Guatemala, 1992. Escritora, editora, gestora cultural. Estudió Ciencias de la Comunicación con énfasis en Periodismo. Ha sido publicada en varios países de América, y algunos de sus textos también han sido publicados en inglés. Ha organizado y participado en varios recitales de poesía y eventos culturales y artísticos. Obtuvo mención de honor en el II Premio Nacional de Poesía “Verso Libre MX” 2021 y tercer lugar del I Concurso de poesía Expresarte 2022, de la Sociedad de debate de la Universidad del Valle de Guatemala.

Es integrante de la Red de Jóvenes artistas por la justicia social, región metropolitana, Guatemala. Fundadora de los proyectos Escritoras guatemaltecas, Artistas guatemaltecas y de la editorial independiente “Flores de fuego”. Cofundadora de Arte colectivo (Con María Herrera y Rodrigo Villalobos). Fundadora y editora de la revista guatemalteca Hygge Revista de arte y literatura.  Con Arte Colectivo fue compiladora y editora para la antología “56 altares: Filos y espejos” publicada con Testigo Ediciones (2022).

 

Poemas temporales

I

Tiempo no es un verbo.
Es un cesto intermediario
-para los que retrasan el desecho inevitable
de lo que nunca necesitaron-
o un bolsillo dentro de la piel
para guardar lo que creemos nuestro.

Es un interruptor del polvo cósmico original
o quizá un terrario para germinar las semillas
que necesitan cuidado antes de trasplantarlas a otro mundo.

II
Entender para qué lado giran las agujas del reloj
y esperar a que todo se autonombre absurdo.
Del once al cinco y del cinco al once
habita un objeto antimateria
vaporizador de cuerpos.

Objeto surrealista
que dibuja horas en triángulos o simples diagonales
(onirismo entre los insomnios pausados).

Cada movimiento
es un espectro de la piel abandonada
en el paso anterior.

Un espacio entre los objetos
y la sombra con que sueñan.

III

Continuo desalojo de calles y casas.
Hay nuevas personas que necesitan techo
¿por qué no con el que cubre otras cabezas?

El rastro que dejan las agujas
dibuja el futuro de las siguientes
(líneas amarillas imaginarias
prohibiendo la escena del crimen).

Sustitución de vidas.
Adultos a cambio de niños.

Ya no regar las flores.

IV

El temor de caer del reloj
de dejar atrás todos los verbos
-de una disolución de los abrazos de las miradas-.

Caminar en un túnel
que tiene una salida a cada instante.

Sentarse frente a personas que dibujan árboles
ver la cuerda en sus ojos
pensar si usarla para volar cometas
escalar montañas
o morir colgado de las ramas recién diseñadas.

V

Hacerme cargo de los días de afuera
de mis tropiezos con las esquinas,
de la ternura abandonada
en las piedras repetidas.

Aceptar mi nombre
deletrearlo hasta aprenderlo
y luego, olvidarlo del otro lado de la puerta
de una casa que no es mía
en un planeta que he abandonado.

Moldearme a mi edad
recordar las vueltas del mundo y del reloj
mis velas encendidas
y las estrellas apagadas
en mi primer año cósmico.

El maíz, la tierra y la vida

Todo lo que duerma bajo un reloj está sujeto a la medida del tiempo.
A los hombres creados de maíz les llegó la sequía indetenible
la industrialización agrícola y alimentaria
la comida chatarra
las dietas bajas en calorías, almidón y azúcar.
La falta de proyectos gubernamentales
indiferencia social
clasismo
racismo.
Manos cansadas
tierra lejana
semilla mutante.
Cuervos, ratas, gusanos, aves hambrientas.
Ningún sacrificio satisface a sus dioses
el plomo baña en sangre los valles y las montañas.
Las hace infértiles.

Los otros claman a la muerte fingiendo la voz que no les pertenece.
Y ella viene fingiendo que cree.
Se disfraza de huesos encima de la piel de niños cafeses
y piecitos descalzos
que los turistas hacen a un lado cuando toman fotografías
para sus stories en las redes sociales.
Les roban futuro.
Les matan los sueños.
Infertilizan su tierra,
óvulos,
espermatozoides,
semillas.
Claman sin voz
sus palabras son apagadas como el incienso
cuando termina la misa dominguera de diez de la mañana en la catedral metropolitana.

A los hombres hechos de tierra les llegó la urbanización posmodernista,
maratónica construcción de edificios,
calzadas,
puentes,
avenidas,
bulevares
y aeropuertos.
Muerte por estampida continua
unos encima de otros
siempre corriendo
siempre de prisa.

Inacif por encima de su capacidad laboral
fosas con dos equis
millonarios dueños de funerarias.
Nombres y huesos enterrados tres metros bajo el polvo del que fueron tomados
y luego soplados.
Noticias las veinticuatro horas.
El titular del día en todos los diarios impresos:
Todos somos asesinos, todos estamos muertos.

Avediario

Por fin soy una niña:
se me extraviaron los miedos de volverme pájaro;
necesitaba un oficio alterno para sobrevivir.

Soy una gorrión
que habita del otro lado de una ventana
que nunca se abre.
En este hemisferio olor a duraznos frescos
bañados en rocío
y al verde tapiz de la tierra.

Soy un ave;
una pequeña gorrión de ciudad mutilada
collage de carreteras,
cercas divisorias,
y basura en las esquinas de nadie.

Los seres humanos huyeron.

Apuntes sobre este jardín marchito

A veces soy flor
a veces grillo
a veces estatua
detenida / observando girar el mundo
el viento soplar pintura blanca sobre el lienzo azul
que cubre la esfera en la que vivo
viendo a las personas jardín /

bosque /
catedral /
palacio /
avenida /

deambular por una ciudad a punto de hundirse en un nido sin estrellas.

Los jardines quedan abandonados
se marchitan por completo,
pero el tiempo es breve
y la vida un círculo en eterno movimiento.
La tierra no muere
y mientras los pies y las raíces estén en ella
es una obligación
el germinar y florecer,
incluso como acto de rebelión sin causa.

Por eso soy flor,
para abrazar a mi ser círculo
para que la vida malabarée
con mis pétalos marchitos.

Selección de textos. Roberto Cifuentes

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