Adolfo Mazariegos

[…] Hace pocos días un académico a quien aprecio y respeto, después de leer la primera parte de este breve artículo (publicada también hace pocos días -La Hora, 28/3/2016-) me preguntó: “¿será que va a hacer cambios drásticos o va a tratar de ampliar la base?” refiriéndose al nuevo superintendente de la SAT y a lo que eventualmente podría darse en el futuro cercano como parte del quehacer de dicha institución. La respuesta a esas dos interrogantes las dio el mismo Superintendente recién nombrado en la entrevista que tuve ocasión de observar y escuchar y que ya referí en su momento (puede verse en: www.youtube.com/watch?v=D5dQya7GUTg). Aparentemente, según sus propias palabras, desea realizar, entre otras, ambas cosas: hará cambios y buscará ampliar la base tributaria. Ahora bien, el tema de la recaudación es complejo y no alcanzaría este espacio para sacar conclusiones amplias y satisfactorias, no obstante, sí se puede vislumbrar que no podrá hacerlo sólo ni tampoco así como así, ya que, como sabemos, la SAT es principalmente una institución de carácter ejecutor, es decir, ejecuta políticas públicas y se rige por un marco jurídico-normativo que le dictan otras instancias. Su función principal es, claro está, la recaudación de impuestos mediante los cuales se generan recursos necesarios para el funcionamiento del Estado (este año, deberá recaudar arriba de los 53 millardos). El nuevo superintendente parece optimista y espera lograr la meta establecida; aparenta tener claro lo que pretende realizar al frente de la institución, particularmente en lo relativo a la necesidad existente de recobrar la confianza del contribuyente. En ese sentido, como se dice popularmente, es preciso que se ordene la casa para que el ciudadano vea que sí se están dando los cambios necesarios que idealmente propiciarán una mayor tributación. Asimismo, es necesaria la transparencia y una buena ejecución del gasto por parte de todas las instituciones del Estado, lo que sin duda coadyuvará notablemente en ello. No ha dejado de llamar mi atención también, entre otros de sus comentarios, la idea que esbozó en torno a la inutilidad de que siga existiendo el NIT como instrumento para que el contribuyente realice sus declaraciones de impuestos, trámites, etc., me parece que es una idea interesante que no hay que dejar pasar desapercibida. No obstante, es preciso notar que, como reza el dicho popular: de buenas intenciones está empedrado el camino de… aquél sitio. Todo apunta en dirección de una nueva reforma tributaria; un “pacto fiscal”; el ministro de finanzas habló ya de la necesidad de incrementar algunas tasas impositivas; las crisis en las instituciones públicas por falta de recursos son persistentes; y… En fin. Lo cierto es que algo hay que hacer. Sin embargo, la SAT es una cosa, pero las políticas públicas para el funcionamiento de la misma y la consecución de sus objetivos, así como de otras instancias del Estado, tristemente, siguen siendo una materia pendiente.

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