Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Por Jorge Santos

Para quienes hemos admirado, estudiado y desmenuzado los 10 años de Primavera Democrática en Guatemala, octubre siempre retumba en nuestros tímpanos como un mes con un significado especial y es que no es para menos, si incluso quienes no le vivimos aún sentimos sus profundos efectos. Y es que para quienes estudiamos en la Universidad de San Carlos, antes del fraudulento e impuesto rector, pudimos apreciar la autonomía universitaria y evidenciar la libertad de catedra o la participación del estudiantado en el gobierno universitario. Ni hablar de lo que sería vivir en Guatemala sin el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social aún en el deterioro al que le han sometido los mismos avaros de siempre. Esos son solo dos ejemplos de muchos, del alcance de las acciones emprendidas por los Gobiernos de la Revolución de Octubre. Pero, dicha transformación política, económica, social y cultural del país, no llegó por arte de magia o por regalo de quienes ostentaban el poder, sino fue el resultado de un proceso de convulsión social que pone fin a un largo periodo liberal que instauró dictaduras con Justo Rufino Barrios, Manuel Estrada Cabrera y obviamente la de Jorge Ubico.

Coincidentemente sesenta y nueve años después, estamos otra vez en octubre, en una escalada de la lucha política y social por derrocar a quienes hoy pretenden instaurar de nuevo un régimen dictatorial. De nuevo y frente a lo que hemos soportado en una importante cantidad de gobiernos plegados a la agenda neoliberal, apegados a beneficiar a los grandes capitales y a ejercer su poder a través de la corrupción, impunidad y violencia, que hoy ha llegado a su máxima expresión con el peor gobierno de la historia reciente del país. Las luchas sociales y populares masivas, en las que hoy somos participes, son el resultado de un profundo hastío por esperar la posibilidad de construir democracia y vida digna para todos y todas. El Paro Nacional Indefino no es más que la continuidad de las manifestaciones contra el proceso privatizador, que desecho los Acuerdos de Paz, son las manifestaciones reiteradas contra el incremento de la canasta básica, y el precio del transporte urbano, son la continuidad de las manifestaciones exigiendo políticas públicas para frenar la crisis en el campo. Son la continuidad de la lucha de miles de jóvenes defendiendo el magisterio, de las y los jóvenes por defender la autonomía de la USAC. Es la continuidad de las resistencias en contra del saqueo de los recursos naturales, son la continuidad de la lucha de las mujeres para poner un freno a la violencia machista, son la continuidad de las luchas del 2015 y 2017 contra la corrupción y son la continuidad de la lucha y movilización social de noviembre del 2020.

Hoy los Pueblos Indígenas y sus autoridades nos están convocando a retomar la senda de la lucha social y popular, dar un paso más allá y transitar de la resistencia a la toma del poder para construir así otra Guatemala posible.

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