Fernando Mollinedo C.

Me preguntaron hace poco, por qué escribía denunciando los trances, negocios, contubernios, hueveos, complicidades y las conductas anómalas de los funcionarios y empleados públicos; que por qué no comentaba las buenas noticias que aunque pocas, sí se dan en Guatemala.

Respondí: ¿Cuáles buenas noticias? El ciudadano guatemalteco en términos generales no tiene buenas noticias; de eso nos damos cuenta cuando en la prensa escrita, radioperiódicos, noticieros televisivos y medios de comunicación digital y/o electrónica que nos informan de inmediato lo que sucede en nuestro país y el mundo.

No puedo hablar de porcentajes, pero la mayoría de noticias que recibimos son negativas, sean éstas de orden económico, social, jurídico y hasta religioso en algunas ocasiones. Expongo algunas de ellas: secuestros, amenazas, extorsiones, desfalcos, robos, carreteras en mal estado, negocios ilegales de funcionarios públicos y empleados, con empresas distribuidoras de medicinas, tecnología, insumos de oficina, impresión de boletines, revistas y más.

Porcentaje obligatorio para quien transa, recibe y tiene que dar a sus superiores, sean jefes, directores, viceministros, ministros y hasta vice y presidente de la República (Caso La Línea); pero también en el caso de la electricidad jaguar, hidroeléctricas, y espectro radio eléctrico, concesiones como TCQ, grúas portuarias, contrabando, fideicomisos municipales y ministeriales, capacitaciones, diplomados y cursos fantasma.

“Reparación” de equipo nuevo que no tiene ni un año de uso, compra de maquinaria que estuvo escondida en un cuartel, el sucio negocio del Transurbano, los radares militares, la extracción ilícita de mármol, los policías nacionales guardianes de narcos y extorsionistas, compra de miles de vehículos a un solo distribuidor y boletos aéreos de viajes oficiales a una sola empresa, el pésimo estado físico de las calles y avenidas, calzadas, diagonales, pasarelas de las ciudad…

El negociazo de la venta de combustibles, la extorsión escolar de muchos colegios y escuelas públicas, el aumento desmedido y reetiquetado de los productos de supermercados, el abuso de los camioneteros y ruleteros cobrando el pasaje a su discreción, taxistas ladrones, lotificadoras que no cumplen con la urbanización de los terrenos vendidos, mala atención al afiliado en el IGSS; los usuarios en los hospitales nacionales y poquísimos Centros de Salud y dispensarios, compraventa de leyes y venta de soberanía en la Casa de los Idiotas (antiguo Congreso de la República de Guatemala), jueces corruptos…

La importación del pollo (¿cuántos millones representó este negocio para sus autores?) ¿Qué hacen con la coca decomisada? Compraventa de facturas falsas para declarar ante la SAT (una exministra compró a granel), plazas fantasma ayer, hoy y siempre en la administración pública, baja calidad sanitaria en los productos alimenticios que expenden los comercios de comida rápida.

Lo anterior es nuestra verdadera realidad: la vida diaria. Ante esto ¿puede haber buenas noticias para los guatemaltecos? Juzgue usted.

Artículo anterior“Diplomático americano feo”
Artículo siguiente¿Cuáles son las implicaciones fiscales de los viáticos no comprobables? Parte II