Esta campaña se ha caracterizado por la banalidad de muchos de los candidatos que se han propuesto ganar la simpatía de la gente descendiendo a niveles nunca antes vistos, así como por la enorme y desmedida profusión de carteles ubicados en la vía pública con fotos de aspirantes para todos los gustos. Sin embargo y aún cuando puede ser tarde, al empezar la última semana de la campaña electoral creemos conveniente pedir a los políticos que hagan un esfuerzo por plantear con seriedad sus propuestas para que los electores tengan elementos racionales a la hora de tomar su decisión final.

El próximo domingo culminará esta contienda que para muchos ha sido un auténtico circo y pocos son los aspirantes que en realidad se han planteado hacer propuestas serias y sensatas de cara a la inmensa problemática de un país que ha perdido el norte y el horizonte. Sufriendo el mayor descalabro institucional de la llamada “era democrática”, Guatemala vive una seria crisis en la que se ha destruido el régimen de legalidad para estimular el saqueo del erario que se perpetra con la mayor normalidad sin que la ciudadanía muestre siquiera un pequeño aire con remolino.

Cualquiera pensaría que habiendo caído en un precipicio tan profundo en los últimos años, éste sería el momento de alguien que con seriedad proponga a los ciudadanos una ruta para el rescate de la institucionalidad y una vuelta al desaparecido Estado de Derecho que garantice a todos igualdad ante la ley. Pero al escudriñar en la propuesta política de esta campaña cuesta mucho encontrar verdaderos planes de gobierno que sean resultado de un sesudo análisis de la situación y de lo que hace falta para que la población pueda satisfacer sus necesidades elementales en temas de salud, educación, infraestructura y seguridad, para citar apenas los más apremiantes.

Estos últimos días, hasta el fin de la temporada de campaña política, tendrían que ser de reflexión de una ciudadanía que ha visto el retroceso sufrido por la sucesión de gobiernos que se caracterizan por ser cada uno peor que los anteriores. Pero para ello hace falta que el político actúe con madurez y seriedad para exponer sus planes de acción. Las canciones, al ritmo de las cuales ahora todos los candidatos bailan y ponen a bailar a la gente, no bastan para estimular una participación madura y responsable de los electores.

Ojalá que en las horas finales de esta contienda se abandone el populismo barato y pudiéramos tener acceso a propuestas serias que permitan una decisión racional de aquellos electores ávidos de lograr un cambio de rumbo para un país saqueado.

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