Eduardo Blandón

Anestesiados como estamos, dada la exposición al descalabro político que vivimos, las insensateces del diputado Juan Manuel Giordano, lejos de causarnos estupor, nos confirman la idea que tenemos de la mayoría de políticos que hacen carrera para vivir del erario público.  El Dipukid, cuyo cerebro parece haber sufrido algún trastorno en su infancia, ejemplifica sublimemente en manos de quién está el porvenir de Guatemala.

Su comunicación con Javier Hernández Franco, jefe de bancada del Frente de Convergencia Nacional (FCN), evidencia no solo el grado de superioridad en el que se siente el mocoso, sino la estatura moral e intelectual que ostenta con primor.  Ignorante, como es, no atisba ni por asomo el rango que ostenta ni el decoro con que debiera conducir su vida como consecuencia de su cargo.

En la conversación, Giordano escribió: “Espero contar con algunos guerreros para tenerlo -al gobernador- de rodillas.  Hernández jefe de la bancada oficialista, escribió: «ja ja ja ja no se puede más con miel que con hiel».  Luego Giordano respondió: «Sí, me pondré un poco de miel en la … para cuando se la deje ir».

Giordano reconoce ser el autor de la pieza, pero se justifica diciendo que “todo fue escrito en broma”.  El imberbe quizá crea que sus ocurrencias, en el contexto comunicativo con Hernández, son dignas de celebración y que el guatemalteco tendría que reírse por un sentido del humor refinado e inteligente, ocurrente, sagaz, intuitivo.

Un muchacho tan tonto no tendría posibilidades de éxito en ningún lugar del mundo.  Pero tuvo la fortuna de nacer en un país en el que el sistema político permite que idiotas semejantes se incrusten en puestos tan relevantes como el Congreso de la República.  Hacemos escarnio del oligofrénico, pero no debemos olvidar que el ecosistema político está lleno de personas de su misma categoría.  Bien haríamos en aprovechar la coyuntura para seguir insistiendo en la transformación que Guatemala necesita.

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