Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Guatemala tiene muchas riquezas naturales, que atraen a gente extranjera que viene —discúlpenme la palabra— a explotar las mismas; pero también a las personas. Existe una parte de guatemaltecos políticos y ciudadanos, que siempre entrega por unos centavos, lo que no le pertenece y con la idea que eso no es explotación sino desarrollo. Recientemente un líder mundial decía que, los países que tenían colonias dieron la independencia, pero “del suelo hacia arriba”, por debajo no dieron independencia, vienen a buscar minerales, productos agrícolas y forestales.

Hemos perdido dignidad como Nación –nos recordaba un sociólogo y añadía que, tanto los que nos quedamos como los que se van, vivimos terriblemente y mutilados en lo cultural, mental y emocional. Debemos tener claro que, para el político, el patio de lo público se ha convertido en un botín, al igual que para la industria y las grandes mineras y compañías trasnacionales el territorio. En nuestro territorio, muchos capitales privados, simplemente están saqueando el país, un país que debería ser uno de los más ricos sobre la faz de la tierra. De tal manera que la Nación ha sido torturada ambiental, social, cultural y económicamente. Se le ha dado internacionalmente independencia política —técnicamente—, pero no independencia económica.

Parece increíble pero cierto; en pleno siglo XXI, las Iglesias hacen un trabajo extraordinario, son prácticamente la única fuerza eficiente, neutralizando un poco, pero no lo suficiente, que las grandes potencias e industrias saqueen nuestra riqueza y en solo su provecho.
Las Naciones Unidas ha sido incapaz de fortalecer el reconocimiento de los derechos de las mujeres y los hombres que viven en el mal llamado tercer mundo. La violencia de todo tipo en estas latitudes, a pesar de decenios de presencia de misiones, acuerdos, tratados, es un tema cotidiano y resulta doloroso ver, cómo se desarrolla, sin que el ciudadano se agite por ello y sin que percate de que su apatía hacia ella, le siembra la guerra interiormente y le hace participar directa e indirectamente dentro de ella, porque detrás hay intereses sobre todo económicos, pero también emocionales y ambiciones.

Es verdad que somos diversos grupos étnicos, encerrados en un territorio; cada uno con su propia historia, que se distingue por viejas y continuas enemistades, culturas diferentes y participación en lo nacional diferente. Pero también es cierto que, vendiendo la violencia como algo natural, se provoca la lucha entre grupos, volviéndose esto una diabólica destrucción: destrucción de la posibilidad de creación de una nación justa y equitativa, destrucción de la persona y de la sociedad.

En resumen: creo que el mayor problema nacional es el afán político y de grupos de poder sin escrúpulos, de saquear las riquezas de ese país, generando políticas inequitativas e injustas, que al final terminan, generando una población guatemalteca que no tiene una idea clara de: quiénes son, dónde están, ni toman decisiones con conocimiento de causa. Agresiones terribles, saqueos terribles, divisiones terribles, es lo que comanda el diario hacer de la nación. Una cultura de la corrupción y de la violencia, que conforma una Nación en autodestrucción. En esa escalada, nadie sabe dónde acabará. Pero eso no ha cambiado realmente la mentalidad de la mayoría de las personas, que se conforman con un sobrevivir diario, que los ahoga dentro de una pobreza de todo tipo.

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