El favorito sorpresa Bernardo Arévalo obtuvo la victoria en las elecciones presidenciales de Guatemala el 20 de agosto, con su mensaje anticorrupción encendió a los votantes cansados.
El favorito sorpresa Bernardo Arévalo obtuvo la victoria en las elecciones presidenciales de Guatemala el 20 de agosto, con su mensaje anticorrupción encendió a los votantes cansados. Foto: Johan ORDÓNEZ/AFP.

El resultado de la elección fue un claro mandato para emprender un nuevo proceso político centrado en el combate del peor flagelo que sufre el país, que es la corrupción. Ese voto, sin embargo, también significa un compromiso de quienes votaron por Bernardo Arévalo para ser parte de ese desafiante paso para la búsqueda de un nuevo modelo de administración pública que promueva la correcta utilización de los fondos públicos y del poder con el que el pueblo ha investido al futuro gobernante.

Sin embargo, antes de llegar a ese momento tenemos otro compromiso que no podemos dejar de mencionar. Es indiscutible que las fuerzas del mal se resisten a aceptar la voluntad popular y siguen actuando para cuestionar no solo el proceso electoral sino la elección de Bernardo Arévalo y de su partido político. Y su éxito dependerá de cómo se comporte esa ciudadanía en la defensa de su sufragio que marcó una decisión trascendental para iniciar la construcción de un nuevo orden político, en el que se anteponga la búsqueda del bien común en vez de ese aprovechamiento extremo de los recursos para beneficios de quienes ejercen alguna función pública.

El voto fue importante pero también lo debe ser el compromiso ciudadano para hacerlo valer frente a los embates que se vienen preparando desde las cavernas de la corrupción, donde sintieron el mensaje que la ciudadanía le mandó a un sistema que fue eficiente para capturar a toda la institucionalidad pública, abandonando la función esencial de trabajar por el bien común. Y es que la corrupción no roba únicamente dinero, sino se está robando la esperanza de una población que tiene que subsistir gracias al esfuerzo de miles que invierten en Guatemala y de los millones que, por carencia de oportunidades, tuvieron que emigrar y con sus remesas son quienes sostienen el ritmo de la economía de este rico país, capaz de dar mucho más si, simplemente, se usan bien los recursos.

La gente que planificó todo un proceso político para consolidar el dominio de la corrupción tiene que entender que el compromiso ciudadano que hizo fracasar su plan no se queda nada más en la emisión de un sufragio contundente y claro, sino que además hay una decisión de participar en la vida diaria mediante acuerdos y actos que nos acerquen a la Guatemala que anhelamos. El domingo en la noche la gente salió a celebrar el triunfo y con esa misma alegría y determinación tiene que prepararse para defender su voluntad en caso de que vengan intenciones criminales y perversas para descarrilar el proceso.

¡No más corrupción! Ante ese grito de una población decidida y firme no puede avanzar ningún plan maquiavélico para mandar por un tubo la decisión ciudadana.

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