Por: Nhat Esteban Marcus

Por algo Augusto Monterroso era su amigo.

Por algo Octavio Paz no lo bajaba de “genio”.

Por algo Elena Poniatowska asevera que “Todo lo hacía en forma insuperable: dirigir cine, pintar, escribir”.

Por algo Pieyre de Mandiargues le dijo por escrito: “… desde hace mucho tiempo no me topaba con alguien tan interesante ni que me entusiasmara tanto como usted. Su obra es algo en lo que cifro una apasionada esperanza”.

Quienes han sobrevivido al vértigo que provocan Farabeuf y sus demás libros, coincidirán con Elena en que Salvador Elizondo era “anárquico, incisivo, el más inquietante de los escritores mexicanos”, aunque él a veces sólo se veía como un “seudo intelectual y un crítico europeizante” que, además, una vez había sido huésped de un manicomio y no escondía el dato.

Para agregar más enigmas y descifrar uno que otro, Salvador Elizondo se puso a escribir 30 mil páginas que zarpan de 1945 y desembarcan en el 2006, una parte de las cuales circula hoy con el título Diarios 1945-1985 gracias al Fondo de Cultura Económica y a Paulina Lavista, esposa de Salvador, que en el prólogo avisa: “A mis 69 años la vejez acecha y amenaza con la pérdida de lo que para mí es lo más preciado de los hombres: la memoria. Ante esto he decidido dedicar el resto de lo que el destino me depare de vida a cuidar, clasificar y difundir la obra de mi esposo, lo que considero es mi obligación”.

Además de aplaudir la genuina solidaridad cariñosa de la gran fotógrafa mexicana Paulina Lavista, esta esquina procede de inmediato a registrar algunas líneas de estos Diarios llenos de vertiginosas incursiones aéreas, para que el resto del mundo atestigüe cómo lo clasificaba uno de los pocos genios que se han dado una vuelta por aquí y han dejado una atormentada constancia de ello:

14.II.1945: Éste es un gringo estúpido, igual que los demás gringos. Todos los gringos son estúpidos.

21.XII.47: El telescopio es el único modo de alejarse de este estúpido planeta en el que lo único que nos interesa es el dinero.

6.XI.49: Ya no aguanto en esta maldita universidad. Todos los que me rodean son tipos despreciables, una verdadera catarata de imbéciles.

4.VI.55: El mundo está lleno de cobardes y de hipócritas. Yo por mi parte no tengo nada a que asirme. Nadie me entiende, tal vez ni yo mismo. El fracaso inminente de todas las instituciones que el yo ha creado desde la infancia. La familia, un conglomerado de convenencieros; los amigos, gente de otro planeta; la religión, una vomitada en la cara del hombre; el Partido, ¡bah!

30.IV.58: Lo único que producimos en alto grado de excelencia es la cursilería (…) Por cierto que ayer me puse a releer a Neruda. ¡Es verdaderamente deplorable!

8.V.58: Hoy he vuelto a pensar en el suicidio. Hoy mi vida se me ha presentado como una cosa totalmente imbécil e inútil que dura demasiado.

20.IV.60: ¡Estoy que me lleva la chingada! Vivo una insoportable vida escuálida.

10.IX.60: No sé qué me pasa que todo me distrae y no tengo calma para nada.

5.VIII.62: De una manera o de otra me está llevando la chingada. No tengo ni un centavo. No sé qué voy a hacer. Estoy pasando una de las épocas más pinches de mi vida. No hay absolutamente ninguna perspectiva. Ahora estoy escribiendo una novela pornográfica.

3.IX.69: Rulfo regresó del congreso de escritores en Chile. Puras estupideces todo lo que pasó allí.

22.XI.70: Trazar una clara diferencia entre las tres lenguas que tenemos: la hablada, la escrita y la pensada. Siempre tenerlo presente…

14.XI.71: Ahora lo que necesito es fracasar en algo para dar un paso adelante…

28.II.75: Hoy a las dos de la tarde murió mi mamá. No puedo pensar ni escribir nada, pero sé que este es el día más triste de toda mi vida.

1.II.76: Hoy no he hecho absolutamente nada ¡ni pienso hacerlo!

6.XI.76: Todo se lo va a llevar la chingada. Todo me aburre.

6.XI.79: Por la mañana a la universidad. En el pizarrón había la siguiente leyenda: ELIZONDO ES PUTO. Vejamen académico clásico y tradicional. Me dio cierto gusto. Me sentí en plenitud como profesor universitario.

1.II.79: A mediodía habla Tito Monterroso para felicitarme por mi Camera lucida. Aprecio mucho su opinión y su persona y le agradezco mucho sus comentarios.

31.XII.80: No soporto el “arte de nuestros días”. Todo está en manos y depende del juicio de tipos tontos que escriben artículos tontos. En este momento siento que me arrastra una marejada de estupidez.

1.I.81: Trato de verme desde lejos, como si yo fuera otro y resulto ser un tipo bastante odioso. Tengo que reparar todos los daños que he infligido a los que me rodean, de pensamiento, palabra y obra. Tengo que tener compasión de los demás y no solamente de mí mismo.

5.I.81: El que calla otorga, pero el que habla admite. Los deseos sólo se cumplen al margen de nuestra voluntad. Conforme pasa el día nos volvemos más estúpidos.

18.V.82: No quiero nunca más salir de casa. Todo lo que pasa afuera es horrible.

Los ciudadanos comunes y corrientes emergen serenos y revitalizados de las 339 páginas de estos Diarios (apuntalados por un impresionante despliegue de fotografías, ilustraciones y bocetos mareantes): a los genios también se los lleva la chingada.

La única diferencia es que la gente “normal” se va al motel, a la iglesia, al televisor, al supermercado o a la cantina esquinera.

Los genios se ponen a escribir diarios.

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Manual de escritura para científicos sociales, de Howard Becker

Muchos fantasmas agobian a quienes deben escribir textos académicos o no académicos: entre los más recurrentes, el ideal de la escritura perfecta o la convicción de que un texto bien concebido se escribe “de un tirón” y es reflejo fiel de la claridad de ideas y del talento natural de su autor… en este manual de escritura para científicos sociales, Howard Becker, cuyas obras de metodología son un clásico desde hace décadas, apela a su experiencia como sociólogo y como docente en seminarios de escritura a fin de desmontar una a una esas fantasías que no hacen sino entorpecer y dilatar la producción de textos.

El colapso ecológico ya llegó, de Maristella Svampa

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Puedes verme, Irten Gokce

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