La pantalla de la computadora de Santiago Barros muestra fotografías antiguas de la pareja formada por María Eugenia González y Néstor Óscar Junquera, que desaparecieron durante la dictadura de 1976-1983. Foto La Hora / Agencia AP

¿Cómo será la cara hoy de un bebé arrebatado a sus padres hace más de cuatro décadas durante la dictadura militar argentina? ¿A quién se parecerá? ¿Dónde estará?

Mediante una aplicación de Inteligencia Artificial (IA), el publicista Santiago Barros recrea en una iniciativa artística propia y por computadora cómo se verían los hijos que fueron robados a los perseguidos por la represión ilegal del último régimen de facto (1976-1983) en Argentina.

Casi todos los días sube esas imágenes a una cuenta de Instagram con el nombre de usuario iabuelas, en un juego de palabras entre la IA y la conocida asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, integrada por las ancianas abocadas a la búsqueda de sus nietos sustraídos.

 

“Conocemos las fotos de la mayoría de los desaparecidos, pero no tenemos fotos de sus hijos, de esos niños apropiados. Me llamaba la atención que esas personas no tuvieran rostro”, explicó Barros a The Associated Press, en cuya familia también hay una víctima de la dictadura.

El argentino trabaja con las fotografías de las parejas de desaparecidos que están subidas a la página web de Abuelas, que constituyen material público. Junto a sendas imágenes de un padre y una madre, hay un recuadro en blanco que dice “niño/a que debió nacer” y una fecha aproximada de su nacimiento.

Para el autor del proyecto, ese hueco debía ser rellenado.

Barros dice que no busca reemplazar la tarea de identificación de los nietos encabezada por la organización humanitaria, sino que apuesta a remover la conciencia de aquellos con más de 46 años que tienen dudas sobre sus orígenes.

Las Abuelas han valorado esta iniciativa “solidaria” para “sensibilizar a la sociedad”. Pero también han advertido que la única herramienta infalible para vincular a esas personas con sus familias de origen es el entrecruzamiento de ADN que sigue realizando el Banco Nacional de Datos Genéticos, cuya creación impulsaron en 1987.

El banco contiene una base datos con las muestras biológicas de las familias que buscan a sus allegados, para realizar comparaciones múltiples con los adultos que tienen dudas sobre su identidad. Hasta ahora, son 133 los nietos encontrados por la vía del análisis genético.

Además de trabajar con las fotos del archivo de Abuelas, Barros también puede utilizar el material fotográfico que le faciliten los interesados.

Desde que comenzó el proyecto en julio, lleva 80 casos recreando los rostros de aquellos bebés robados que hoy son adultos.

Santiago Barros
Santiago Barros a través de una aplicación de IA, intenta dar respuesta al interrogante sobre cómo se verá hoy un bebé que fue robado a sus padres hace cuatro décadas durante la dictadura militar de Argentina. Foto La Hora / AP

Lo hace a través de la aplicación “Midjourney”, con la que mezcla las fotografías de mujeres y hombres víctimas de la dictadura para elaborar una recreación masculina y otra femenina de sus posibles descendientes.

Más de 40 años después de que las Abuelas de Plaza de Mayo iniciaron la búsqueda de sus nietos —muchos arrebatados a sus madres tras dar a luz en centros ilegales de detención—, esta herramienta de última generación visibiliza de forma artística y novedosa la vigencia de la lucha de las ancianas por encontrarlos y restituir su identidad, además de contribuir a impulsarla.

En algunos casos, quienes han accedido a iabuelas han detectado en las imágenes una tendencia a la estandarización que genera fuertes cuestionamientos sobre su aproximación a la realidad. Pero en otros, familias que buscan a un pariente se han sentido impactadas por el parecido que han encontrado en esos rostros con allegados de sangre.

Es lo que le pasó a Matías Ayastuy, quien se contactó con Barros y le facilitó fotos de sus padres desaparecidos para ver cuál sería el rostro de un posible hermano o hermana. Su madre, Marta Bugnone, fue secuestrada en 1977 cuando estaba embarazada; a partir de su imagen y la de su padre, Jorge Ayastuy, la herramienta de IA obtuvo rostros impactantes.

“Mucha gente ve la imagen masculina parecida a mí. Pero lo que me generó una cosa muy, muy fuerte fue la femenina. Le encuentro un parecido muy llamativo con una prima mía, que a su vez también se encuentra superidentificada”, dijo Ayastuy.

Este militante de derechos humanos valoró positivamente la iniciativa al señalar que hasta ahora «era imposible ponerles un rostro, imaginar su presente”.

En el mes que lleva la iniciativa de Barros, no se conoce de forma pública que un adulto que se haya visto parecido a la imagen de algún desaparecido haya decidido iniciar el proceso formal de su identificación.

Pero desde que el publicista comenzó a subir los retratos, el interés de la prensa fue creciendo, así como el número de los seguidores de iabuelas hasta llegar a 11.000. Ello, de alguna forma, ha apuntalado la campaña de búsqueda de los chicos que fueron robados.

Para Mariano Díaz Marocchi, sobrino de Omar Marocchi —quien desapareció en 1976 junto a su compañera, Haydee Susana Valor, cuando ella cursaba un embarazo— la sociedad argentina sigue “conmovida” por la apropiación de esos menores.

Díaz Marocchi, quien se puso en contacto con Barros para que hiciera el trabajo con la IA, encontró en el rostro masculino recreado fuertes parecidos con familiares. “Tengo tres hermanos y hay dos que tranquilamente podrían ser hermanos de esa persona por sus facciones”, afirmó.

Todas las imágenes de los padres desaparecidos y de sus posibles hijos fueron subidas desde julio a la cuenta de Instagram con una precisión: “Proyecto artístico NO OFICIAL. Se propone colaborar con la búsqueda de @abuelasdifusion. Resultados generados por inteligencia artificial no certeros”.

La cuenta de Barros es privada a petición del grupo humanitario. “Ellas querían que, de algún modo, cuando alguien busque ‘abuelas’ no les aparezca como primera opción, lo que me parece absolutamente válido”.

Las ancianas no desean que esta campaña genere falsas expectativas para aquellos que encuentran parecidos con los rostros recreados e instan a que sea tomada con cautela.

“Es una campaña de difusión que muestra simulaciones sobre posibles rostros de hijos e hijas de desaparecidos, pero sabemos que las personas son mucho más que el 50 por ciento de cada uno de sus padres y que las aplicaciones extranjeras están seteadas con genotipos de sus poblaciones, por lo que los resultados no son certeros”, puntualizaron en un comunicado a fines de julio.

Pedro Sandoval, nieto identificado en 2006, abrazó la iniciativa de Barros en un primer momento, pero luego consideró que debía ser perfeccionada por apoyarse demasiado en “patrones estandarizados” de personas con rasgos europeos. Su madre Liliana Fontana y su padre Pedro Sandoval están entre los 30.000 desaparecidos que contabilizan los organismos humanitarios.

 

Barros reconoció la tendencia de la aplicación a la homogeneización, pero acotó que muchas de las personas desaparecidas tenía ancestros europeos, en un país con fuerte inmigración europea.

Tal como pudo observar AP, la herramienta “Midjourney” —que no es gratuita— va creando las imágenes partiendo de tonalidades oscuras a otras más claras y generando un contorno; la última capa que agrega genera el avejentamiento del rostro.

Barros siempre recrea cuatro rostros, dos femeninos y dos masculinos, y procura elegir uno de cada género que resulte más realista. Pide por escrito y en inglés la generación de una imagen de una persona de unos 45 años, que tenga luz natural y sea hiperrealista, masculina o femenina.

Cuando observa que hay un rasgo sobresaliente de los padres que “no está respetado en el resultado”, interviene agregando por ejemplo las palabras “big nose (nariz grande)» si ese era el rasgo distintivo de aquellos.

“Voy interviniendo para tener un resultado más aproximado, pero no más que eso”, dijo el creativo, que reconoce que “la aplicación ya aprendió” a cómo hacer retratos más particulares.

Barros es consciente de que su iniciativa abre un interrogante sobre el potencial de la inteligencia artificial como herramienta que contribuya a cerrar heridas que siguen abiertas después de más de 40 años.

“Es un ejercicio de imaginación y de algún modo de memoria”.

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