Imagen: La Hora.

 

Juan Fernando Girón Solares

A pesar del intenso cansancio que sentía por los rigores de la jornada vivida el día anterior, ya que desde muy temprana hora acompañó el cortejo procesional de la imagen que guarda un lugar muy especial en su corazón, Nicolás retornó al caer la tarde de aquel lunes, al escenario tan querido que igualmente daba la pauta que su fervorosa entrega, estaba llegando a su punto máximo de devoción.

Nos referimos a la Parroquia de San Sebastián, la que más bien es conocida en la ciudad colonial como el histórico templo de LA MERCED de la Antigua Guatemala. Y el cansancio era más que justificado. Hacía veinticuatro horas, es decir muy de mañana en Domingo de Ramos, que nuestro entregado músico inició con su Jesús Nazareno de la Merced, el recorrido procesional de LA RESEÑA, el que luego de un día in extremo caluroso, desembocó en una fresca tarde, una noche fría, hasta que pasadas las once de la noche, la Consagrada Imagen del Nazareno acompañado del cortejo procesional de la Madre del Salvador, retornó a su templo parroquial.

Imagen: La Hora.

Lo que más admiraba Nicolás, era que al concluir la procesión y retornar a su hogar en Santa María de Jesús, el altar mayor de La Merced estaba como de costumbre, es decir sin un ornamento especial; y al día siguiente, un hermoso telón de velación con escena bíblica de la Pasión de Cristo rendía tributo a aquella imagen, que para muchos se trata con sobrada justificación de “EL NAZARENO DE LOS ANTIGUEÑOS”.

La tranquilidad de un lunes en la Antigua Guatemala se veía por mucho interrumpida aquella tarde del mes de abril. Efectivamente, era LUNES pero LUNES SANTO, el día en que se realiza la SOLEMNE VELACIÓN de la imagen mercedaria del Cristo con la cruz a cuestas, y por ello, un motivo sumamente especial para el fiel músico devoto, de apostarse en la puerta del templo adornada con motivos churriguerescos, y dejar sentir su toque indígena de la penitencia, pero esta vez con especial cariño y máxima devoción.

La Velación del lunes de la semana mayor en La Merced, tiene otros timbres muy especiales y de diferenciación respecto a otras manifestaciones de la piedad popular. Generalmente, los viernes de cuaresma, se realiza la velación y el domingo la solemne procesión. En el caso del Cristo mercedario sucede lo contrario, toda vez que primero va la procesión el domingo, y al día lunes la velación. Con profunda alegría en su espíritu, y con lágrimas en sus ojos sonrojados por la insolación y la fatiga del día anterior, Nicolás inspiró profundamente y a aquella hora de la tarde, dejó sentir por primera vez en aquel día santo, el agradable sonido de la música proveniente de sus instrumentos autóctonos de viento y de percusión:
Tiririiiiiiiiii, tiriririrá, tiriritiriririrum… ¡TUM! ¡TUM! ¡TUM! …

Esta música, emocionó a todos los presentes en aquel recinto religioso y también en el atrio y sus alrededores. Aún y cuando no fuese su intención, nuestro valiente personaje musical podría dejar de acudir por motivos de trabajo o de salud, a participar en cualesquiera de las velaciones o procesiones previas en la Antigua, pero NUNCA, y en verdad NUNCA la de su Jesús Nazareno de la Merced. Frente a los ojos y mentes de todo devoto, pasan muchas imágenes de pasión que inspiran ternura, admiración, compasión y tan variados sentimientos, pero hay una en particular que por su belleza, recuerdos o de pronto un milagro o favores concedidos, se “roba” la devoción especial y por ende el amor del penitente.

Y en el caso de Nicolás, se trataba del Nazareno de la Merced de la Antigua Guatemala. En el comedor de su humilde vivienda en su municipio, era notoria la fotografía colgada en la pared de antaño, aún en blanco y negro con el rostro del Mercedario. Cuando la gráfica fue tomada, la consagrada imagen utilizaba una cabellera rizada con canelones, por lo que sus antepasados con mucha justicia lo llamaban cariñosamente “EL COLOCHO DE LA MERCED”. Hoy en día, la cabellera que utiliza es lisa.

Pero llegar a la Merced, y platicarle a Jesús en su capilla, siempre ha evocado para nuestro penitente músico, sentimientos de verdadera fe en Dios, por las múltiples bendiciones recibidas del todopoderoso a lo largo de su vida, como consecuencia de sus oraciones. A él le elevó una plegaria cuando una de sus hijas enfermó gravemente muchos años atrás, y la providencia divina le devolvió la salud. En momentos en que el trabajo escaseó en su población, el Señor volvió a escuchar sus ruegos para brindarle nueva ocupación, lo que le permitió sostener y sacar adelante su hogar.

Igual cosa sucedió cuando lograron con su esfuerzo y el de su querida esposa, terminar el pago de su casita, y tantos otros motivos por los cuales, Nicolás le agradece al altísimo a través de la sencillez de su música, las bondades experimentadas a lo largo de su vida. Por todos estos motivos, interpretar su música religiosa de circunstancia para su Jesús de la Merced, adquiere un sabor tan especial puesto que hay tanto por qué agradecer a Nuestro Señor Jesucristo.

Avanza la tarde y la amplia plazuela del templo junto con su atrio alberga a cada minuto una cantidad considerable de fieles devotos y de visitantes; y el entorno de la velación que cobra un sabor muy especial en horas de la noche, con su concierto de marchas fúnebres, sus ventas callejeras, el movimiento nutrido de personas que ingresan o egresan del templo, le brinda un marco tan especial como único a quienes son protagonistas de estas sagradas tradiciones que solamente pueden verse y ante todo vivirse, en Cuaresma y Semana Santa en la Antigua Guatemala.

Imagen: La Hora.

Y así, al concluir su participación en el piadoso acto, el protagonista de nuestra historia, le hará un ofrecimiento especial ante Jesús Sacramentado, verdadero Dios y verdadero hombre, de pernoctar en el Convento el próximo día Jueves Santo, y de levantarse antes que el sol, el Viernes más grande de los Viernes, para acompañar a la imagen de sus amores en su cortejo procesional de penitencia de aquel día, hasta que las andas retornen a su templo muy cerca de las quince horas, la hora en que se consumó en el Monte Calvario, la salvación de la humanidad, para cantar el “Perdón” y rezar el Credo.

Sin embargo, priva en el corazón de Nicolás Subuyuj, ya en plena SEMANA SANTA, un sentimiento muy especial de gratitud, por haberle concedido la divina providencia, la oportunidad de haber acompañado a las imágenes de Jesús y de la Dolorosa, en sus solemnes velaciones que dieron inicio, un cada vez más lejano primer viernes de cuaresma, pidiéndole igualmente al altísimo que le preste la vida, la salud y el entusiasmo, para poder estar en las Velaciones de su querida Antigua Guatemala, el año que viene. Esperamos muy sinceramente que su deseo, al igual del de todos aquellos que son protagonistas de estos actos de piedad popular, se cumplan y transformen en una hermosa realidad.
Son ya cerca de las veinticuatro horas del día LUNES SANTO, y está por concluir la participación de Nicolás en las múltiples velaciones llevadas a cabo en los días pretéritos de la Cuaresma, en el Valle de Panchoy. Antes de despedirse del Nazareno, y previo a que los encargados cierren las puertas del templo, una vez más el sencillo intérprete, toma aire con fuerza, y por última vez en este año, le habla fuerte a la imagen del Redentor en esa mezcla se sentimientos, diciéndole…
Tiririiiiiiiiii, tiriririrá, tiriritiriririrum… ¡TUM! ¡TUM! ¡TUM! …

La música que proviene de la interpretación genuina, espontánea y devota de personas como Nicolás, la música que más que sonido agradable al oído, es un emblema de nuestra querida CUARESMA Y SEMANA SANTA, que estremece a quienes la escuchamos con orgullo, alegría y devoción. Más que simple música, lo que proviene de los labios y las manos de los encargados del tun y del tzijolaj, es un verdadero fervor que nace… CON EL SOPLO DE LA TRADICIÓN.

Nueva Guatemala de la Asunción, Cuaresma de 2023.-

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