Imagen La Hora/Cortesía Suplemento Cultural
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Giovany Emanuel Coxolcá Tohom

En las marchas del 20 de octubre siempre suenan canciones para avivar la nostalgia y hacer un recuento de las derrotas políticas que se han tenido, desde 1954. No faltan los marxistas que no leen a Marx, tampoco falta la delincuencia universitaria o comités de la Huelga de Dolores. Alguna pariente de Árbenz recorre las zonas menos asoleadas y peligrosas de la ciudad, para terminar en El Portalito, rodeada de burócratas o de gente que, a algo se ha de dedicar, para andar con la camisa bien planchada y rociada con colonias caras. A esta marcha se suman editores que juegan a ser exiliados, cuando les conviene, escritoras que toman la primera oferta que el Estado les ofrece, gente que, en días hábiles, se dedican al vasallaje caballuno con cualquier gobierno. Nada se puede hacer para cambiar esta realidad. Se debe seguir con el estribillo de Los Guaraguao, el verso de Silvio Rodríguez o de Mercedes Sosa. Sacar la camisa con la foto del Che Guevara, de Jacobo Árbenz y tal vez la de Juan José Arévalo. Lo anterior y lo que sigue puede ser irreal, ficción o coincidencia.

Es posible que en esta marcha se encuentre Silvia Solórzano Foppa con Bernardo Arévalo y se digan: «casi fuimos hermanos y, de algún modo, lo somos». Méndez Ruiz, condenado a nunca poder decir «tengo los huevos bien puestos», hará un Live para despotricar contra los resentidos que viven aferrados al pasado.

Los hijos de quienes presenciaron los acontecimientos de octubre de 1944, desde el lado ubiquista o de la junta revolucionaria, tendrán entre 85 y 100 años. Estarán viendo la televisión, escuchando la radio, muriendo en un asilo o en un sanatorio de la zona 10 capitalina o buscando la edición de un periódico desaparecido hace décadas. Hay quienes extrañarán la época de su general Ubico, los del otro lado, preguntarán por la dignidad de los militares que, sin su participación, habría sido imposible la gesta de hace 79 años. Eran otros tiempos, dirán. «Mi general ya hubiera mandado a fusilar a esa partida de indios». «En ese entonces había militares dignos». «El magisterio tenía claridad». Estas y otras voces serán silenciadas por la vertiginosa era de las redes sociales.

Mientras tanto, Miguel Martínez y Alejandro Giammattei se intercambian mensajes, una niña muere de desnutrición crónica en alguna parte del altiplano de Guatemala y, en Malacatán, entierran a un manifestante acribillado. Bernardo Arévalo medita en las dificultades para llegar a la silla presidencial, el 14 de febrero del próximo año: pantanos, agujeros, minas políticas y jurídicas en el lugar menos esperado. Pasar a segunda vuelta con menos de un millón de votos y superar a Sandra Torres con más de un millón, en la segunda vuelta, no son prueba suficiente de que él y Carin Herrera fueron electos por la voluntad popular para liderar el destino de Guatemala, a partir del 2024.

Imagen La Hora/Cortesía Suplemento Cultural
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Después de la segunda vuelta electoral, se ha desencadenado una guerra doméstica no declarada en varias dimensiones: mediática, jurídica, política, religiosa y social (sólo del lado del gobierno han desenfundado las pistolas). Dadas las circunstancias, las leyes guatemaltecas se volvieron la artillería pesada para derribar las murallas y demoler los cimientos del enemigo. A nivel propagandístico, el discurso de odio y descalificación se convirtió en pólvora. Varios líderes evangélicos, Cash Luna entre ellos, tomaron partido. Álvaro Ramazzini ha sido prudente (¿tibio?).

La televisión nacional ha hecho lo que le corresponde: desinformar, una televisión que lentamente está pasando a ser un medio paleolítico de comunicación. Facebook Tik-Tok, Instagram y Twitter se convirtieron en zonas de conflicto. Por un lado, están quienes defienden la democracia y la voluntad popular, ejercida durante la segunda vuelta electoral; por otro, quienes no están dispuestos a padecer los vejámenes de la «expropiación». Rony Mendoza, presidente de la Gremial de Transporte de Guatemala le pregunta, a través de sus redes sociales, a Bernardo Arévalo si durante su gobierno se impulsará la ideología de género en las instituciones educativas. Para Mendoza, ideología de género es «volverse hueco», sin tomar en cuenta que cuatro años antes se llevó a la presidencia a Giammattei, el primer mandatario abiertamente homosexual.

Las tensas circunstancias rompieron los diques de la lingüística política. Estado de Derecho, comunista, expropiación, ideología de género, Rusia, Venezuela, guerrillero Departamento de Estado, estas expresiones y otras más, se volvieron etiqueta para descalificar al adversario o defender los intereses de la agrupación a la que se pertenece. Mientras tanto, en la marcha del 20 de octubre están los excombatientes que nunca combatieron, los guerrilleros que nunca guerrearon, la juventud comunista que destapa Cerveza Gallo, fuma marihuana y empieza a descolonizar sus ideas y algunos enviados de los militares para monitorear el escenario.

Quince días después de la segunda vuelta electoral, simpatizantes, afiliados y agrupaciones, que estuvieron con otras banderas políticas en la primera vuelta, se sumaron a la oleada mediática y social que provocó Bernardo Arévalo. Era de esperarse, la dirigencia de la UNE decidió olvidarse de sus candidatos que no lograron una alcaldía o un espacio para parasitar en el Congreso, y se alió a los ganadores, alcaldes del partido VAMOS y futuros vividores del Poder Legislativo desplazaron a quienes llevaron a segunda vuelta a Sandra Torres, que, para entonces, sus derrotas alcanzaron alturas mitológicas.

En su dimensión mediática y social, hasta antes del 2 de octubre, la guerra la estaban ganando Karin Herrera y Bernardo Arévalo, pese a las borracheras de Samuel Pérez. No es extraño, ser borracho es parte inherente del ser guatemalteco y, más, del ser político guatemalteco. Sin importar el color de la bandera o la orientación ideológico, el político de aldea se emborracha en la tienda, el político de la cabecera departamental se emborracha en el antro más caro y el político de la capital se emborracha en lugares exclusivos, pero no deja de eructar, orinar detrás de un poste y maltratar a quien se le ponga en frente. Pese al tropezón de Samuel Pérez, el binomio de Semilla no sufrió ni un rasguño; pero, en la dimensión política y jurídica, la guerra la estaban ganando Alejandro Giammattei, Álvaro Arzú (el primate ya no tan junior) y la facción más embrutecida y enferma de los militares, cuya carta de presentación es la Fundación Contra el Terrorismo.

Mientras ustedes leen estos párrafos, el Movimiento Semilla y su binomio presidencial ya habrían sido neutralizados. La clase política tradicional y los nuevos ricos, contratistas del Estado, asesores, secretarias traídas de Venezuela o Colombia, no estaban dispuestos (ni lo estarán, por los siglos de los siglos) a reconocer que, pese a haber depurado la nómina de participantes para la contienda electoral pasada, se les fue de las manos la propuesta con resonancias del 20 de octubre de 1944. Dejaron fuera a Thelma Cabrera, a Roberto Arzú, a Carlos Pineda (el vástago de quienes conocieron las artes de la carnicería humana con El Chachal de Oriente). Se les escapó Bernardo Arévalo, se les fue de las manos Karin Herrera. Y sólo por ese error es necesario mover las leyes, la artillería mediática, el poder religioso y el poder económico para bloquearles el camino que lleva al 14 de febrero del 2024.

Las marchas de fines de semana, los comunicados y manifiestos de agrupaciones artísticas, intelectuales y académicas no habrían impedido que el binomio presidencial del Movimiento Semilla fuera a dar a la lona. Los golpes de Giammattei, por medio de sus tres perros más eficientes para esta tarea (Consuelo Porras, Rafael Curruchiche y Fredy Orellana) son reales.

Imagen La Hora/Cortesía Suplemento Cultural
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En este escenario, el 2 de octubre del 2023 ya es una fecha memorable para varios sectores de la sociedad. Ese lunes, el país amaneció paralizado. Los 48 Cantones, la Alcaldía Indígena de Sololá, alcaldías auxiliares, Comités Comunitarios de Desarrollo y toda forma de organización comunitaria decidieron responderle al gobierno. Después de insistir en buscarle una salida a la crisis a la que los tres perros ya mencionados habían llevado al país y no obtener respuesta, se tomó la meditada decisión de enviar un mensaje a la altura de las circunstancias.

El Movimiento Semilla no es una propuesta popular, pero sigue de pie gracias a la voluntad popular y al coraje comunitario, con un nivel de organización en las aldeas y municipios más allá de selfies y panderetas, que se hicieron sentir en los 4 puntos cardinales, en un momento definitivo y a Giammattei no le alcanzaron los antimotines para ejecutar los desalojos en los distintos puntos del país. Los sectores populares de la ciudad levantaron murallas contra los intentos de desalojo. Con este hecho, Samuel Pérez debería entender que la fuerza social no está con quienes descorcha botellas de vino caro.

La protesta en contra de estas manifestaciones populares (15 de octubre de 2023, Plaza de la Constitución) no sumó 150 personas. Algunos de la zona 18 gritaban que les falta el agua durante meses (cortesía del alcalde Quiñónez), otros, provenientes del algún departamento del altiplano, permanecían aburridos, mientras algún contratista del Estado se tomaba foto con ellos para Instagram, Facebook o Twitter. Entre los más enfurecidos y gritones no faltó un ex carnicero anticomunista de la G-2. Esto demuestra que los únicos militares que respaldan a Giammattei son los que se jubilan con 75 mil quetzales mensuales. Los de rango inferior son utilizados como perros de finca, para después ser vistos como basura.

Nadie pudo leer la actitud de la policía en estos días de protesta: su prioridad fue impedir que grupos de choque se infiltraran a las manifestaciones. Era como si los uniformados fueran parte de las manifestaciones pacíficas. En cierta forma, el ministro de gobernación, que va para fuera, fue un aliado silencioso de los manifestantes. Contuvo la ira del gobierno, hasta donde pudo, hizo más que los «artistas» e «intelectuales» y futuros funcionarios.

Ahora, que ha dejado de sonar el estribillo de los Guaraguao, el verso de Silvio Rodríguez o de Mercedes Sosa, el 20 de octubre es para leer si habrá una tumba para Giammattei o para la 2 Primavera (2P). Por lo demás, nunca se sabe cuándo ya es demasiado tarde.

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