y los asistentes a la Santa Misa de proclamación de los Beatos.

El sacerdote Faustino Villanueva después del terremoto, Joyabaj, Quiché, 1976. Foto La Hora: Cortesía.

En la celebración se despliega un gran telón con el rostro de los Mártires; en este caso es un lienzo con una bella pintura al óleo realizado por la muralista y pintora Alessandra Vecchi, verdadera obra maestra, que después de la celebración, quedará en un retablo en la parte lateral derecha de la Catedral de Santa Cruz, mandado hacer por el Obispo a los talladores de Chajul, expertos en la materia. Estas celebraciones promueven también el despliegue de las artes que permiten al pueblo proclamar con alegría las grandezas de los dones que Dios ha concedido a los seres humanos.

Al mismo tiempo, en cada iglesia parroquial de la Diócesis, donde quedarán los restos de alguno de los mártires, se prepara un lugar dignamente diseñado, con el fin de que la gente pueda hacer memoria y recordar su martirio en las celebraciones parroquiales. En la iglesia de Chajul se encuentran los restos de tres de los beatos mártires.

Se publica un libro con el contexto y pequeñas biografías de los mártires, titulado: BEATOS MÁRTIRES DE QUICHÉ. Al mismo tiempo, se ha preparado el desarrollo de la liturgia correspondiente, con bellos cantos y un himno creado para tal ocasión, obra del P. Rudy Sem, de la Diócesis de Quiché.

El Obispo ha cuidado la conservación de las reliquias de los mártires, sobre todo sus huesos, exhumados en su mayoría, con el debido tratamiento para su conservación, y la confección de relicarios para que tanto en la Catedral como los MSC, tengan un relicario con un pedacito de hueso o de la ropa del mártir.

La Iglesia venera a los santos y mártires al contemplar en ellos la presencia de Jesús, a quien imitaron en su vida, por el que trabajaron y resistieron las amenazas y la misma muerte. En la vida de un mártir todo se refiere a Jesucristo, y sólo en Jesucristo se puede encontrar el verdadero sentido de su vida. Por eso su sangre es preciosa, porque nos recuerda la sangre con la que nos redimió Cristo, el testigo fiel, el único mediador entre el cielo y la tierra. Sus sufrimientos nos hablan de los padecimientos de Jesús; su entrega nos habla de la causa del Reino de Dios, por la que Jesús fue llevado a la cruz. Todo en los mártires nos habla de la muerte y resurrección del mismo Jesús.

Exhumación de Tomás Ramírez, 4 de junio de 2000. Foto La Hora: Cortesía.

Rosamaría Pascual de Gámez ha querido plasmar esta realidad teológica con una bella pintura, que representa los padecimientos del Cristo maya; alrededor de su cabeza están los nombres de los mártires; bajo la cruz, el incienso, con el que se honra lo más sagrado, a los lados las candelas, signo de nuestro bautismo y resurrección, acompañadas con grandes jarrones de barro, fruto de la tierra, donde el agua representa la vida y el vino nuevo de la Resurrección. Es un gran regalo que esta gran pintora guatemalteca quiere hacerle al Obispo de la Diócesis, como un signo de su solidaridad y compromiso con la causa de los mártires de Quiché.

¿QUIÉNES SON LOS MÁRTIRES BEATIFICADOS?
En Roma han tenido a bien beatificarlos a todos en bloque con este título: JOSÉ MARÍA GRAN CIRERA Y COMPAÑEROS MÁRTIRES. El P. José María Gran Cirera, Misionero del Sagrado Corazón, era un sacerdote joven, llegado de Barcelona, España; ordenado sacerdote en 1972; después de trabajar algún tiempo en Santa Cruz del Quiché, fue trasladado a la parroquia de Chajul como Vicario de Pastoral, el párroco era otro compañero, José María Junoy. El P. José María es el primero en dar la vida de los diez mártires; fue asesinado a los 35 años el 4 de junio de 1980, al regreso de una gira pastoral de unos veinte días por su extensa parroquia; junto a él murió como un gran colaborador de la misión, el sacristán, DOMINGO DEL BARRIO BATZ, padre de familia, compañero de viaje, muerto a los 29 años, los dos caen en la misma emboscada perpetrada por el ejército de Guatemala; esto sucedió cerca de la aldea de Xe Ixoq Vitz. TOMÁS RAMÍREZ CABA (1934-1980), casado, sacristán mayor de la iglesia de Chajul, hombre creyente y fiel, acribillado frente a las dependencias del templo, a sus 46 años, por no insistir en su misión de cuidar la iglesia; el ejército en ese momento, había tomado todas las dependencias parroquiales para colocar los pertrechos de guerra; hasta vistieron a las imágenes de soldados; los asesinos el 6 de septiembre de 1980; no permitieron a sus familiares hacerle las honras fúnebres. P. FAUSTINO VILLANUEVA, MSC (1931-1980), nacido en Navarra, España, ordenado en 1956; asesinado en el despacho parroquial de Joyabaj, de un disparo en la cabeza, tenía 49 años. Llegaron dos individuos en moto preguntando por él, y cuando los recibió, le dieron muerte. NICOLÁS CASTRO, catequista y ministro extraordinario de la comunión, se jugó la vida varias veces llevando la santa Eucaristía a la gente de su aldea, a través de las montañas, después que las parroquias de Quiché se fueron quedando sin párrocos para atenderlas; estaba casado y con varios hijos, torturado y baleado en la noche del 29 de septiembre de 1980, junto a su familia, contaba con 35 años. REYES US HERNÁNDEZ, catequista desde muy joven, nunca fue a la escuela, pero se las arregló para aprender a leer y escribir; casado, con varios hijos, hombre lleno de entrega y amor a Dios que pasó por todos los ámbitos de servicio de su comunidad: cooperativista, promotor de salud y educación, sin haber visitado nunca la escuela, emprendedor de obras en favor de la comunidad, como la carretera y la legalización de tierras, preocupado por todos; fue asesinado el 21 de noviembre de 1980, frente a su propia casa y ante su familia. JUAN BARRERA MÉNDEZ, el niño adolescente que sabía leer y escribir, colaboraba con los catequistas para leer la Biblia y enseñar la doctrina a otros niños de su edad; entre la gente era JUANITO; su aldea en Zacualpa, fue tomada por el ejército, los soldados llegaron directo a su casa; quisieron llevarse a todos los hombres de la familia; Juanito, fue apresado ante su madre y familiares, terriblemente torturado y asesinado a los 15 años, en el Segundo Centro de la Vega, El Tablón, Zacualpa. Murió como un crucificado, y quedó enterrado en medio de un predio baldío. P. JUAN ALONSO (1933-1981), MSC, natural de Cuérigo, Asturias, España, hombre fuerte, amante de lo más difícil, con una vida de oración profunda; Cuando los agentes de pastoral dejaron por prudencia las parroquias de Quiché en julio de 1980, Juan regresó a finales de ese mismo año, para ofrecer una mínima atención en las parroquias más difíciles de la región norte de Quiché. Pero ya la orden de acabar con la Iglesia era una consigna llevada con puntualidad. Fue detenido en Uspantán, torturado en dos ocasiones y continúo con su labor hasta que lo asesinaron después de terrible tortura. Viajaba en moto de Uspantán a Cunén, cuando lo interceptaron, en un lugar conocido como La Barranca; murió como consecuencia de los muchos golpes que recibió, y varios en la cabeza, tenía 47 años; todo esto sucedía el 15 de febrero de 1981. Don ROSALÍO BENITO, uno de los primeros catequistas desde los inicios de la Acción Católica en Quiché en los años cuarenta (1914-1982); iletrado, aprendió de memoria todos los rezos de su tiempo y los enseñaba a la comunidad, memorizaba párrafos enteros de la Biblia, para preparar a los sacramentos en su comunidad; fue terriblemente torturado y, su cuerpo lanzado a un pozo; estaba para cumplir los 70 años, en julio de 1982. Junto a él murió muchísima gente, en una terrible masacre en Chinique Las Flores, Quiché; fue una verdadera columna de la Iglesia. MIGUEL TIU IMUL, catequista fiel y prudente, que actuaba siempre ajustado a la verdad, sin embargo, no se doblegó ante las amenazas, por ello fue perseguido, torturado y asesinado a sus 50 años el día 31 de octubre de 1991.

¿POR QUÉ MÁRTIRES?
Desde sus orígenes, la Iglesia ha sufrido la persecución y la muerte de muchos de sus hijos, siguiendo el ejemplo de Jesús crucificado, el inocente y testigo fiel, en el que no creyeron ni las autoridades del imperio romano, representadas por Pilato y Herodes, ni las de los judíos, representadas por Anás y Caifás.

Desde aquellos remotos tiempos en los que también los apóstoles sufrieron la misma suerte, empezando por Esteban y Santiago, el hermano de Juan evangelista, se dice que todos los apóstoles de Jesús sufrieron el martirio “in odium fidei”, por odio a la fe.

En tiempos del emperador Nerón en Roma, fueron ejecutados los protomártires de la Iglesia de Roma, cuya mejoría se recuerda el 30 de junio, después del martirio de Pedro y Pablo.

Se sucedieron las persecuciones durante unos trescientos años, algunas eran regionales y otras decretadas para todo el imperio, y muchos cristianos son recordados hoy en el calendario por la entrega total de su vida hasta la muerte. Quienes los ejecutaban no eran autoridades cristianas, aunque sí religiosas.

Los tiempos cambiaron muchos siglos después, cuando autoridades o reyes cristianos ejecutaban a otros cristianos; los motivos eran diversos, pero eran crímenes tipificados “in odium fidei”, por odio a la fe; si bien, ahora hay que preguntarse de qué fe se trataba, cuando un rey que se dice cristiano como Enrique VIII de Inglaterra decide ejecutar a uno de sus más fieles ministros, que por coherencia con el Evangelio, se resistió a obedecer sus órdenes, como Tomás Moro, gran santo de la Iglesia. El término se siguió usando para calificar la muerte de cristianos en tierras llamadas de “misión” en los últimos siglos, y se utiliza hoy frente a la terrible ejecución de cristianos víctimas del odio de grupos terroristas islámicos.

El Papa Juan Pablo II, hoy canonizado, quiso alargar los motivos para calificar la muerte de un cristiano, no sólo por odio a la fe, sino por odio a la fe que actúa en la caridad, la solidaridad, la justicia, la defensa de la vida y los derechos humanos; también por la defensa de virtudes relacionadas con la fe, como el caso de Santa María Goretti, el P. Maximiliano Kolbe o Edith Stein, que murió con su hermana en los campos de concentración nazis, y que el Papa Juan Pablo II, valora las últimas palabras pronunciadas ante su hermana también religiosa carmelita como ella, las dos judías: “vayamos a morir por nuestro pueblo”.

La palabra mártir significa testigo, es el calificativo del cristiano que llega a dar testimonio hasta derramar su sangre por fidelidad a la causa de Jesús o a las muchas causas del reino de Dios. Posiblemente, ahora la Iglesia examina más la dimensión interior, la actitud de quien es enviado a la muerte, y no sólo si hubo un decreto de persecución contra cristianos como en tiempos del imperio romano.

Iglesia de San Juan Cotzal. Foto La Hora: Cortesía.

Resulta que los mártires de Quiché que se declaran Beatos, fueron ejecutados en tiempos de un presidente “constitucional” de la República de Guatemala, el general Romeo Lucas García, a manos de los responsables de tropa de su ejército; este individuo, que llegó al poder de manera dudosa y lo destituyeron con golpe de Estado, para que llegara al poder otro general, Ríos Montt, fue casado por un obispo en la capilla privada del palacio arzobispal de Guatemala. En tiempos del general Lucas, murieron la mayoría de los mártires que se proclaman el 23 de abril de 2021 en Santa Cruz del Quiché.

La Iglesia les concede el título de Beato, que tiene una referencia directa a las Bienaventuranzas del Evangelio: Bienaventurados ustedes cuando los injurien y los persigan, y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía (Mt 5, 11; cf., Lc 6, 22); pero antes se ha dicho: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados (Mt 5, 6).

La misión de estos hombres de Dios nace de su encuentro con Jesucristo, que se desvelan por el bien de sus hermanos, son rostro y presencia de Dios en su comunidad, en esta misión persisten, aunque la persecución, las amenazas y la muerte pretendieron desanimarlos. Son fieles trabajadores de la causa del reino de Dios, y esta causa es sublime, no negociable, entraña la fidelidad radical, porque todo lo que afecta la vida de sus hermanos, de la comunidad a la que pertenecen, tiene que ver con la fe y la caridad. Como proclama San Pablo, “lo que vale es la fe que actúa por medio del amor” (Gál 5, 6).

La razón de su muerte siempre fue bíblica, porque cuando la Iglesia puso la Biblia en sus manos, estos hombres de fe, empezaron a leer toda su vida y la historia de su comunidad a la luz de la palabra de Dios; entendieron qué significaba la dignidad de la persona humana, entendieron qué significaba el derecho y la justicia, entendieron que todos somos hijos de Dios, que es Padre, que nos ama sin condiciones. Y si Dios es nuestro Padre, todos somos sus hijos, y por tanto iguales. Más aún, Dios ama a los pobres con predilección. En la Palabra de Dios encontraron las razones de la dignidad del trabajo, el respeto a la tierra, el sentido de la solidaridad y el bien común. Este es un camino de constante lucha y resistencia contra quienes desconocen el corazón de Dios, y actúan como si no existiera, actúan movidos por las obras de la oscuridad, el egoísmo, el apego al dinero mal habido, el despojo, la represión y la impunidad de sus acciones de fuerza, que se imponen con el poder de las armas. Al no contar con Dios en su vida, actúan con indiferencia y prepotencia, su orgullo los empuja a discriminar a los demás. Son hijos de las tinieblas, y la injusticia es su casa. Sus obras causan la muerte de hermanos, y aunque se consideren cristianos, no son hijos de Dios, porque no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad del Padre (cf., Mt 7, 21).

Esta manera de entender el Evangelio, explica por qué hay opresores y oprimidos, represores y reprimidos, amos de la guerra que siembran terror y humildes que la padecen, porque están los que se arrogan el derecho de quién tiene que vivir y quién debe morir, para quienes no rige ninguna ley, ni los preceptos de Dios ni las leyes de este mundo.

Por eso los mártires son diferentes, aman a Dios y construyen su casa sobre roca, como Jesús lo pide en el Evangelio: “El que escucha mis palabras y las pone en práctica, es como aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca” (Mt 7, 24).

Existe un pasaje en el Evangelio de San Juan, que me parece aplicable a los mártires de Guatemala, esos mártires que son ejecutados por personajes nefastos que se consideran creyentes: “Les he dicho todo esto, para que no pierdan la fe en la prueba. Porque los expulsarán de la sinagoga. Más aún, llegará un momento en el que les quiten la vida pensando que así dan culto a Dios” (Jn 16, 1-2). ¿No es esto lo que practicaron los generales, amos de la guerra, en tiempos de la violencia y el terror?

Construcción de una carretera, Quizachal, Uspantán, Quiché 1978. Foto La Hora: Cortesía.

PROCESO DE BEATIFICACIÓN
La Iglesia tiene una normativa para declarar a una persona con el título de BEATO; se distinguen dos vías: la vía de confesor y la vía de martirio. Estas normas están actualmente en vigencia y constan en un documento pontificio llamado en latín SANCTORUM MATER (La Iglesia, Madre de los Santos), del 17 de mayo de 2007, constitución de la Congregación para las Causas de los Santos, del Vaticano.

Antes del año 2000, los agentes de pastoral de la Diócesis de Quiché, pidieron al Obispo Julio Cabrera Ovalle, que llegó a Quiché el 17 de enero de 1987, que una de las prioridades era recoger la historia de los mártires; algo que había repetido el Papa Juan Pablo II a los Obispos de Guatemala. La Parroquia de Chajul fue la primera en dar los pasos para solicitar formalmente el inicio de la Causa de canonización de cuántos murieron en los años de la violencia, que la gente entendía como el tiempo de “la enfermedad”. La misma preocupación habían manifestado los Misioneros del Sagrado Corazón, que desde años antes habían recogido testimonios orales sobre sus religiosos mártires.

La celebración de los 25 años de la Diócesis de Quiché a finales de abril de 1992, fue como un momento de luz y fortaleza del Espíritu para tomar la decisión de iniciar la investigación de la vida y la muerte de tantos mártires acaecida en una diócesis tan perseguida: Una Iglesia mártir en medio de un pueblo mártir. En 1994, ya se tenía una larga lista, con pequeñas biografías y algunos testigos de los catequistas y miembros de la Acción Católica que habían sido martirizados. La consigna de acabar con la Iglesia había cundido. Era mucho el miedo y el terror. Pocos se atrevían a hablar.

Campesinos transportados en camiones, Uspantán, 1980. Foto La Hora: Cortesía.

Con ocasión de la segunda visita pastoral del Papa Juan Pablo II a Guatemala, la Conferencia Episcopal decidió presentar una lista de mártires de Guatemala, eran más de cien, entre otros, los de Quiché e Izabal, los más numerosos. Se repitió lo mismo para el Gran Jubileo del Año 2000, sólo que la lista de Guatemala iba ahora encabezada con el nombre de Monseñor Juan Gerardi, asesinado el 26 de abril de 1998.

Cuando todo se dispuso para iniciar la Causa de beatificación de los tres Misioneros del Sagrado Corazón, se acordó con Monseñor Julio Cabrera, que junto a los tres Misioneros se llevara la causa de un grupo de mártires laicos; aceptaron los misioneros gustosamente.

También contó con el beneplácito de todos los Obispos de la Conferencia Episcopal de Guatemala (2007). El 4 de junio del 2007, el Obispo de Quiché, Mario Molina Palma, pide a la Congregación para las Causas de los Santos el Nihil Obstat, para el Proceso Diocesano. Fue concedido el 4 de septiembre de 2007. Se organizó el Tribunal Diocesano que comenzó el 31 de julio de 2007 hasta el 22 de marzo del 2013. El postulador fue el P. Joaquín Herrera, MSC.

El proceso se clausura en la Catedral de Santa Cruz del Quiché en el 2014, e inicia la fase Pontificia del proceso en Roma, con toda la documentación probatoria enviada. Con el resultado satisfactorio de la realización de la Positio, el 1 febrero de 2018. La firma del Decreto de Beatificación correspondió al Papa Francisco el 22 de enero de 2020. La realización del seguimiento y trabajo tanto en su fase Diocesana como Pontificia, para preparar todo lo necesario para el día de la beatificación, ha correspondido a Monseñor Rosolino Bianchetti, que asumió este compromiso con pasión y mucha dedicación, desde que fue nombrado obispo de la Diócesis de Quiché en el año 2012.

POSITIO
Término con el que se conoce la conclusión narrativa -escrita- de la vida, virtudes o martirio de un santo o mártir. En este caso, Positio super Martyrum. En este documento se integran todos los datos de la investigación realizada en la Diócesis bajo la presencia de un tribunal nombrado por el Obispo. En la constitución Sanctorum Mater (17.05.2007), están todos los pasos que se deben seguir para redactar la POSITIO. Este documento, debidamente encuadernado y con una presentación muy cuidada, pasa a ser examinado por un comité de historiadores, teólogos expertos y cardenales, que deben conceder la recomendación aprobatoria para que el Papa lo certifique o proclame. En el caso de los mártires de Quiché, esta aprobación le correspondió al Papa Francisco, firmada el 22.01.2020.

Tierra Arrasada. Foto La Hora: Cortesía.
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