Cada 8 de diciembre, el municipio de San Cristóbal Verapaz, Alta Verapaz, se ilumina con la característica tradición que combina fe, cultura y adrenalina: el juego de «bolas de fuego» o «bolas de gas».
Esta práctica, que tiene más de un siglo de historia según los pobladores, reúne a los propios vecinos y visitantes en el parque central para participar o presenciar un espectáculo lleno de fervor y emoción.
El evento al inicio de la noche, cuando las campanas de la iglesia anuncian la misa de las 19 horas en honor a la Virgen de la Inmaculada Concepción.
Al concluir la homilía, el parque central se convierte en un campo de batalla simbólico, donde personas con máscaras, ropa mojada y guantes se agrupan en las esquinas de la plaza y, entre gritos y risas, lanzan y patean esferas hechas de tela, alambre de amarre y gasolina, que arden en llamas durante horas.
SU ORIGEN
El origen de esta tradición no es del todo claro, pues algunos pobladores dicen que podría estar relacionado con la quema del diablo, mientras que otros afirman que es una práctica ancestral utilizada para la purificación espiritual.
«Nuestros antepasados celebraban con bolas de cuero llenas de resina, que encendían y pateaban para purificar su cuerpo», expresó Christian Villatoro, vecino del lugar.
Por su parte, Fredy Coy, de 57 años, recordó que esta costumbre ha pasado de generación en generación. «Mi papá nos contaba que cuando era niño ya se jugaba con las bolas de fuego. Es algo que identifica a nuestro pueblo», dijo.
#AhoraLH | La procesión de la Inmaculada Concepción inició su recorrido esta tarde, saliendo de la Catedral Metropolitana para recorrer las calles del centro histórico, acompañada de decenas de guatemaltecos.
📸: José Orozco / LH pic.twitter.com/vf2XmWHmXg— Diario La Hora (@lahoragt) December 9, 2024
ASÍ SE ELABORAN LAS BOLAS DE FUEGO
La elaboración de las bolas comienza meses antes del evento, de acuerdo con los participantes, tiempo en el que las familias contribuyen recolectando retazos de ropa y alambre, que luego son moldeados y empapados en gasolina para asegurar que ardan durante el juego.
Aunque en el pasado la tradición podía resultar peligrosa para los observadores, ahora los participantes han tomado medidas para proteger a quienes acuden a apreciar la festividad.
El juego de las bolas de fuego se alarga hasta la medianoche, momento en que las llamas comienzan a extinguirse. Con el parque envuelto en humo y el cansancio visible en los rostros, los participantes y espectadores se reúnen para compartir historias y celebrar la experiencia vivida, manteniendo viva una tradición que une a la comunidad en torno a su fe y cultura.
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