Estudiar en modalidad extraescolar le ha resultado conveniente, puesto que se adapta a sus necesidades. Foto: La Hora / Cortesía

A sus 19 años, Netaní Gesaan López Rodríguez, conoce los retos de combinar estudio y trabajo. Durante la semana es ayudante de albañil, y los fines de semana estudia el 5to. año del Bachillerato en Ciencias y Letras con orientación en Productividad y Emprendimiento, en el Centro Educativo de Educación Extraescolar No. 12 de la Fundación Educativa Fe y Alegría, en Chiantla, Huehuetenango.

Estudiar en modalidad extraescolar le ha resultado conveniente, puesto que se adapta a sus necesidades.

El horario de clases son los días sábados de siete de la mañana a cuatro de la tarde, y los domingos los dedica a los proyectos y la práctica de emprendimientos, relata este joven originario de la aldea La Quebradilla, Chiantla. Es el menor de cinco hermanos y desde los 16 años trabaja y estudia.

“Mi meta es ser empresario y tener mi propio negocio”, por eso ha puesto especial atención a la industria de las gallinas ponedoras y los pollos de engorde. Continuar sus estudios también es parte de sus sueños, por lo que, al culminar el Bachillerato, planea inscribirse en la carrera de Agronomía.

Netaní López es uno de los más de 53 mil jóvenes y adultos que en el 2022 estudian en un programa extraescolar, una modalidad educativa flexible que se adapta para las personas que no pueden completar el sistema educativo formal. De acuerdo con cifras del Ministerio de Educación esta modalidad registra una baja deserción y en 2021 se estimó en 2.29%.

FE Y ALEGRÍA APOYA A 18 MIL ESTUDIANTES

Una parte importante de este sistema lo atiende la Fundación Fe y Alegría, organización no lucrativa con presencia en el país desde hace 46 años. A través de distintos programas tiene una cobertura promedio de 18 mil estudiantes en 2022, en 56 centros educativos. “Buscamos lograr una transformación social a través de la educación”, afirma Sofía Gutiérrez, responsable de Acción Pública de esta organización.

 

El programa “Modalidad flexible” o semi presencial, fue creado hace seis años. Tiene cobertura en plan fin de semana para 100 estudiantes en Chiantla, Huehuetenango y su segundo espacio de más reciente creación es Totonicapán, con un grupo de 68 estudiantes.

Estos programas se financian al 100% con la cooperación internacional en alianza con el Ministerio de Educación, indica Gutiérrez.

Al igual que la educación formal, es un sistema gratuito, que pide dos requisitos básicos para los interesados: completar el nivel primario y ser mayor de 15 años. Parte de las ventajas es que no está sujeto al calendario escolar tradicional.

Sofía Gutiérrez, responsable de Acción Pública de Fe y Alegría, uno de los ejes estratégicos de la institución, expone que cuentan con 56 centros educativos en 10 departamentos del país, en las zonas más vulnerables y empobrecidas.

Afirma que existe un vacío en la educación de los jóvenes de unos 2 a 3 años para los que se quedan fuera del sistema educativo tradicional. Al finalizar el nivel primario, algunos deben esperar a cumplir los 15 años para matricularse en el Programa Nacional de Educación Alternativa (Pronea).

GRANDES BRECHAS

Gervin Justiniano Castañeda es el director del Centro de Educación Extraescolar Fe y Alegría No. 12, en Chiantla, Huehuetenango, el cual imparte clases en modalidad flexible para los niveles de básico y bachillerato, los días sábados de 7:30 a 16:30 horas. Ofrece formación académica y técnica. Estos cursos son: cultores de belleza, alimentos y repostería, y electricidad, además, son certificados por la Dirección Extraescolar del Mineduc.

 

El Bachillerato ofrece un taller de emprendimiento y de incubación de negocios. “Se le llama también de segunda oportunidad, pues asisten jóvenes estudiantes y adultos de 15 a 40 años, en promedio predomina la población femenina.

Los desafíos que enfrentan los estudiantes son muchos. El perfil de la mayoría es que vienen de aldeas distantes, con altos costos para usar el transporte público, muchos han dejado de estudiar y apenas han tenido una computadora en sus manos. No han desarrollado a totalidad su capacidad de leer y escribir, tienen un alto déficit de comprensión de lectura”, afirma Justiniano.

Aunado a estas problemáticas muchos jóvenes deciden migrar y las aldeas empiezan a quedarse vacías.

Es un sistema gratuito, que pide dos requisitos básicos para los interesados. Foto La Hora Cortesía

Gran parte de los retos también es mantener el ánimo, pues el estudiante es autónomo, así como también disponen de otras ofertas educativas. Sin embargo, el director de la escuela en Chiantla sostiene que su trabajo le resulta una vocación gratificante, puesto que “están llamados a romper las fronteras de la exclusión social”.

ROMPER CON PATRONES CULTURALES

Luis López, coordinador de proyectos educativos de occidente de la Fundación Fe y Alegría, recuerda las limitaciones existentes en las áreas rurales, las cuales se agudizan al pasar del ciclo primaria al básico.

Las distancias para desplazarse al centro de estudios, la falta de dinero, trabajo y la migración de los jóvenes por mejores oportunidades, son parte de la realidad que enfrentan para que muchos terminen por abandonar la escuela. Esta situación obliga a buscar metodologías alternativas que permitan a los jóvenes retomar las aulas con programas que se adapten a sus necesidades.

Para garantizar el derecho a la educación, el proyecto se centra en dos ejes principales. Evitar que las niñas abandonen la escuela y reinsertar a mujeres para que retomen los estudios.

El que mejor se adapta a esto era el Programa Nacional de Educación Alternativa (Pronae) certificado por el Mineduc. El proyecto comenzó en septiembre con 68 estudiantes inscritos, de los cuales 60 son mujeres. “La principal problemática es que a muchas mujeres los esposos no les dan permiso para continuar sus estudios, les dicen que, si ya saben leer, escribir y sumar es suficiente”, comenta López.

En esta modalidad, ha notado un alto entusiasmo de los estudiantes por asistir a clases. “El día que reciben prácticas de robótica, vienen muy motivados. Es un indicador de que funciona el programa. Espero que en el mediano y largo plazo esto impacte en que disminuya el abandono escolar”, expone Luis López, quien también tiene a su cargo el centro educativo de Totonicapán.

La deserción escolar es más baja, porque se adecúa a las necesidades de los estudiantes. El acompañamiento es más directo, los jóvenes inscritos tienen oportunidad de llegar hasta tres veces por semana a la escuela si necesitan asesoría. De lo contrario, pueden comunicarse en redes o por teléfono, pero los encargados deben asegurarse que se dé una comunicación diaria. “Ese acompañamiento y flexibilidad permite que los jóvenes no abandonen”, asegura López.

SE PUEDE SALIR ADELANTE

Netaní es de los pocos jóvenes de su comunidad que no considera migrar a Estados Unidos como opción. Ha visto los riesgos y problemas con las familias, o el dolor de la separación. “No pienso hacerlo, ni lo quiero ver en mi gente. Quiero demostrar a los jóvenes que se puede salir adelante en nuestro país si se tienen metas y sueños poniéndolas a trabajar”, afirma con certeza.

Netaní López es uno de los más de 53 mil jóvenes y adultos que en el 2022 estudian en un programa extraescolar. Foto: La Hora / Cortesía
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