Según un estudio publicado el jueves 7 de octubre de 2021 por la revista médica Pediatrics, el número de niños estadounidenses a los que la pandemia dejó huérfanos podría ser mayor de lo estimado anteriormente. Foto: La Hora/AP

NUEVA YORK/AP

El número de niños a los que la pandemia del COVID-19 dejó huérfanos podría ser mayor de lo estimado en un principio, un golpe que ha sido mucho mayor entre los estadounidenses negros e hispanos, según un nuevo estudio.

Más de la mitad de los niños que perdieron a uno de sus principales cuidadores en la pandemia pertenecía a esos grupos raciales, que suponen en torno al 40% de la población estadounidense, según el estudio publicado el jueves por la revista médica Pediatrics.

“Estos hallazgos llaman la atención sobre esos niños que han quedado más vulnerables por la pandemia, y a los que deben dirigirse recursos adicionales”, dijo en un comunicado una de los autores del estudio, la doctora Alexandra Blenkinsop del Imperial College London.

Durante 15 meses de los casi 19 meses de la pandemia del COVID-19, más de 120.000 niños estadounidenses perdieron una madre, un padre o un abuelo que era una de sus principales fuentes de cuidados y apoyo financiero, según el estudio. Otros 22.000 niños sufrieron la muerte de un cuidador secundario, como un abuelo que proporcionaba el alojamiento pero no cubría otras necesidades básicas del menor.

En muchos casos sobrevivieron padres u otros parientes para atender a los niños. Pero los investigadores emplearon el término “orfandad” en su estudio para estimar cuántas vidas de niños se habían visto trastocadas.

Todavía no hay estadísticas federales disponibles sobre cuántos niños estadounidenses pasaron a tutela del estado el año pasado. Los investigadores estiman que el COVID-19 impulsó en un 15% el número de niños huérfanos.

Las cifras del nuevo estudio se basan en modelos estadísticos que emplean la tasa de fertilidad, estadísticas de muertes y datos de composición de hogares para hacer estimaciones.

Un estudio anterior de diferentes investigadores estimó que aproximadamente 40.000 niños estadounidenses habían perdido un padre por COVID-19 para febrero de 2021.

Los hallazgos de los dos estudios no son contradictorios, dijo Ashton Verdery, uno de los autores del reporte anterior. Verdery y sus colegas se centraron en un periodo más breve. Además, se centraron sólo en muertes de padres y madres, mientras que la investigación reciente también incluyó a los abuelos que atendían a los niños.

“Es muy importante comprender las pérdidas de abuelos”, dijo en un email Verdery, investigador de Penn State. “Muchos niños viven con abuelos”, en una forma de vida más habitual entre algunos grupos raciales.

En torno al 32% de los niños que perdieron a un cuidador principal eran hispanos, y el 26% eran negros. Los hispanos y los negros estadounidenses suponen porcentajes mucho menores de la población que esos. Los niños blancos suponían un 35% de los niños que perdieron cuidadores, aunque más de la mitad de la población es blanca.

Las diferencias fueron aún más pronunciadas en algunos estados. En California, el 67% de los niños que perdieron cuidadores principales eran hispanos. En Mississippi, el 57% de los niños que perdieron cuidadores principales eran negros, según el estudio.

El nuevo reporte basó sus cálculos en el exceso de mortalidad, o las muertes por encima de lo que se consideraría típico. Muchas de esas muertes se debieron al coronavirus, pero la pandemia también ha provocado más muertes por otras causas.

Kate Kelly, una adolescente de Georgia, perdió a su padre de 54 años en enero. William “Ed” Kelly tenía problemas respiratorios y una clínica de urgencia sospechaba que se debía al COVID-19, explicó su hija. Pero resultó que tenía una arteria bloqueada y murió en su trabajo por un ataque al corazón. Dejó a Kate, sus dos hermanas y a la madre de las niñas.

En el primer mes tras su muerte, amigos y familiares compraron verduras, hicieron donaciones y prestaron un gran apoyo. Pero después de eso, todo el mundo pareció superarlo, salvo Kate y su familia.

“Ha sido como no tener ayuda en absoluto», dijo la joven, alumna de 11mo grado en una escuela secundaria en Lilburn.

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