Eduardo Blandón

ejblandon@gmail.com

Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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«Nunca hay que hacer sufrir al niño, ni física ni moralmente».

Jean-Jacques Rousseau

Es bastante raro dedicarse a la educación sin reflexionar en algún momento sobre el valor de los castigos en la formación de los niños.  Más aún, evitar considerarlo cuando se ha sufrido la intervención en un afán también por encajar la experiencia en la propia vida. Pensar en ello, en consecuencia, no es ni baladí ni intrascendente, sino al contrario, provechoso y conveniente.

Por lo demás, no es nada nuevo.  Ya en el siglo XVIII Rousseau se lo planteaba en el Emilio o De la Educación, juzgando los castigos contraproducentes para la formación moral e intelectual de los niños.  Prefería más un trato cordial, respetuoso y empático, dulce, que el acto violento por el que se podía hacer sufrir al infante.

Es extraño el consenso a favor de los castigos.  Hay estudios que indican que, en promedio, seis de cada diez niños de dos a catorce años sufren castigos físicos por parte de sus preceptores. En Chile, el 43,9% de los pequeños recibe castigo físico. En familias rurales en Colombia, 41% de los padres admitieron usar el castigo físico para corregir la mala conducta.

Cuesta entender la reiteración violenta, arraigada casi culturalmente, principalmente por la crítica unánime de los pedagogos. Ya he citado a Rousseau, pero hay otros como Montessori, Piaget, Freire, Vygotsky, Dewey y más recientemente Gardner que denuncian además los efectos negativos de ese exceso en el curso de la vida adulta.

Incluso el orden legal se opone al castigo como refuerzo. De acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño, los niños tienen derecho a no ser objeto de ninguna forma de violencia.  Y define castigo físico como: «Todo castigo en el que se utilice la fuerza física y que tenga por objeto causar cierto grado de dolor o malestar, aunque sea leve».

Por lo general, incluye prácticas de pegar a los niños («manotazos», «bofetadas», «palizas»), con la mano o con algún objeto (palo, cinturón, zapato, cuchara de madera, u otro objeto). Otras formas de castigo físico consideradas son: dar puntapiés, sacudir o empujar a los niños, arañarlos, pellizcarlos, morderlos, tirarles del pelo o de las orejas, obligarlos a ponerse en posturas incómodas o producirles quemaduras.

Sobre la identidad de los agentes que castigan, son las mujeres las más propensas a aplicarlos. No por más perversidad, sino en relación con el mayor tiempo compartido con los niños. En materia de edad, los adultos mayores son los menos partidarios del correctivo violento. Por último, no hay relación entre violencia y nivel educativo. 

Los castigos físicos se refuerzan por el valor de la representación, esto es, la convicción de que su aplicación es vital cuando se trata de corregir, orientar o formar el carácter de los niños.  Dicho imaginario es un efecto de la propia experiencia (introyección) a la que se le da un valor extraordinario.  Quienes son castigados, interpretan y asumen el refuerzo como efectivo en la propia conducta moral.

Esa realidad, sufrida en carne propia y a veces olvidada, genera patrones que favorecen el círculo de la violencia.  Escapar de ella, aunque es posible desde en una crítica social, no elimina la rabia de muchos que reniegan el dolor.

En pleno siglo XXI, es primordial superar los factores que hacen posible los castigos físicos, dígase los relacionados con el carácter de los padres, el entorno social y los sesgos cognitivos que la justifican, entre otros.  La violencia debe evitarse por la ansiedad producida y las conductas agresivas aprendidas.  No es cierto ni que «la letra con sangre entra» ni que «si no se pega, no se aprende».  Sentemos las bases más bien para una generación de jóvenes educados en la más estricta filosofía de la bondad.


 Burela, A., Piazza, M., Alvarado, G. F., Gushiken, A., & Fiestas, F. (2014). Aceptabilidad Del Castigo Físico en La Crianza De Los Niños en Personas Que Fueron Víctimas De Violencia Física en La Niñez en Perú. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública31(4), 669–675. https://doi.org/10.17843/rpmesp.2014.314.116

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