En la historia, la protagonista Sophia pierde a su padre Michel, en el mar. Imagen: Cortesía de Fondo de Cultura Económica.
Por: Álvaro Sánchez
Artista visual y escritor

 

No sé si ustedes, queridos lectores, han tenido la oportunidad de sumergirse en las profundidades del mar. Imagino que algunos lo han hecho y no podrán negar que es algo sublime. Recuerdo la primera vez que me zambullí en el mar. Hoy sigue siendo una de las experiencias más excelsas de mi vida por muchas razones. Una de ellas fue que en esas vastas profundidades descubrí lo insignificante que puede ser mi existencia y la otra fue darme cuenta de que mi cabeza no podía dimensionar del todo, ese universo a muchísimos pies de profundidad.

No pude evitar tener algunos flashbacks de esa temporada en la que solía ir a bucear con mi padre, probablemente en una época en la que solíamos ser más unidos y en donde aún se conserva esa admiración al padre. Creo que ese fue uno de los motivos por los que la novela gráfica El acuanauta, del autor americano Dan Santat resonó en ese niño interior de hace ya muchos años. El libro trata sobre la pérdida, la vida marina, la ecología, las memorias y la familia, como el propio autor lo describe.

En la historia, la protagonista Sophia pierde a su padre Michel, en el mar. Su padre y su tío Paul son biólogos marinos y ahora Sophia vive con su tío, pero él está demasiado ocupado para su trabajo y tiene poco tiempo para ella.

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Portada del título «El Acuanauta» de Dan Santat. Imagen: Cortesía de Fondo de Cultura Económica.

Cinco años más tarde llega a Aqualand una figura con un traje de buceo hecho por Michel y Paul. Dentro de los trajes hay cuatro criaturas marinas, un cangrejo ermitaño, dos pulpos y una tortuga marina que intentan encontrar un lugar seguro para vivir.

Sin embargo, Aqualand es ahora un parque de diversiones temático en lugar de un área de conservación porque los inversionistas quieren ganar dinero con él y, lamentablemente, Paul necesita ese dinero para su investigación.

Nunca había leído un libro como este. La idea de un acuanauta controlado por criaturas marinas es bastante original. A decir verdad, aplaudo la imaginación y creatividad del autor en crear algo tan particular como esto. La historia tiene muchas partes divertidas, aunque el tema es serio y profundo. Personalmente, alguna vez visité un acuario que tenía un espectáculo de delfines y orcas, al que odié. Recordé, al leer esto, que a temprana edad me pregunté si los humanos tenían derecho a disfrutar ese tipo de shows, en los que dañan a las criaturas marinas. Uno debería mejor verlos un entorno natural y seguro para ellos. Simplemente observarlos, sin molestarlos demasiado.

En fin, regresando a la novela, las criaturas marinas son complementos cómicos eficaces para un drama humano sobre el legado familiar y la comercialización de Aqualand, mientras arriesgan sus vidas para rescatar a sus hermanos cautivos y se encuentran con el personaje de Sophia en el camino.

La novela tiene un final muy emotivo pero feliz en general. Creo que rescato muchas cosas de esta historia desde la manera en que está ilustrada y diagramada. Es bastante agradable y disfruté mucho los espacios de composición en el diseño editorial. Les otorgan otro matiz a las escenas.

Sobre todo, porque me recordó que, aunque lo desee de todo corazón, los secretos de las profundidades del mar, sus extrañas creaturas y los mundos que probablemente existan ahí serán eso: un gran secreto insondable. Ese que, probablemente, los humanos después de todo no merecemos conocer. Hasta que entendamos de una vez y para siempre que somos parte de ese todo, que debemos conservar y cuidar para asegurar que la vida continúe en este extraño, pero hermoso lugar llamado planeta Tierra..

LAS RESEÑAS
La estela de Tlatelolco, Raúl Álvarez Garín

Con los estudiantes al frente, sería 1968 el año en el que luchas de diversos sectores del país alzarían la voz contra el autoritarismo. Raúl Álvarez Garín, testigo y protagonista, narra los momentos cruciales del movimiento, describe las iniciativas tomadas por los estudiantes, el apoyo que recibieron y cómo desconcertaron e irritaron al gobierno México, que se preparaba para celebrar las Olimpiadas. Álvarez evidencia el contraste entre las actividades culturales y el genocidio patrocinado por el Estado, sin olvidar que este dolor y tristeza colectiva transformaron las vidas de aquellos que no dejarían de buscar justicia.

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Portada del título «La estela de Tlatelolco», de Raúl Álvarez Garín. Imagen: Cortesía del Fondo de Cultura Económica.

 

 

El psicoanálisis, de Clara Mabel Thomson

La doctora Thompson presenta con claridad y objetividad la evolución y desarrollo histórico de esta disciplina, logrando un compendio de los argumentos sustanciales en las obras de los principales psicoanalistas a partir de Freud.

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Portada del título «El psicoanálisis», de Clara Thompson. Imagen: Cortesía de Fondo de Cultura Económica.

 

 

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