Refugiados y migrantes cargan sus pertenencias mientras huyen de un incendio en el campamento de Moria, en la isla de Lesbos, Grecia, el miércoles 9 de septiembre de 2020. Foto/Petros Giannakouris

Por The Associated Press

Estos 12 meses trajeron consigo un temor, un caos y unas muertes sin rival en tiempos de paz durante más de un siglo. La muerte se abrió paso por ciudades y poblados, por las habitaciones solitarias de residencias de ancianos y por las abrumadas unidades de cuidados intensivos de los hospitales.

Las imágenes de ataúdes en el acomodado norte de Italia conmocionaron al continente, al igual que la foto de un paciente en un hospital español, al que llevaron en su cama de hospital hasta un soleado paseo marítimo para recuperarse, trajo un rayo de esperanza.

Mientras cientos de millones de europeos asimilaban el potencial del COVID-19 para matar y trastocar la rutina, muchas vidas se acabaron antes de tiempo y casi todas se vieron afectadas. Las mascarillas se volvieron obligatorias. Los espacios de trabajo se trasladaron a estudios, cocinas y armarios iluminados por el brillo de las videoconferencias, salpicadas por los ruidos de la vida cotidiana y las apariciones de niños o mascotas. Para muchos, la vida laboral se detuvo por completo o se quedó paralizada durante meses por los reiterados confinamientos, mientras las ayudas del gobierno sustituían a los salarios.

Gente haciendo fotos de los fuegos artificiales sobre el Arco de Triunfo durante las celebraciones de Año Nuevo en los Campos Elíseos, en París, Francia, el miércoles 1 de enero de 2020. Foto AP Foto/Christophe Ena

La actividad económica se marchitó y los viajes se paralizaron casi por completo, junto con la mayoría de las reuniones sociales. Estas navidades serán un festín en reclusión.

Pero el final de año trajo la esperanza de las vacunas. Con fármacos autorizados en Gran Bretaña y la Unión Europea y las primeras inyecciones ya administradas, el continente se preparaba para una enorme campaña de vacunación que intentaría ganar la carrera a los contagios.

2020 también desencadenó una oleada de protestas y escrutinio social tras la muerte de un hombre negro a manos de la policía en Estados Unidos. Muchas sociedades europeas se vieron avocadas a reflexionar sobre los capítulos oscuros de su historia y revisar la herencia que aún persiste.

Un paciente infectado de COVID-19 es atendido en una Unidad de Cuidados Intensivos en el hospital Severo Ochoa de Leganés, a las afueras de Madrid, España, el viernes 9 de octubre de 2020. España se convirtió en el primer país de Europa occidental en acumular más de un millón de casos confirmados del nuevo coronavirus, mientras el país de 47 millones de personas trata de contener un repunte del viurs. (AP Foto/Bernat Armangue)

Gran Bretaña demolió oficialmente sus lazos políticos con el continente al abandonar la UE en enero después de casi medio siglo, y ambas partes pasaron el resto del año sin lograr un acuerdo sobre los términos económicos de su divorcio.

En los márgenes orientales de Europa, la guerra en las montañas de Nagorno-Karabakh dejó miles de muertes y ofreció un inquietante atisbo sobre las guerras futuras, en las que los drones pueden sembrar muerte sobre columnas de tropas y blindados poco preparadas para hacerles frente.

Francisco España, de 60 años, mira al Mediterráneo desde el paseo marítimo junto al Hospital del Mar en Barcelona, España, el viernes 4 de septiembre de 2020. Francisco pasó 52 días en la Unidad de Cuidados Intensivos en el hospital debido al coronavirus, pero ese día los médicos le permitieron pasar casi 10 minutos junto a la playa como parte de su terapia de recuperación. (AP Foto/Emilio Morenatti)

En Bielorrusia creció la oposición ante un mandatario que llevaba 26 años en el poder, y cuya reelección en una cuestionada votación desencadenó enormes manifestaciones y una dura represión policial.

Migrantes y refugiados siguieron buscando una vida mejor en el continente, y cientos murieron tratando de llegar a las costas europeas. En Grecia ardió un famoso campamento en una isla, sólo para ser reconstruido a unas pocas millas de distancia.

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